Páginai12 En Perú
Desde Lima
Las lluvias y las inundaciones no dan tregua. Ríos desbordados, ciudades cubiertas por más de un metro y medio de agua, poblaciones aisladas, más de 30 mil viviendas destruidas o inhabitables, graves daños a la infraestructura vial y a los cultivos, 101 muertos, 20 desaparecidos, más de 141 mil damnificados y 940 mil personas afectadas, es, hasta hoy, el duro balance del desastre causado por las torrenciales lluvias que afectan al Perú desde hace varias semanas y que, según los expertos, se prolongarán un mes más. El país no padecía lluvias tan fuertes desde hace 20 años.
La costa norte es la más afectada, pero el desastre también ha golpeado la capital y algunas ciudades del sur. La magnitud de los daños ha dejado en dramática evidencia lo mal preparado que está el país para enfrentar las fuertes lluvias, a pesar de ser un problema que se repite cada cierto tiempo a causa del fenómeno de El Niño, un calentamiento de las aguas del Pacífico que origina intensas precipitaciones pluviales. Un nuevo golpe a la clase política, esta vez por su falta de previsión. Las últimas ocasiones en las que El Niño golpeó el país fueron en 1998 y 1983. Ahora se repite la historia de destrucción, dramas humanos y falta de previsión, más corrupción y malas políticas.
Los más golpeados por las lluvias, los desbordes de ríos y las avalanchas de agua, lodo y piedras, son los sectores más pobres, asentados precariamente en las laderas de los cerros y en las quebradas y cauces secos de ríos que se han activado con las grandes lluvias. Pero las inundaciones también han llegado hasta el centro de varias ciudades de la costa norte, las cuales, a pesar de que las lluvias torrenciales son un fenómeno cíclico en esa zona, no están preparadas para soportarlas. No tienen drenajes adecuados y las defensas ribereñas son escasas y malas.
En la frontera con Ecuador, el río Zarumilla, que separa ambos países, se desbordó solamente por el desprotegido lado peruano, con millonarias pérdidas en tierras de cultivo. Del lado ecuatoriano, donde se ha construido una barrera protectora de piedras, no hubo desborde, ahí los cultivos han quedado intactos. Este caso destaca la diferencia entre las autoridades de uno y otro país para encarar la prevención. Así lo ha reconocido el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, que ha destacado como un ejemplo a seguir las obras de prevención hechas en Ecuador, que ha recibido similares lluvias que el Perú, pero ha sufrido daños significativamente menores.
“Los daños han sido muy altos porque tenemos una infraestructura defectuosa, construida sin tener en cuenta la posibilidad de un desastre como éste, a pesar que El Niño es cíclico en el Perú. Los parámetros de diseño de carreteras y puentes son inadecuados y subdimensionan los efectos que pueden causar las lluvias y los caudales que pueden alcanzar los ríos. Las defensas ribereñas son muy limitadas y no han tenido el mantenimiento necesario para que cumplan su función. Las ciudades no tienen la infraestructura para evacuar las aguas. Los ríos no han sido canalizados y no tienen vías de evacuación para que en tiempos de crecida las aguas puedan desfogar sin afectar a las poblaciones. No hay una planificación de las autoridades para un ordenamiento del uso del territorio que evite que poblaciones se instalen en zonas de riesgo donde no deben estar”, le señaló a PáginaI12 Juvenal Medina, ingeniero geólogo y coordinador de estudios y proyectos del Centro de Estudios y Prevención de Desastres.
El especialista agrega: “Las autoridades priorizan obras que les pueden dar réditos políticos en el corto plazo y no hacen obras de prevención para el mediano y largo plazo. Además, está el problema de la corrupción, que afecta la calidad de las obras que se hacen. Espero que este desastre sirva para un punto de quiebre y ahora sí tengamos una política seria y planificada de prevención”.
El gobierno ha destinado hasta ahora para la reconstrucción 1500 millones de dólares, pero el monto final que ésta demandaría sería mayor. Medina estima que los daños finales –las lluvias todavía continúan– superarían los 3500 millones de dólares en pérdidas que dejó El Niño en 1998.
Este desastre natural también ha tenido un impacto político. Las inundaciones le han dado un respiro al presidente Kuczynski. Frente al desastre, se ha generado una extensa cadena de solidaridad ciudadana y una demanda de unidad que ha sacado del escenario los enfrentamientos políticos que golpeaban a un régimen muy debilitado. La iniciativa se ha desplazado de la oposición al gobierno.
El desastre se ha convertido en una inesperada oportunidad para el gobierno, que ha tenido una activa reacción para atender la emergencia. Un primer efecto es que se ha detenido la caída en picada que venía teniendo la popularidad del presidente, que solamente entre diciembre y febrero había caído 17 puntos. En marzo, según una reciente encuesta de GFK, el apoyo a Kuczynski subió dos puntos, pasando de 29 a 31 por ciento.
De cómo encare el difícil reto de la reconstrucción dependerá en mucho el destino del gobierno. Si lo hace con eficacia e inicia una política planificada de prevención –como infraestructura que mitigue los efectos de las lluvias y la reubicación de poblaciones asentadas en zonas de riesgo– que otros gobiernos eludieron, y maneja bien el costo económico de la reconstrucción, puede remontar la temprana crisis política que lo agobiaba a menos de un año de llegar al poder, pero si no es así, muy probablemente volvería a caer en la crisis, con el riesgo de terminar tempranamente ahogado.