Con tapabocas, distanciamiento social y grupos de no más de diez personas, los estudiantes festejaron su día en medio de la pandemia de covid-19. En los bosques de Palermo, la escasa cantidad de jóvenes contrastó con las masivas convocatorias de años anteriores y los estudiantes se mezclaron con las familias que salieron a recibir la primavera. El Gobierno de la Ciudad desplegó un operativo de más de 600 agentes distribuidos en 12 parques porteños para controlar que en los festejos se respetaran el distanciamiento social y el uso de tapabocas.
"No pudimos vernos en la escuela en todo el año, no pudimos ir a Bariloche y tampoco creo que podamos hacer la fiesta de egresados, por lo menos podemos juntarnos acá a festejar algo", dice Camila Toranzo, estudiante de quinto año del secundario, sentada en una ronda de siete jóvenes en los bosques de Palermo. En sus mochilas, todos cargan alcohol en gel, y aunque comparten paquetes de papas fritas, aseguran que se lavan las manos de forma recurrente. A diferencia de años anteriores, no se comparte la bebida: cada uno trajo su propia botella de agua o gaseosa.
A unos diez metros de Camila, otro grupo de cuatro estudiantes con tapabocas reposa en el pasto con sus bicicletas al lado. En general, entre grupo y grupo se observa una distancia similar. "Pensamos que iba a ver mucha más gente. Nos vinimos con las bicis por eso, capaz estaba lleno y había que irse a otra plaza, pero la verdad es que encontramos lugar muy rápido", repasa Julián Contreras.
Para los cuatro jóvenes es la primera reunión en mucho tiempo. "Nos hacía falta vernos. Obvio que estuvimos todo el tiempo en contacto por WhatsApp, pero esto es otra cosa y ahora que se permitió juntarse al aire libre aprovechamos el día para venir", agrega Julián.
Tanto su grupo como el de Camila son vecinos del barrio. Es que ante la imposibilidad de utilizar el transporte público, reservado para los trabajadores esenciales, a Palermo llegaron pocos chicos y chicas de barrios de la ciudad más alejados o del Gran Buenos Aires, algo habitual los años anteriores a la pandemia. Por esta razón, el Gobierno de la Ciudad pidió que los estudiantes celebraran en los parques de cercanías, por lo que los jóvenes se volcaron a las plazas del barrio, en lugar de concentrarse mayoritariamente en los grandes parques.
"Vamos recorriendo el lugar y nos acercamos a los grupos cuando detectamos que alguien no tiene el barbijo o vemos grupos de más de diez personas para indicarles de buen modo cuáles son las medidas de prevención", señala Ayelén, una de las 600 agentes del Gobierno porteño que desde las 11 hasta las 20 horas controlaron los festejos en 12 parques de la ciudad. Además, Ayelén advierte que hay "mucha cantidad de familias y no tanto de estudiantes", y afirma que con los jóvenes "no hubo ningún problema, cuando a los chicos les indicás cómo tienen que cuidarse, lo hacen".
Por las calles aledañas al Rosedal circularon también camiones sanitizantes que realizaron un operativo de limpieza en todo el sector. Además, los cuatro accesos vehiculares al Parque Tres de Febrero, tanto los de Avenida del Libertador como el de Avenida Dorrego, fueron cerrados para generar corredores peatonales. "Es la primera vez que salgo a correr por acá un día de la primavera. Antes de la pandemia hubiera sido impensado porque esto se llena de chicos", señala Lautaro Jiménez que descansa junto al lago después de correr por el corredor peatonal.
Cerca de él, una familia de cinco personas merienda con sanguchitos y gaseosa. Joaquín, de nueve años, también es estudiante y está contento de celebrar su día con la familia, aunque se le haya pinchado el plan de jugar al fútbol. "Le dijimos que no lo iban a dejar pero quiso traer la pelota igual, apenas la sacó vino un agente a decirle que no estaba recomendado por el contacto de las manos con la pelota", cuenta su madre.
Sin embargo, no todos los jóvenes sufrieron la misma suerte de Joaquín: en el parque, algunos pequeños grupos, sin llegar a armar un partido, se pasan la pelota entre ellos o remedan pases de voley. "Me retaron a mí y a ellos no, no entiendo por qué", se indigna Joaquín mientras señala a un grupo de adolescentes que se pasan la pelota de voley entre sí. De todos modos, dice, está contento de estar allí, porque "ya estaba cansado de estar encerrado".
Informe: Santiago Brunetto