Los espías macristas caminaron el territorio de la provincia de Buenos Aires durante el 2017 en busca de potenciales peligros para la alianza gobernante. Su interés, además del espionaje a candidatos opositores en un año electoral clave, estuvo centrado en quienes se organizaban en las barriadas pobres para dar un plato de comida a chicos y chicas. Sobre ellos, la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) puso su foco: averiguó a cuántos alimentaban, de dónde conseguían las mercaderías, si recibían donaciones y si respondían a organizaciones políticas. Entre la información relevada por el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla aparecen pruebas de que la exSIDE no se privó de meter sus narices en las escuelas y en las organizaciones parroquiales y que incluso siguió con obsesión los festejos por el Día del Niño.
Al menos entre abril y diciembre de 2017, la AFI alquiló seis locales distintos para montar delegaciones en provincia de Buenos Aires dedicadas, desde su origen, al espionaje político. El responsable de coordinar todo lo que sucedía en esas delegaciones, como anticipó Página/12 era un abogado de nombre Pablo Pinamonti, que acaba de ser procesado por el juez Ramos Padilla. Desde esas bases del llamado “Proyecto AMBA”, Pinamonti dirigió una red enfocada a tener bajo control a los partidos políticos que se organizaban para las elecciones, pero sobre todo a las organizaciones sociales que tienen sus raíces en el conurbano bonaerense. Ramos Padilla mostró que el espionaje se extendió sobre los pibes y las pibas con hambre en una de las facetas más mezquinas del espionaje que está saliendo a la luz.
El peligro del hambre
La Base Haedo estaba a cargo del espionaje en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Desde allí, los espías hicieron al menos seis fichas de distintos comedores que funcionaban en el área. Todas las fichas tenían un formato común, destinado a identificar el lugar, la relación con el Estado o con donantes particulares, sus vínculos políticos y toda información que pudiera ser de interés para la AFI.
Entre los comedores espiados estuvieron Todos por los chicos (Morón), La Amistad (Moreno), El Arca de Noe (Moreno), Arco Iris, Volver a empezar y San Cayetano – de Hurlingham. La información era básica, probablemente conseguida por los espías de la base o por los soplones que tenían en la zona. La mayoría de los reclutados para el llamado “Proyecto AMBA” eran policías bonaerenses con conocimiento del territorio.
En algunos de los casos, se llegaba hasta consignar con cuánta frecuencia recibían alimentos desde el municipio y quién era el contacto en la comuna con el comedor. “Este mes le falta queso”, dice uno de los partes redactados desde la Base Haedo sobre uno de los merenderos. También aparecen anotaciones sobre si había personal realizando las tareas de asistencia social con sueldo o si se trataba de un emprendimiento voluntario.
En uno de los casos, aparece consignado que la referente del comedor debió militar para Ramiro Tagliaferro – para entonces intendente de Morón y exmarido de la gobernadora María Eugenia Vidal – y que estaba tramitando una habilitación que facilitaría la recepción de alimentos de manera semanal y no mensual, como lo venía haciendo hasta ahora. También detalla que contaba con donaciones de la policía local y hasta aparece el nombre del efectivo policial que organizaba rifas o las compras comunitarias.
En los casos de los comedores de Hurlingham, la AFI hizo informes con la ubicación geográfica, los nombres de los referentes, sus contactos teléfonos y cuentas en redes sociales, así como la cantidad de pibes y pibas que iban a diario. Además de las fichas, Ramos Padilla encontró unas planillas Excel con comedores que funcionaban, por ejemplo, en jardines y escuelas primarias públicos y privados. Siempre el interés estaba enfocado en determinar cada cuánto recibían mercadería y si recibían alguna subvención estatal.
La única lógica que el juzgado de Dolores encuentra a este espionaje es que el “Proyecto AMBA” hizo pie en la provincia con la idea de que había que terminar con lo que desde la cúpula de la AFI describían como prácticas clientelares y lo que veían como una de las formas de construcción de los barones del conurbano. Es por eso, entienden, que había esa obsesión con monitorear hasta los lugares adonde iban los chicos con hambre. Lo hallado, hasta ahora, es la información que en crudo se recolectaba desde las bases. Es claro que la inteligencia se hacía en otro lado, lo que daría más respuestas sobre el relevamiento social en manos de los espías.
