Septiembre fue quizás uno de los meses más duros en la represión ilegal que se desató en Salta en 1976 en el marco del terrorismo estatal. Unas 18 personas, que tenían en común la militancia política, fueron secuestradas y desaparecidas, o asesinadas. Serán recordadas hoy con un conversatorio virtual que se transmitirá en vivo por el Facebook de HIJOS Salta, desde las 17.
La ola de ataques de las patotas del terrorismo de Estado se inició la madrugada del 2 de septiembre de 1976 en la norteña ciudad de Embarcación, donde Ruth Sáez de Vuistaz fue sacada de su casa por cinco personas que dijeron ser de la Policía Federal y se la llevaron con destino hasta ahora desconocido. Ruth tenía 27 años, estaba casada y tenía una hija de cinco años. Su marido, Carlos Rául Vuistaz, era hermano del conocido dirigente de la JP Luis “Lucho” Vuistaz, también desaparecido.
A la madrugada del otro día, en la ciudad de Orán, en el norte también, 10 hombres arrancaron de su casa al joven Mario Bernardino Luna Orellana, de 22 años. Ese día en Orán las patotas desaparecieron también al estudiante secundario Santos Abraham Garnica y al empleado municipal David Reina León Paz.
No se sabe con certeza si el 2 o el 3 de septiembre, en Rivadavia Banda Sur, fue secuestrado el militante peronista Sergio Wenceslao Copa, de 20 años.
El 8 de septiembre la represión se reveló en Salta Capital, donde secuestraron y desaparecieron a tres integrantes de la familia Colqui-Gómez. Rolando Gómez, de 23 años, militante de la JP, fue desaparecido del taller metalúrgico donde trabajaba por policías de civil. Al otro día una patota se llevó a su hermana mayor, Lidia Gómez, y a su sobrino e hijo de ésta, Alfredo Isidro Colqui. El 13 de septiembre, en Orán, fue secuestrado el estudiante Gregorio Tufiño.
El 22 de septiembre de 1976, alrededor de las 21, en la ciudad de Metán, en el sur de la provincia, los hermanos Carlos Lucas Toledo y Ángel Federico Toledo fueron atacados en la vereda por cuatro hombres con las caras tapadas con medias. Los atacantes bajaron de un automóvil Chevy blanco y se lanzaron sobre los hermanos, Carlos recibió dos tiros y cayó en ese mismo lugar, donde intentaron rematarlo, pero el tiro no resultó mortal. Angel huyó, llegó hasta un cine, pero ahí fue acribillado. Ángel había empezado su militancia en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y luego se había pasado al peronismo.
La cacería del 24
Entre el 24 y 25 de septiembre de 1976 los grupos de tareas de las fuerzas de seguridad llevaron a cabo una cacería de militantes políticos en la ciudad de Salta. En esas fechas fueron secuestradas las docentes universitarias Silvia Aramayo y Gemma Ana María Fernández Arcieri de Gamboa, el marido de esta última, Héctor Domingo “Guilo” Gamboa, además de Daniel Loto Zurita y el estudiante universitario Carlos Estanislao Figueroa Rojas. Y fueron asesinados el estudiante universitario Ángel Rodríguez Concha y el estudiante secundario Martín Miguel Cobos, cuñado del conscripto Víctor Brizzi, también desaparecido.
Martín Cobos fue acribillado a tiros a eso de las 2 de la madrugada por un grupo de policías que andaban en tres automóviles Ford Falcon y que en realidad buscaban a Enrique Cobos, hermano mayor que militaba en la JP y Montoneros. A eso de las 4 de esa misma madrugada otro grupo de tareas, entre los que ha sido reconocido el civil Juan Manuel Ovalle, secuestró de su casa a Aramayo; a la misma hora secuestraron de su casa a Loto Zurita, militante peronista, igual que Gemma Fernández y Guilo Gamboa, raptados esa misma madrugada de su casa en el barrio Santa Lucía.
Los terroristas iniciaron estos operativos luego de un acto, realizado al pie del monumento a la batalla independentista del 20 de Febrero de 1813, de homenaje a “los caídos en la lucha antisubversiva”, recordó el abogado Pastor Rubén Torres cuando declaró en la Megacausa. “Esa noche (del 24 de septiembre) debe haber sido una noche de terror aquí en Salta”, lamentó.
