Yin Weidong, el presidente de la empresa biotecnológica china Sinovac, con sede en Beijing, comunicó que CoronaVac, su vacuna candidata, podría estar lista y comenzar a ser aplicada de manera masiva a principios de 2021. En el presente se halla en Fase III y está siendo probada en naciones con una circulación viral considerable (Brasil, Chile, Turquía, Indonesia), pues solo de esta manera es posible poner a prueba la efectividad de la tecnología. Hasta el momento, según el referente de la farmacéutica, “no ha mostrado especiales reacciones adversas” y tiene la capacidad de “combatir todas las cepas del coronavirus Sars CoV-2 existentes en el mundo”. Un estudio presentado de manera reciente en la ciudad de San Pablo afirma que el 95% de los 50 mil chinos que pasaron por las pruebas no experimentaron ningún daño y el 5% restante registró “efectos de baja gravedad”. CoronaVac tiene un adecuado perfil de bioseguridad y generó inmunidad en el 98% de los voluntarios que recibieron la droga.
Características
Está basada en la técnica de virus inactivados, con lo cual no se inyecta al patógeno “vivo” en el cuerpo. “Las vacunas con mejores perspectivas que se están desarrollando ahora siguen varias líneas tecnológicas diferentes. En este caso, la CoronaVac emplea virus inactivados, es decir, tiene todos los componentes virales pero el patógeno no se replica porque fue, o bien calentado a una temperatura que no soporta, o bien, tratado con algún químico que lo inactivó”, explica Mario Lozano, virólogo molecular del Conicet y exrector de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). En esta línea, completa: “Como resultado se genera una especie de ‘juguito’, una solución que cuenta con los componentes del Sars CoV-2 que se inyectan. El cuerpo, cuando los recibe, reacciona a partir de las defensas sin padecer la infección y generando inmunidad de cara al futuro”.
Desde una óptica similar lo comprende Juan Manuel Carballeda, investigador del Conicet en el Laboratorio de Virus Emergentes del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada de la UNQ: “Están basadas en partículas infectivas que se rompen de alguna manera y se terminan inyectando. Además de la vacuna de la polio, también está la de la gripe que nos damos todo el tiempo y otras tantas. Se trata de una tecnología que los humanos conocemos muy bien. Personalmente, le pongo mucha fichas a esta opción”. Y luego continúa destacando una de sus principales ventajas. “Algo muy positivo de CoronaVac es que no necesitaría cadena de frío para su transporte, de hecho, se ha reportado que soporta alrededor de 20 días a 25 grados. Para comparar con otras, la de Moderna y la de Pfizer requieren estar a 80 grados bajo cero, lo que implica un obstáculo logístico porque se requerirá de toneladas y toneladas de hielo seco para su transporte”.
Las estrategias que despliegan las firmas biotecnológicas en carrera no son azarosas ni mucho menos. “La de virus inactivados es una metodología que hace decenas de años que se utiliza. Uno de los casos más emblemáticos --como también sugería Carballeda-- fue el de Jonas Salk para la poliomielitis, que se diferencia de la de Sabin, que utiliza virus vivos pero atenuados. Tanto la de Sinopharm como la de Sinovac, las dos compañías chinas que desarrollan sus variantes para el Sars CoV-2, podríamos decir que siguen la línea de Salk”, describe Lozano. Además, de estas dos variantes, el gigante asiático explora en paralelo tecnologías más modernas: una basada en adenovirus (como la rusa y la de Oxford) y otra con ARN mensajero (como la de Moderna y la de Pfizer).
Ensayos
La fórmula de Sinovac es una de las que más expectativas generan en el mundo, porque fue de las primeras en iniciar los ensayos. De hecho, en enero comenzó con el desarrollo de la tecnología y tres meses más tarde, Beijing autorizó las pruebas clínicas. El mes pasado comenzó con la fase 3 en 1600 voluntarios de Indonesia y el 21 de julio cerró un acuerdo para hacerlo con 9 mil personas de 12 centros en siete estados de Brasil (ya recibieron sus dosis 5600), cuyos exámenes son coordinados por el Instituto Butantan de San Pablo. Según indica el pacto con el país vecino, el gobierno de Jair Bolsonaro se asegurará, de tener éxito, un total de 62 millones de dosis: 46 antes de diciembre y las 16 restantes durante el primer trimestre de 2021. Además, desde Butantan se encargarán de la transferencia tecnológica, es decir, del llenado y el empaquetado de la fórmula, y podrían distribuirla a buena parte de los países sudamericanos.
Además de las pruebas en Turquía y Bangladesh, hace unos días, Sinovac firmó un acuerdo con la Pontificia Universidad Católica de Chile para iniciar sus pruebas allí. Será con 3 mil postulantes, podría comenzar en los próximos días y eso habilitaría al gobierno de Sebastián Piñera a contar con las dosis suficientes una vez que se compruebe el éxito del fármaco. Los resultados preliminares habían conseguido despertar anticuerpos neutralizantes en el 90% de las personas que, además, no experimentaron efectos secundarios de gravedad. Del examen participaron 743 voluntarios sanos (entre 18 y 59 años), de los cuales 143 se incorporaron en la Fase I y los otros 600 en la II.
Según las declaraciones de los voceros de Sinovac Biotech, pronto estarán en condiciones de fabricar 300 millones de dosis al año. De hecho, la sustancia activa --como sucede en la mayoría de los casos-- ya comenzó a ser fabricada desde hace unas semanas. ¿Y eso por qué? Porque las compañías realizan la producción “a riesgo”: por la excepcionalidad de una pandemia, no podrían esperar a culminar todos los ensayos y recién en ese momento comenzar a escalar el producto. Se demoraría muchísimo más tiempo en llegar a la población mundial y eso significa una mayor cantidad de muertes.
¿Cuándo llegará a Argentina?
En este marco, Argentina ha establecido relaciones con Pfizer (EE.UU.) y BioNTech (Alemania) que prueban su vacuna en el Hospital Militar, con Sinopharm (China) que hace lo propio en estudios coordinados desde la Fundación Huésped, mientras que producirá la de AstraZeneca (Reino Unido) a partir de noviembre. Con Sinovac aún no se ha establecido un diálogo pero podría haberlo en poco tiempo. Desde aquí, lo interpreta Lozano: “Nuestro país podría ser un candidato a asociarse con Sinovac porque existe una gran circulación viral y por el reconocimiento que tiene el sistema de salud doméstico a nivel mundial. Para obtener resultados rápidos debe ser probada en territorios con muchos contagios, porque es la única manera de saber que protege contra la enfermedad. Como no es ético vacunar y después infectar intencionalmente, la gente que recibe sus dosis debe pertenecer a naciones que todavía están expuesta al coronavirus”. No obstante, Carballeda duda de esta propuesta y suma un matiz adicional al análisis: “Por lo que estuve indagando, Argentina no aplicará ninguna vacuna que no haya finalizado su fase III de ensayos, tal y como hace China o Rusia por ejemplo. Realmente no sé si estará lista para principios de 2021”. Y remata: “Este virus nos ha enseñado que cada vez que hacemos predicciones tenemos problemas y debemos retractarnos, así que más vale ser cautos”.