“El acceso a las herramientas para la salud sexual es derecho que el Estado tiene que garantizar”, afirmó a Página/12 la legisladora porteña Lucía Cámpora, autora del proyecto de Ley de “acceso y promoción de profilaxis inclusiva”, que está en evaluación en la comisión de salud de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. 

El planteo principal es la necesidad de garantizar el acceso a métodos profilácticos -como el preservativo de campo, más conocido como campo de látex- que se adapten a los distintos tipos de prácticas sexuales. El colectivo Proyecto Preservativo para Vulvas (PPV), un grupo de activistas autoconvocadas, colaboró en la escritura del proyecto de Ley.

El problema no es sólo la falta de distribución gratuita de preservativos para personas con vulva, sino también la dificultad para conseguirlos en quioscos o farmacias del país. Por eso el proyecto y el colectivo surgen de una misma pregunta: ¿qué métodos de cuidado hay disponibles para las personas con vulva? En las farmacias, en los hospitales, y en los dispensadores gratuitos de baños públicos, bares y boliches se entregan preservativos de forma gratuita, pero todos son preservativos pensados para varones. 

“Hay una visión falocéntrica y centrada en la prevención del embarazo en los preservativos tradicionales”, señaló la legisladora. “Como no se prevé una demanda suficiente, o no se sabe la cantidad que podrían venderse, las empresas privadas no invierten en fabricar productos como el campo de látex. Pero no puede quedar en manos del sector privado esta decisión, porque se trata de garantizar un derecho”, añadió.

¿Qué dice el proyecto?

Según prevé la iniciativa, la autoridad de aplicación -el Ministerio de Salud de la Ciudad- deberá garantizar el acceso igualitario a la salud sexual, es decir, asegurar que se distribuya de forma gratuita, mediante convenios con empresas, preservativos de campo industrializados, así como se entregan los preservativos tradicionales, “proveyendo al menos una opción de otro material para aquellas personas alérgicas al látex”. Además, propone reforzar la formación sobre métodos profilácticos diversos en el marco de los programas de Educación Sexual Integral (ESI), que se capacite en el mismo sentido a los profesionales de la salud, y también “fomentar la investigación, desarrollo y producción”, en el ámbito público y privado, de métodos profilácticos que tengan en cuenta la diversidad de los cuerpos y de las prácticas sexuales.

“Es difícil pedirles a los especialistas que recomienden un producto si no se puede conseguir en ningún lado”, explicó Cámpora, y advirtió que “el feminismo viene a echar luz sobre distintos ámbitos, y la ciencia y la investigación es uno de ellos, donde la necesidad de incorporar perspectiva de género tiene que ver con poder dar respuesta a este tipo de demandas”.

No se fabrican en Argentina

Según pudieron investigar las integrantes de PPV, en el país no existe una empresa que fabrique el campo de látex de manera industrial. Una compañía española los ofrece por internet, pero el precio excede los 50 euros, que equivalen a más de cuatro mil pesos argentinos. “En Canadá se consigue el producto, pero no en farmacias sino en los sex shops”, detalló Sofía Helena, integrante y una de las fundadoras de PPV.

Por fuera del mercado, la opción artesanal más popular es fabricar el producto recortando un preservativo tradicional o un guante de látex. Un video del canal de Youtube del Ministerio de Salud de la Nación explica cómo fabricarlo a partir de un preservativo peneano, pero no menciona otras opciones para conseguirlo. “Tampoco se conoce demasiado sobre el uso del film de cocina, que se recomienda en tutoriales como material para fabricar el campo de látex, pero en realidad no sirve, no es seguro”, explicó Helena. Existe una tercera alternativa: las láminas bucales, rectángulos de látex que se utilizan en cirugías odontológicas y se venden en negocios dedicados a comercializar insumos médicos específicos.

“Nuestro horizonte es que se fabrique el producto en el país y que se distribuya -como sucede con los preservativos tradicionales- de manera gratuita”, señaló Helena, y aclaró que, sin embargo, “lo más cercano es que se importen”. Sobre esto conversaron en la reunión que tuvieron en febrero de este año con las autoridades de la Dirección nacional de salud sexual y reproductiva y de la Dirección de VIH-SIDA del Ministerio.

“El eje trasversal del proyecto es la erotización del cuidado, que sea algo atractivo. Necesitamos un preservativo que no sea restrictivo, incómodo y ajeno al cuerpo”, advirtió la activista. “Si el tema es tabú es porque hay falta de información, y porque las relaciones sexuales entre personas con vulva aún están muy invisibilizadas”, añadió.

La joven recordó que, cuando empezó a salir con chicas, nadie le supo decir si debía cuidarse y cómo hacerlo. “Cuando lo hablé con mi mamá y le dije que no había un método específico, ella sintió que yo estaba desprotegidísima. Se sorprendió porque pensaba que yo tenía esa información, pero no era así”, relató Helena.

Cuando se empezaron a agrupar, les integrantes de PPV sintieron que las historias se multiplicaban: “en los consultorios ginecológicos, cuando decís que sos lesbiana, con suerte te recomiendan el campo de látex, si te toca alguien con buena voluntad”. Pero la falta de información tiene su origen en la dificultad de acceder a un producto que sirva para cuidarse en relaciones sexuales no limitadas a la penetración. “Romper el silencio es fuerte y doloroso porque no tenemos las herramientas”, advirtió la activista.

El proyecto también incluye el fomento y el reclamo de presupuesto para investigación “sobre la diversidad de prácticas sexuales y las formas de cuidado”, y la creación de un protocolo ginecológico con hincapié en la diversidad sexual. Para ello, contempla la exigencia de “un cuadernillo que llegue tanto a hospitales como a universidades” donde se estudian estas especialidades médicas. “Todo esto tiene que ver con garantizar la salud pero también con el derecho al placer”, aclaró la legisladora.

Informe: Lorena Bermejo