Varios testigos dieron cuenta de la participación de la Policía de Salta en el homicido de Martín Cobos. Su amigo y compañero de estudio, Oscar "Nikita" Camacho, que vivía enfrente, vio dos Ford Falcon, uno celeste de la Seccional V y otro azul oscuro de la Jefatura. A ambos los conocía. Años después, en 1986, en la empresa Salta Forestal, Camacho volvió a ver al hombre que estuvo al mando del operativo en la casa de los Cobos: era parte de la custodia del entonces gobernador Roberto Romero. Supo que se apellidaba Bocos. El comisario Víctor Hugo Bocos fue condenado por la detención y torturas que sufrió otro hermano de Martín, Víctor Cobos.
La hermana de Martín y Víctor, Cristina Cobos también identificó a Bocos como partícipe del asesinato de su hermano. Años después, ya en democracia, lo volvió a ver y lo identificó, en la Casa de Gobierno, donde por comentarios supo que era un “apretador” al servicio del entonces gobernador Juan Carlos Romero, hijo de Roberto Romero.
Una bebita en el jardín
La madrugada del 24 de septiembre los policías Ramón Heredia y Marcos Bejarano tocaron a la puerta de la casa que compartían Luisa “Nena” Madozzo y Julio Exequiel Gamboa. Les informaron que Gemma Fernández y Guilo Gamboa, hermano de Julio, habían sido secuestrados y que su hija, Mariana Gamboa, bebita todavía, estaba en la vivienda de un vecino, Florencio Figueroa.
Hay casi certeza de que Gemma y Guilo fueron dinamitados en la finca conocida como “Potrero El Gallinato”, en el paraje del mismo nombre, en el departamento La Caldera, a unos 30 metros de la ruta provincial 11, a unos tres kilómetros del cruce de esta ruta con la ruta nacional 9, que conduce desde Salta a San Salvador de Jujuy, por el viejo camino de cornisa.
Héctor Gamboa venía de una larga militancia en la izquierda, en Tucumán, luego en Santiago del Estero y finalmente en Salta, donde fue un organizador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), agrupación que se fusionó con Montoneros tras el regreso de Perón a la Argentina. En la célula de Guilo estaba Loto Zurita, un santiagueño que militaba en las FAR.
Cuando Silvia Aramayo fue secuestrada tenía entonces 23 años, militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Cuatro o cinco hombres, con pelucas y anteojos, y de civil, que se identificaron como miembros de Gendarmería invadieron la casa y mientras unos amenazaban a su madre y a su hermano, dos fueron directo al dormitorio, arrancaron de su cama a Silvia, y se la llevaron en camisón, sin siquiera darle tiempo a calzarse. Nunca más supieron de ella.
Su madre alcanzó a ver el automóvil en el que se la llevaron: un Ford Falcon “grande, sin patente” que rato después vio estacionado frente a la Central de Policía, cuando fueron a pedir al jefe, Joaquín Guil, que investigara el secuestro. “¿Cómo a mí ni a usted nos pasan estas cosas?”, la interrogó el represor Joaquín Guil cuando fue a pedir que la buscaran.
La persecución a los contadores
A los 22 años, Ángel Rodríguez Concha estudiaba la carrera de Contador Público Nacional en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Salta (UNSa). Fue asesinado a tiros el 24 de septiembre de 1976 y su cuerpo fue arrojado en la vía pública frente al predio universitario de Campo Castañares. Tenía signos evidentes de torturas.
La madrugada del 25, alrededor de las 4, un grupo de tareas que se identificó como perteneciente a la Policía, arrebató de su casa a Carlos Figueroa Rojas, también estudiante de contaduría pública en la UNSa, donde militaba en el Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas y en la JUP. Además, trabajaba en el estudio contable López Cabada, con los hermanos Tufiño, Pedro y Gregorio, también desaparecidos.
En septiembre también, pero en una fecha imprecisa, fue desparecida Bárbara Minor, tras buscar incansablemente a su hijo, Raúl Trenchi, quien había sido secuestrado en octubre de 1975 en Tucumán.