Vecinos y vecinas del Bosque Peralta Ramos se declararon “en alerta” luego de que, otra vez, el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz obtuviera el beneficio de la prisión domiciliaria de parte de uno de los tantos tribunales que lo juzgó, lo está juzgando y deberá juzgarlo en los próximos meses por delitos de lesa humanidad. Allí, a la misma casa en la que gozó del beneficio a mediados de los 2000 y hace poco más de dos años, volvería si logra recolectar en tribunales platenses la misma determinación que logró en Comodoro Py.
El jueves se conoció la decisión del Tribunal Oral Federal número 6, cuyos integrantes Sabrina Namer, Néstor Costabel y Rodrigo Giménez Uriburu habilitaron el beneficio a Etchecolatz, de 92 años, preso en Ezeiza en donde cumple múltiples condenas por delitos de lesa humanidad, entre ellas varias a prisión perpetua. Quien fue jefe de la división de Investigaciones de la Policía Bonaerense durante la última dictadura cívico militar tuvo coronavirus a principios del mes pasado y había sido internado en el hospital del penal hacía algunos días.
Si bien la decisión del TOF 6 no se hizo efectiva aún ya que son varios los tribunales --en La Plata y Lomas de Zamora-- que deben expedirse por tutelar otras causas en las que fue condenado o es enjuiciado, las alarmas se encendieron rápidamente. No hubo organismo ni referente de la lucha por los derechos humanos que no repudiara la decisión. Y también se hicieron oir los vecinos del Bosque Peralta Ramos, el barrio marplatense adonde Etchecolatz fijó domicilio, donde aún vive su esposa, e integrantes del colectivo Vecinos sin Genocidas. “Así como pasó en diciembre de 2017, cuando llegó la noticia de que Etchecolatz podría volver al barrio nos empezamos a comunicar con vecinos y vecinas, siempre con la misma indignación que generan estas situaciones”, puntualizó uno de ellos.
Allí pasó el genocida los últimos días de diciembre de 2017, todo enero y parte de febrero, el tiempo que le duró el beneficio la última vez que se lo concedieron. Allí oyó, seguramente, las manifestaciones que todas las semanas y durante ese tiempo mantuvieron vecinos, vecinas y organismos de derechos humanos para repudiar su estancia y exigir que volviera a la cárcel, a cumplir cárcel común. Lo lograron. Tras esa organización y aquellos reclamos nació Vecinos sin Genocidas y jamás se desactivó.
Entre el jueves y viernes, en poquísimas horas, organizaron una “movida” para “que se supiera rápidamente que no lo queremos acá”, apuntó Nicolás Gropper. Se juntaron algunos y algunas, y con distancia social, barbijos y carteles que repudiaban la domiciliaria a Etchecolatz, se ubicaron en la puerta de su casa, en Bulevard Nuevo Bosque, entre Guaraníes y Los Tobas, y se sacaron una foto con el portón verde del domicilio del represor de fondo. “Yo me quedo en casa, vos en la cárcel cumpliendo condena”, “TOF 6 cómplices”, “Quedate en la celda, genocida” bramó el barrio desde los carteles.
También los mostraron desde la Plaza de Los Lápices, como el barrio bautizó a la plaza localizada en la esquina de la casa de Etchecolatz a meses de su regreso a Ezeiza, en homenaje a los adolescentes platenses de la UES secuestrados y desaparecidos por la represión en Buenos Aires.
Gropper advierte que la acción no fue significativa como una manifestación --”el contexto no nos permite hacer masivo nuestro repudio”, aclaran desde Vecinos sin Genocidas--, pero buscaron que tuviere un efecto rápido: “Sabemos que tiene otras causas, pero no tenemos dudas de que la justicia está preparando el terreno para seguir adelante con su arresto domiciliario y queríamos que supiera rápidamente qué opinamos los vecinos del bosque”, advirtió.
“Nos declaramos en alerta, transitamos momentos difíciles, algunos sectores de nuestra sociedad están utilizando herramientas peligrosas para nuestra institucionalidad y no podemos permitir impunidad a semejante genocida. Sostenemos que la cárcel común y efectiva es su lugar”, concluyó el colectivo.
Etchecolatz aguarda una condena en el juicio por los crímenes de Brigada de San Justo, que está en instancias definitorias, y el comienzo de otro debate oral, pautado para fines de octubre, por los hechos de los pozos de Banfield y de Quilmes y la Brigada de Investigaciones de Lanús, que funcionó como el centro clandestino conocido como El Infierno.