Los libros de Luciana Peker tuvieron su germen en notas publicadas en Las12. En este espacio, la periodista autora de Putita Golosa, La Revolución de las Hijas y el reciente Sexteame encontró el tono de su periodismo feminista gozoso, allí donde la denuncia de las violencias y las múltiples injusticias se combinaron con la palabra deseante, con el cuerpo de la cronista puesto en toda su dimensión erótica, aunque también tuviera que esquivar las balas de la represión en los Encuentros Nacionales de Mujeres. Por eso mismo, hacer un Instagram Live en Las12 con Peker es como invitarla a tomar un vino en su casa. “Putita Golosa fue primero fue una columna de Las12. Para mí es algo muy a destacar, que hay un tipo de escritura que se iba del registro más cuadrado del periodismo, pero que no dejaba de serlo, que tenía que ver con el goce sexual. Esa escritura no siempre era bien vista, o no hubiera sido permitida por los varones. Para mí eso es un emblema, que podemos hablar de todo y que la lucha política reivindica nuestro deseo y que la lucha contra la violencia era la lucha por nuestro deseo”, subraya Luciana en una charla que tiene como excusa la publicación de Sexteame, de Editorial Planeta y se configura como un encuentro de amigas, ese vínculo fundante de los feminismos. “Las12 nunca va a dejar de ser mi lugar en el mundo, donde escribir fue posible”, reitera Peker sobre este suplemento. La autorreferencia será celebrada, una licencia a tomarse por esta vez, como así también las referencias amorosas a las sopas de Marta Dillon, las fotos de Jose Nico y las salidas a hacer notas con Constanza Niscovolos. Todo live tiene un motivo, y el tema de la conversación es el desencuentro heterosexual, tema sobre el que Peker viene indagando desde hace años, con su escucha atenta a pibas, mujeres, señoras y disidencias sexuales de distintas generaciones, clases sociales, ideas políticas. Esa amalgama es la que plasma en sus libros polifónicos.
“Básicamente creo que los varones nos odian”, responde a la primera pregunta sobre el desencuentro heterosexual. “Creo que toda la gama de la diversidad sexual y el motor que le dio el feminismo lésbico salió también del deseo heterosexual y con eso hubo mayor autonomía y mayor potencia. Hay muchas cosas de las que hablo en Sexteame que pasan en las relaciones lésbicas”, dice Luciana y enseguida recomienda a su interlocutora que haga una nota, con amorosidad compañera: “Te encantaría entrevistar a Brigitte Vasallo, de España, la entrevisté para mi libro. Está hablando de terror poliamoroso y creo que hay algo del sexo descartable, de la falta del cuidado entre las otras que también incluye a las relaciones lésbicas. Sin embargo, un paso muy adelante de las relaciones lésbicas y la diversidad sexual es que lo que te caliente de la otra forme parte de su lucha, de su deseo, de lo que piensa, de cómo se mueve, de lo que hace, de que escribe, de que juega al fútbol. Creo que en eso hay un paso adelante”.
Peker sabe que el odio de los varones hacia las mujeres es antiguo como el patriarcado y está atenta a descubrir las nuevas formas que toma. “Sí creo que los varones siempre nos odiaron. Y ahora, frente al avance feminista y a la ruptura --porque no terminamos para nada con el abuso sexual y la violencia de género, pero sí la desnaturalizamos--; entonces, eso nos lo cobran, claramente. Si bien la violencia de género es interclase, hay un cambio en los varones de clase media, de esa clase media que aunque no tenga guita tiene cierto bagaje cultural. Ahí el costo que tiene para los varones ser violentos, ser denunciados, ser escrachados, es tan alto que se están cuidando de formas de violencia de género explícita, han bajado un poco la violencia física. Eso está incluso en las cifras de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia, en números actuales. La clase media baja un poco las denuncias de violencia física pero creo que ahora ejercen su crueldad de otro modo”, sigue hablando a una velocidad que sigue lo frenético de su pensamiento, su capacidad de unir fenómenos políticos con experiencias personales y de escuchar en cada voz una forma de vivir deseos y opresiones.
“El punto neurálgico, después de tantos años de escuchar y entrevistar a pibas y chicas violadas, es que los varones no tienen un deseo, sino que el deseo está en obtener lo que las mujeres y las disidencias sexuales no quieren hacer. Ese deseo no es de placer. Es de crueldad, es de sometimiento, no importa que sea lo que quieren o piden, sea una foto, un trío, hacerte el culo, con muchos, sin forro. Diferentes formas, pero siempre es lo que a vos no te guste. Ahí hay una crueldad. No voy a decir que nunca antes hubo antes violaciones colectivas, y otras violencias, pero observo que hay una crueldad desarrollada a partir del boom del movimiento feminista”.
--¿Por qué nos quedamos pegadas al lado del teléfono esperando que nos llamen?
