El refranero popular dice que el teatro imita a la vida. También, que a veces la realidad supera a la ficción. Y una combinación de ambas frases podría describir a El amor viaja lento, un espectáculo teatral audiovisual que cuenta la historia de una pareja que comienza su relación a distancia a través de las videollamadas que se hacen, ella en Lima y él en Buenos Aires, que María Paula del Olmo escribió a partir de la convocatoria que le hizo la plataforma peruana Tevi para que creara un espectáculo que fuera transmitido en vivo por streaming. “Es un poco mi historia, solo que al revés: yo soy de acá y mi compañero de Lima”, cuenta a Página/12 la autora y directora, y confiesa que pone en el papel “las historias para terminar de comprenderlas, o de entender algo en mí. Me sirven para sacar afuera algunos miedos”, explica. “Hay algo de la experiencia y algo de los miedos. Es una ficción, aunque una deja que las sensaciones atraviesen la historia.”
El amor viaja lento fue ideado para ser representado en vivo pero a través de una pantalla, y por eso ofrece tanto características de la representación teatral como de las producciones audiovisuales. “Me entusiasmaba poder jugar con las posibilidades de un nuevo lenguaje”, arranca. “Hay algo propio del teatro que se está haciendo en el momento, que nace y muere ahí. Es la experiencia comunitaria de lo teatral. Y al mismo tiempo tiene la pantalla, que nos permite elegir qué mostrar en un plano pero también algo más allá que se comparte con el espectador. A la pantalla le pedimos más verdad respecto de lo que se muestra”, asegura del Olmo sobre su obra: hay actuación en vivo, en el momento en el que los espectadores están mirando, pero por el balcón de la protagonista se ve la capital peruana de noche. “Esta fusión hace que podamos tener la sensación de artesanía del teatro y al mismo tiempo una construcción distanciada que nos da la pantalla que hace que eso que estamos viendo pueda tener un sentido de verdad distinto”, argumenta.
Como en el mito de Odiseo que narra el viaje de Ulises y su reencuentro con Penélope, Gustavo siempre está queriendo volver adonde Laura lo está esperando, pero no puede. Aunque, aclara la autora y directora, dándole actualidad a una historia antigua. “Trato de poner una vuelta porque no quería construir una figura de mujer que eternamente espera sin reaccionar”, detalla. “Me gusta trabajar la idea de la tragedia en general, pero haciéndola contemporánea”, se entusiasma y adelanta que “el periplo de Laura es muy de la tragedia griega: sabe que está yendo hacia su destino trágico pero no puede accionar de otra manera. Ella sabe que esto en algún punto le va a producir dolor, pero no puede no recorrerlo. Es un poco el destino de los héroes trágicos y estos personajes están, en algún punto, destinados a lo trágico”, señala del Olmo.
Los protagonistas se conocen virtualmente, pero su amor crece y tienen que (re)construir una relación de cuerpos presentes. “Tengo que aprender a amarte de nuevo, porque lo hice a través de la pantalla” le dice ella. Conviven. Están embarazados. Tienen un hijo. Pero los espectadores no conocen su cotidianeidad compartida, el desayuno familiar o la salida de fin de semana, sino que son voyeurs de su relación a distancia en todas esas etapas, a través del mismo medio en el que ellos se aman, se pelean, ¿se vuelven a amar? Se expone una intimidad pero puertas afuera; se espía, como con un spyware, la forma en la que pueden vincularse cuando la distancia los obliga a ser 2D para el otro. En El amor…, sin perder el optimismo, se muestra aquello que hace que no siempre salga todo bien, porque no siempre sale todo bien.
¿Se puede construir algo distinto con lo que hay disponible? ¿Pueden transformarse los vínculos que se construyeron de una forma específica? Si los miedos paralizan y los proyectos motivan subjetivamente, y la vida determina externamente, ¿se puede ser diferentes de lo que se es? Muchas preguntas que no siempre tienen la misma respuesta, porque en general las personas hacen lo que pueden con lo que tienen disponible, de manera consciente o inconsciente. La bondad y la maldad puras nunca pueden ser la vara con la que se miden las acciones. Del Olmo afirma que “me gustan los personajes imperfectos, que tienen sus cosas buenas y malas, a los cuales por momentos queremos y en otros detestamos”, sostiene, y sigue: “Es interesante cuando el arte habla sobre las relaciones humanas. Por lo difícil y complejas que son. Hacemos lo que podemos y en general metemos la pata. Es un aprendizaje constante”, reflexiona.
Mientras buscan más fechas para el espectáculo, al finalizar cada función la propuesta es hacer una charla entre público y los artistas para intercambiar pareceres, opiniones, o simplemente hacer la catarsis que en esta situación de aislamiento es imposible para quienes viven solos. Una especie de “salida del teatro” (ritual tanto para espectadores como para quienes están sobre el escenario) pero -como casi todo en estos días- a través de la pantalla. “Es una propuesta de Tevi, para intentar reproducir el convivio teatral en este formato”, dice del Olmo, y enfatiza esta propuesta que intenta recuperar, de manera digital, la corporalidad del hecho teatral. “Hay algo súper lindo que pasa para nosotros que hacemos la obra y nos quedamos con la misma sensación. Se termina y te quedás pensando: `¿Pasó algo?` Y encendés la cámara, ves todas las caras y están todos movilizados. Y te das cuenta de que sí, pasó algo”, concluye.
El amor viaja lento se presenta este sábado a las 22.30. Entradas en www.alternativateatral.com