Las denuncias de violación no pueden utilizarse para construir un encierro mediático a quien rompe el silencio. Nos apropiarnos de nuestro deseo, construimos una nueva voz sin miedo y disputamos espacios de trabajo a fuerza de estudio, talento y experiencia.
Sabemos que se necesitan titulares provocadores para sumar clicks, la provocación (bandera que sabemos utilizar las feministas) es canalizada por temas que quedan vetustos, antiguos, que destilan misoginia, lesbofobia y que solo pretenden estigmatizar a las que alzamos las voz y a todas aquellas que la piensen alzar.
Hernan Firpo escribe para Clarín una nota que debería tratarse de la película que estrenamos la semana pasada “Giro de Ases” entrevistando a su director Sebastián Tabany, pero lejos de hablar de la película y nuestros trabajos, se dedica a estigmatizar la figura de una mujer que denunció abuso. La película gira entorno a la magia, no a mi personaje ni su orientación sexual.
Hernan cuenta que cuando me ve en pantalla solo puede pensar en que luego de haber sido violada los personajes a los que debo limitarme son aquellos en los que no tenga contacto con hombres. Se pregunta si por eso que "hago de gay" -según sus palabras- y si seguiré con papeles de monja o haciendo soliloquios en el desierto. ¿Me imagina con miedo? ¿Será que es ma fácil imaginarnos así? ¿Por qué jode que nos hayamos apropiado del deseo?
Contextualizando, hace pocos días en el mismo diario la psicoanalista Alexandra Kohan se atreve a decir que lo que yo sufrí no fue una violación. Alexandra se nombra como parte el feminismo, dice que las mujeres también hacen daño (lo que podría ser un matiz interesante si no se le mezclaran todos los conceptos). A pesar de que la interpol (ósea un asamblea de personas de diferentes países) decidió catalogar la captura de quien me agredió como alerta Roja, la alerta máxima; a pesar de que tres peritos psiquiátricos y tres peritos psicólogos forman parte de la prueba producida que avala la acusación de violación agravada; ella dice que no.
Es evidente que hay una derecha que intenta capitalizar los temas de la agenda feminista. ¿O solo es evidente para un grupo endógeno? No tenemos las calles pero debemos conservar las redes que construimos. Una amiga sintetizó cuando leyó la nota de Firpo: “Cuánta carencia de ética y empatía”. Es un resumen certero de los sectores conservadores de la derecha que no quiere ceder privilegios.
Este tipo cuestiona si puedo trabajar, no lo hace en relación a mi capacidad como actriz. De hecho en el mismo texto comenta que lo sorprende. Cuestiona que una mujer violada pueda laburar, sea capaz de salir a la calle, vincularse con compañeres.
No parece, de todos modos, que se haya dedicado a mirar la película.
Hernan piensa que los hombres me dan miedo, ¿será que le da miedo que no tengamos miedo? Mi deseo me lo apropié, claro que no somos ingenuas frente a que los hombres se encuentran en jaque para pensar sus masculinidades, pero, afortunadamente, son muchos los que están recorriendo ese camino a nuestro lado. Quiero con esto decir que no solo trabajamos, también cogemos. Son muchos los que no nos ven como algo roto, pero sobre todo, somos nosotras, nosotres les que no nos sentimos rotas, sino rearmadas, armadas de nuevo y mejor, armadas con nuestra arma palabra. No nos armamos con violencia, porque a la violencia que nos infringieron (e infringen) reaccionamos con evolución y trabajo conjunto. Nos organizamos para entender las violencias que nos azotaron, a mujeres, disidencias y también a los hombres. Mis compañeros no me tienen miedo, mis compañeros me valoran y respetan.
Firpo inocula un pensamiento en los lectores: algo así como "no se puede ver a Thelma sin pensar en qué fue víctima de abuso”. Me imagina con miedo. Titula que “regreso”, y no, no regreso porque nunca me fui. Porque el miedo cambió de vereda y el que huyó fue el abusador.
No están a la altura del momento histórico, lo podemos comprender. ¿Pero, y la saña? ¿Qué quiere decir esa insistencia sobre que "las víctimas de abuso no pueden laburar”? Siguen Amedrentando a las que luchamos.
Me gustaría por último pensar: ¿dónde esta la responsabilidad para comunicar? No deja de sorprenderme cómo se atreven a seguir re victimizándome. Incluso con una causa judicial en curso, con un pedido de captura de Interpol. Siguen adoctrinando a las pibas a través de mi figura. El mensaje subliminal es: “los hombres te van a tener miedo”, “los productores no te van a llamar”, "no denuncies".
No hablemos solo de su misoginia, su investigación periodística es floja, este no fue el primer trabajo que hice luego de la denuncia, antes filmé otra película “La estrella roja” de Gabriel Lichtman, en mayo del 2019. Ese mismo mes saqué un libro que podría recomendarle, no tanto por mi historia ni el recorrido de una denunciante que no creo que le interese, pero en la pagina 185 me tomo el trabajo de comentar que desde 2016 se encuentra publicada la “Guía para el tratamiento mediático responsable de los casos de violencia contra las mujeres”. Dado que Firpo toma la decisión de hablar pura y exclusivamente de mi condición de víctima, y no del trabajo enorme de todo un equipo detrás de la película, podría mínimamente respetar ciertas pautas. Un punto importante en esta lista de recomendaciones comienza diciendo: “Prescindir de abordajes que estigmaticen”. La nota de Hernan no solo me estigmatiza a mí, a las lesbianas, adoctrina a todas las que aun no se animaron a hablar. Estigmatiza a los hombres, los deja encasillados en el lugar del miedo, con la fantasía de que cualquiera que se me acerque será denunciado. Y allí me quitan la posibilidad de desear. De decir que sí cuando yo lo disponga, de que mi cuerpo sea mi herramienta de lucha, deseo y placer. Y no la suya, de re victimización, estigmatización y adoctrinamiento. El cuerpo en disputa.
Cualquier comunicador profesional debería tener aprendidos estos conceptos, porque no solo pueden ayudar a la sociedad que consume la información, sino también a las víctimas y a sus familias. Les importa aportar desde su lugar? Les importa evitar mas dolor? Porque mientras haya una persona sufriendo no podemos mirar para otro lado, no podemos ser indiferentes. Ese ser humano debe convocarnos a para que salgamos de nuestra ignorancia, de la indiferencia y de la negacion.
La trinchera sigue siendo la palabra. Porque la libertad de expresión nos permite leer la opinión de tipos como estos que representan sectores que tanto atrasan, y sobre todo nos permite seguir construyendo nuestro grito de revolución. Un par de palabras violentas no nos harán retroceder.
Yo no estoy escondida, mi violador sí. Yo no tengo miedo, tengo a mis compañeras.