Es anormal ver a Nico Landa detenido. En verdad, no lo está del todo. La pantalla lo muestra gesticular mientras habla, o alternar con un vaso plástico y sus cuatro dedos de cerveza rubia. “Tengo un desgarro en la pierna, por eso necesito estar quieto muchos días”, justifica el músico. “Estábamos cantando un tema brasileño, todos al palo, me parece que ahí salté o pisé mal. No sé, cuestión que tengo dos choricitos en el muslo, estoy con hielo y con pomada hace como una semana”.

Los saltos fueron en el estudio. Una vez restituida la actividad de grabación con protocolo, el compositor serial de canciones populares desconocidas por las masas pudo reanimar también su función cantoral. La charla podría girar alrededor de Hasta la alegría siempre, su tercer disco solista, editado en agosto de este año. Pero ahí no sólo no termina todo, sino que apenas empieza: en este 2020, Nico Landa se propuso sacar cuatro discos, tres libros y dos películas. “A mí la pandemia me abrió una puerta al infinito”, dice.

Lo curioso no es que se lo plantee, sino que lo esté logrando. Por esto saltaba en el estudio: está grabando un álbum con una orquesta, Los Satélites del Sur. “Son boleros y música latinoamericana, canciones nuestras y versiones. Cantan mujeres, muchas mujeres, conocidas y no tanto”, indica. “Es una banda grande, como la de Juan Luis Guerra, una orquesta tradicional de música tropical mezclada con la psicodelia de ahora, con Hammonds y órganos tipo Los Iracundos, y guitarras medio surfer, santafesinas o amazónicas. Tiene trombones, quinto, timbales, tumbadoras. Una mezcla de sonoridades”.

La trayectoria de Landa es muy conocida para ser underground, y muy underground como para ser conocida. El punk rock fue su escuela, salió a la calle con Mala Suerte, estuvo más de una década con Los Auténticos Decantes, incursionó en el “folk litoraleño” con Los Animalitos, y ahora los discos llevan su nombre. Cantó “Santa Cruz de la Sierra” con David Byrne. Tiene una pulsión inagotable de compositor serial, su obra es venerada por eruditos, buscadores y paisanos. “Hago música popular, música que le gusta a una familia. Pasa que el pueblo todavía no me conoce. Algún día la consumirán”, vaticina.

--¿Qué es trascender para vos?

--Nada, ya lo logré. Que en muchos lugares del mundo me conozcan, me contraten, poder vivir de eso. Después, podré saltar de tocar en birrerías para ochenta personas a salas para ochocientas. No tengo muchos anhelos de popularidad. Estuve 11 años en Los Auténticos Decadentes, vi lo que provoca lo popular en un artista, hay cosas que deseo, y cosas que no. Estoy muy tranquilo, lo que necesito es poder expresar. Si quiero hacer cuatro discos, tengo que poder, me llevo puesto al mundo. Mi éxito es poder solucionar la distancia que hay entre mi obra y yo. Después, que sea lo que dios quiera.

--¿Qué son los otros proyectos?

--Uno de los discos se llama Pop villero, y el otro ¿Quién carajo es Nico Landa? Ya están medio terminados, van a salir este año. Una de las películas está lista, la otra está en proceso, es sobre la orquesta y la grabación, también tiene videoclips de mujeres, va a ser muy flashero. Los libros son tres. Uno tiene como 70 relatos que escribí en 2010 durante mis viajes, con anécdotas divertidas de la época de los Decadentes, pero también hay una mirada sobre la parte miserable de Latinoamérica, el Poxiran, una cosa intensa. Eso, más letras de canciones, y charlas con el filósofo Julián Fava, va a ser un libro. Otro va a ser de ficción, sobre la historia de los personajes que rodean a la orquesta. Y el tercero, una biografía que estamos pensando con Fernando Sánchez.

--¿Qué es el “pop villero”?

--Es un género que se cocinó en casa de Calamaro, durante y después de la época de El Salmón. Se trata de grabar, con una misma base, muchas canciones distintas. Y se canta como de cancha (canta): “A mí me importa un carajo lo que digan los demás”. Es un subgénero del punk rock. Las canciones son mías, de Calamaro, de Cuino Scornik y de Jorge Larrosa, pero las canto yo.

--En medio de tantos proyectos, ¿cuán lejano quedó Hasta la alegría siempre?

--Lo escucho todos los días. Es un disco hermoso, suena re bien, está teniendo mucha repercusión el tema “Me lo dijo ella”. Lo hizo todo Frano Aguilar, yo escribí las canciones con muchos autores distintos, desde Juanjo Novaira hasta Zoe Gotusso, pasando por Las Pastillas del Abuelo, o Estelares. Fue alucinante.

--En el disco hay economía de instrumentos, pero cuando aparecen, son elocuentes. ¿Cómo se define la instrumentación en base a lo que se quiere contar?

-- Eso lo decide Frano. Confío ciegamente: le doy la canción, y él me llama cuando hay que cantarla. A mí me gusta escribir y cantar. Sé que es parte del laburo vestir a una canción, pero me da paja. Yo trato de cantar, girar, moverme.

--¿Cuántos filtros hay entre lo que pasa por tu cabeza y lo que suena en el disco?

--Ninguno, va directo. Se graba, sin la corrección de una coma. Es mi método. En los últimos tres años trabajé diariamente con varias canciones para muchos artistas. Yo, a mis 46 años, y Cuino a sus 60, nunca habíamos tenido que hacer 3, 4, ó 5 canciones diarias. Ya trabajé con Ca7riel, el otro día me llamó Paco Amoroso. Gente que sabe escribir, pero nos llama igual, porque estamos afilados. Conseguimos laburo de muchas partes del mundo, cosas de series, películas. Tenemos un oficio hermoso.

--Aún frente a esa espontaneidad, ¿qué conceptos sobrevuelan las canciones?

--Hay canciones muy oscuritas, creo que logramos algo que no es parecido a nada. Es canción de autor, las letras son muy particulares. Una canción medio desnudita tiene algo gracioso y profundo. No hay otro que escriba como yo, y no porque lo haga bien o mal. La mitad del disco es casi toda acústica, con pocos elementos: una guitarra, una mandolina, y una voz. También hay cosas fantasiosas, alegres, costumbristas, siempre escribo sobre lugares… hay de todo.

--Tu música también conecta con lo tradicional, desde las melodías y el color de la voz. ¿Eso hace que te conozcan en tantos lugares distintos del país?

--Un poco, sí. También sé que llego a la gente de una forma alternativa, sin promoción ni aparatos, sino a través de las canciones. Toco mucho en pueblos donde fui alguna vez, me fue bien, ya toqué 18 veces, y soy más conocido que Miguel Mateos, porque saben cómo hablo, fui a comer a la casa de la mitad del pueblo. Esa paleta de colores le llega a poca gente en algunos lugares, pero a mí me funciona. No puedo tocar en el Gran Rex, no importa, recibo la devolución de lo que hice. Me siento satisfecho, y sigo para adelante.