La Conmebol acaba de hacer una formidable demostración de poder. En la misma semana, logró reanudar la Copa Libertadores tras seis meses de receso y obtuvo de la FIFA, las garantías necesarias para ratificar que el próximo 8 de octubre comenzarán a jugarse las Eliminatorias rumbo al Mundial de Qatar 2022. Todo esto en el medio de una pandemia que no da tregua y en un continente que tiene cuatro países (Brasil, Perú, Colombia y Argentina) en la lista de los diez con mas contagios. Y uno de cada cuatro de los infectados a nivel mundial.
No se trata de elogiar la muñeca política ni el vigor de las convicciones del paraguayo Alejandro Domínguez, el presidente del organismo continental. Sólo se describe un cuadro de situación que revela cómo se hacen las cosas cuando los negocios del fútbol están de por medio. Importa poco que en cada viaje, las casi 40 personas que componen las delegaciones arriesguen su salud en los aviones, los hoteles o en los vestuarios. A la hora de volver a poner la pelota en movimiento, Conmebol le impuso su propio protocolo a cada uno de sus diez países afiliados, pasó por encima de las disposiciones que deben respetar los 442 millones de personas que habitan el continente. Y hasta estiró las listas de buena fe a 50 jugadores para que ningún equipo pueda alegar que el coronavirus lo ha desmantelado. No importa si los que entran son profesionales o amateurs. El mensaje es claro: no se debe parar el fútbol. Se juega y se televisa, si o sí, a cualquier precio.
Domínguez no es ningún genio de la política. Pero sabe que el poder se construye rápido si el dinero se reparte con generosidad. Los contratos de televisión y sponsoreo ya han sido cobrados y distribuidos a los clubes participantes de la Copa y este año, entregó 85 millones de dólares más para prevenir y combatir la covid-19 y a modo de adelanto por la disputa de la Copa América que pasó para 2021. Ningún dirigente que llega hasta las suntuosas oficinas de Luque, en las afueras de Asunción del Paraguay, se vuelve a su país con los bolsillos vacíos. Todos se llevan lo que vinieron a buscar y bien lubricados con fondos frescos, votan lo que se les pide a mano alzada. Julio Grondona hizo esto mismo antes en la AFA. Y ya se sabe cómo le fue y hasta donde llegó.
Si la Copa Libertadores avanza sin que una oleada de contagios desarme los planteles y altere la competencia, y las Eliminatorias arrancan con todos los jugadores viniendo desde Europa para integrar sus selecciones, Conmebol sacará pecho y pisará fuerte en el mundo de los negocios del fútbol. Si sucediera exactamente lo contrario, Domínguez quedará como un testarudo. En ambos casos, hizo lo mismo: se llevó todo por delante con tal de que la pelota volviera a rodar por las canchas sudamericanas.