Ernesto "Cacho" Catalán fue el último representante de una extraordinaria dinastía de magos del éter, el número 1 de los sonidistas en la época de oro de los radioteatros. Si había que representar que algo se quemaba el tipo retorcía el celofán de un paquete de cigarrillos y eso daba fuego, mucho mejor que un incendio grabado. Sin los recursos de la tecnología se las ingeniaba para convencernos de que eso que soplaba era viento o que lo se acercaba o se alejaba era un caballo al galope, que representaba golpeando dos mitades de un coco.
Es imposible pensar en aquellos radioteatros sin esos sonidos característicos. Del mismo modo que hasta hace poco resultaba difícil imaginar un partido de fútbol sin los gritos, los cantos y los rumores de los hinchas. En los primeros partidos jugados a puertas cerradas en medio de la pandemia los micrófonos de ambiente captaban los reclamos, las puteadas y hasta los gritos de dolor por una patada. Tenía su encanto. Pero directores técnicos, árbitros y jugadores patalearon porque quedaban demasiado expuestos y eso les vino muy bien a los dueños del negocio que simultáneamente advirtieron que faltaba un elemento vital en las transmisiones de la televisión: el aliento de los hinchas. Entonces pusieron a un Catalán de tiempos modernos, un tipo con una consola para que nos consuele.
Y hoy ya no sorprende el público de utilería. En algunos lados ponen espectadores de madera terciada, en otros cuelgan banderas y ya en todas las transmisiones se ha incorporado el sonido ambiente trucho. Los que manejan los botoncitos tienen mucha cancha, se ve, y van apretando de acuerdo a las circunstancias del juego. Tienen preparados gritos de gol, aplausos, cantitos y hasta expresiones de admiración masivas después de una gran jugada. Por lo general los jugadores no escuchan nada de eso; el engañapichanga es sólo para los espectadores. En el partido de Boca contra el DIM incorporaron como curiosidad a la desafinada orquesta de la barra local.
Y así vamos naturalizando todo, lamentablemente. Primero le quitaron una tribuna entera a los visitantes y los mandaron a un rinconcito, después directamente se prohibió la entrada a los hinchas de los visitantes y a los neutrales, ahora ya no hay lugar para nadie, los hinchas son de telgopor, las banderas están en manos de fantasmas y la música de los goles es de cualquier otro partido.
A este paso también podrían ser reemplazados los comentaristas y relatores del fútbol. Se graban lugares comunes del tipo "le dio muy abajo a la pelota" cuando un tiro se va por arriba del travesaño o "es increíble como se perdió ese gol” (como en los juegos de la Play) y el tipo de la consola elige cada momento.
Todo esto es de verdad espantoso, pero no hay que perder las esperanzas. Algún día llegarán las vacunas, el público podrá volver a las canchas y el fútbol, con la música del hincha en vivo, dejará de ser una parodia y recuperará su esencia.