--Si hay algo que odio es darnos latigazos. Bastante tenemos con los que nos dan. Bastante nos la cobran en todos los ámbitos, laborales, familiares, emocionales, como para encima tener la culpa nosotras. Detectar que estas formas no son aisladas, es un paso para salir de ahí. Una clavada de visto, pedirte lo que no querés, la indiferencia, quedarte esperando, yo no lo equiparo --especialmente por todo lo que se desata después, en relación a los escraches—a pegarte una piña. Y por supuesto que creo que si un tipo, una mina o lo que sea no tiene ganas de llamarte, tiene todo el derecho del mundo a elegir. Somos periodistas con una escucha, y a partir de eso notamos que hay un fenómeno masivo que no se trata de una situación puntual excepcional. No es equiparable a la violencia, pero forma parte de algo que es sistemático. Yo creo que tenemos que entender, como lo hicimos en el trabajo con la violencia de género, que si vos veías que a una mujer le estaban pegando y se quedaba, entendíamos que formaba parte del proceso de la violencia. Por supuesto que intentábamos sacarla de ahí, pero lo primero es entender el fenómeno para desculpabilizarnos, para dejar de creer que somos las boludas, que nos metimos con un boludo y que nos quedamos esperando. Creo que ser deseantes es algo que no tenemos que reprimir. Tenemos que lograr que los otros se modifiquen, y si no lo logramos, ir para otro lado pero no creer que nuestro deseo está en falta.
Luciana hace del deseo su propia revolución, y por eso lo politiza. “Creo en el cambio político, creo en gritarlo, y además no creo que el deseo sea inmodificable. Si no lo modificamos, hay algo de la humillación. Uno de los últimos y para mí muy importante texto que escribí en Las12 y está en este libro es Las Incogibles”, dice sobre esta cuestión de cómo encontrar un espacio común. “Cuando los tipos dicen ‘esas gordas que están ahí en teta son incogibles’, lo que intentan decirte y hacerte sentir es que no tenés legitimidad para desear. No sé cómo mover a la contraparte, a quienes son deseados, pero sé que no podemos ir para atrás con el deseo. A la vez, si bien yo tiendo puentes con la transformación de los varones que no sean violentos y que no sean abusadores, también soy muy tajante. Los tipos no soportan escucharnos, no soportan leernos, y si creen que se quieren acercar a algo, toda esta escena de crueldad es intolerable. Que lean, que escuchen, porque no pueden entrar y no solo en nuestra vida personal, no pueden entrar en la vida política y cultural, tipos que durante 20 años no leyeron una línea, que no soportan un hola de una mujer, que no aguantan la voz de las feminidades y diversidades sexuales, no. Así como creo en un puente, creo que a ese puente hay que hacerle un piquete para que escuchen”.
La edad, la devaluación de las mujeres de 40 en el mercado del deseo, el gesto revolucionario que sería salir con varones más jóvenes. ¿Hacerse lesbiana? “Para mí la fuga de la heterosexualidad en la Argentina a partir del Ni Una Menos es una realidad masiva, entre las pibas ya no existe la heterosexualidad, todo es bi y todo fluye. En algún punto creo que muchas de 40 estamos más estereotipadas. Cada vez que pregunté esto, qué hacemos, se lo pregunté a Eva Illouz, dijo fuga de la heterosexualidad”, desarrolla Peker y se ataja: “No puedo decirte cómo se hace, pero si me parece que va por ahí, claramente”.
Peker sigue tirando títulos. “Los varones están seteados, no en el amor compañero, sino que la otra es una adversaria. Y creo que eso es porque tienen un fracaso político que no soportan, y que no se animan a escuchar. Si algo tendrían que hacer los tipos heterosexuales es escuchar, leer y abrir la cabeza al deseo que abrió la diversidad sexual en la Argentina y en el mundo”, plantea en otro momento.
“La” Peker, como le dicen, viene advirtiendo que “la pandemia marca un límite” para la humanidad y cuenta que está leyendo Cambiar o morir, de Noam Chomsky. “Esta no es cualquier época, la idea del apocalipsis ya llegó. Por eso también estamos pidiendo una ley de humedales (en relación a los incendios que se extienden en todo el delta del Paraná, generando un ecocidio), y realmente tenemos una sensación de fin. Entonces, o hacemos una reforma agraria, que ya no sería setentista, sino también en el sentido de tierra, trabajo, cuidar el ambiente, contra los agrotóxicos, contra las zoonosis que son las que provocan la pandemia, o no va más. Y apostamos a una nueva amorosidad, o quedamos solos y desamparados todes, porque hay un punto límite en la pandemia, no es algo que pasa, es un efecto de un mundo que llegó a un límite”.
Lectora atenta de los momentos políticos, Peker –que en estas páginas acuñó “mientras la CGT toma el té, las mujeres toman la calle”, para el primer paro de mujeres del 19 de octubre de 2016—se “vuelve loca” con la coyuntura mundial. “Hay un avance descomunal de las derechas, la pandemia ayuda, no poder salir a la calle… que lo hacemos porque cuidamos y creemos en una apuesta política del cuidado. Pero por supuesto que este momento significa un retroceso brutal, yo creo que la tensión es entre sectores conservadores y feminismos. Hoy más que nunca queda claro que el feminismo es una apuesta al futuro, pero no solo una apuesta al futuro, es la única apuesta al futuro”. Por eso mismo, convoca a un pacto “anticrueldad” en el que las distintas vertientes de los feminismos puedan encontrarse en su “responsabilidad social” que –entiende Peker—va más allá de la agenda de género, que tiene que ver con el destino de los feminismos en toda América Latina, y con la posibilidad misma de ese futuro.