Espiados los niños
Una semana después de las primarias de 2017, se celebró el día de las infancias. La AFI no quiso perderse la oportunidad de hacer trabajo de campo y monitorear todas las celebraciones que se hicieron en las calles. A esta tarea se volcó, por ejemplo, la base Ezeiza – que era dirigida por Ricardo Bogoliuk. La obsesión de los espías llegó a tal extremo que se encontraron fotos de la entrega de hormas de quesos en comedores populares antes del domingo 20 de agosto.
Hay un informe con la categoría A1 de los festejos en el partido de Esteban Echeverría. En la lógica de los servicios, A1 significa que es la información de mayor fiabilidad que se puede conseguir. Hay imágenes de festejos realizados por organizaciones sociales como el Movimiento Evita o el MTD Esteban Echeverría. También los espías registraron una mesa con regalitos envueltos en papeles brillantes que había preparado la Cooperativa Corriente Pueblo Unido – MTD Aníbal Verón en El Jagüel. Otro de los grandes hallazgos de la AFI fue que un corralón donó 1000 pesos en materiales a un merendero en Ezeiza o que ATE hizo una donación de comida en una camioneta enclenque. Eso sí fotografiaron las cajas de alfajores y las hormas de queso.
La hipótesis de trabajo
La manía del macrismo por controlar la entrega de alimentos derivó en una situación tragicómica con un espía, que se había infiltrado en un movimiento social, y que terminó cayendo del cielo –o, mejor dicho, del techo. El agente en cuestión se había metido en la organización Barrios de Pie para investigar una supuesta “malversación de fondos” en la entrega de alimentos – algo que, de haber existido, estaba lejos de las funciones de la AFI. Para ganar confianza, el espía ofreció un local que tenía en Isidro Casanova para hablar del tema y poder registrar todo lo que sucediera en el encuentro. Para eso, se subió al techo, pero pisó una chapa e hizo una caída libre de siete metros. Terminó internado con fractura de pelvis. Todos los documentos por su internación le sirvieron a Ramos Padilla para probar la infiltración y muestran cuál era el interés de la exSIDE.
-- ¿Cuánto de este espionaje en comedores populares u organizaciones sociales puede tener arraigo en la concepción del macrismo de la pobreza? – le preguntó este diario a la socióloga Paula Canelo, autora de ¿Cambiamos? – La Batalla cultural por el sentido común de los argentinos.
-- El macrismo, como todas las derechas, siempre estuvo oscilando entre dos concepciones sobre la pobreza. Por un lado, una más policial, del pobre malo, que se resiste, que protesta, que le pide al Estado y que corta las calles. Esa lógica estuvo bajo la órbita de Patricia Bullrich. Por otro lado, está la concepción más asistencialista y que piensa en un pobre bueno -- al que hay que asistir siempre y cuando no se queje, no proteste y, si se organiza, que sea una organización que acepte sentarse con el Estado a negociar ayuda a cambio de paz social. Esto fueron tanto Carolina Stanley como Vidal. Por más que sea un pobre bueno, que vaya a los comedores, siempre la derecha necesita controlarlo para legitimar la entrega de ayuda social. Por otro lado, está la idea de eliminar intermediarios y que el Estado llegue directo a quien lo necesita. Ésa fue una de las concepciones más fuertes del antipopulismo del macrismo: Tenemos que estar cerca del que lo necesita para evitar que haya intermediarios que nosotros no manejamos que puedan hacer populismo con los bienes que nosotros les acercamos como Estado y gobierno.
Refundar la provincia
El Proyecto AMBA estuvo en cabeza de Pinamonti, pero en manos de dos exBonaerense como Antonio Vicente Melito y Daniel Salcedo, que funcionaron como los coordinadores. Ellos pusieron a otros jefes policiales al frente de cada una de las bases. Se manejaron como comisarios con el manejo del territorio y con conocimiento de los negocios, lo que rápidamente llevó a enfrentamientos con sus colegas que seguían en la fuerza. Para Ramos Padilla, desde sus inicios, el Proyecto AMBA se pensó para el espionaje político en un año en que Cambiemos medía su potencial, justamente en provincia de Buenos Aires, con la vuelta a la contienda electoral de Cristina Fernández de Kirchner. El desempeño electoral se siguió con desvelo, tanto que dentro de la base Quilmes se encontraron encuestas electorales en poder de la propia AFI. El sueño del AMBA se terminó cuando Vidal sospechó que, pasadas las elecciones, era ella el blanco del espionaje. Por estos hechos, Ramos Padilla indagará esta semana a la cupula de la AFI macrista.