El número de casos de ayer, 782 en Rosario y 1311 en la provincia, muestran que no hay descenso en la curva de contagios. Mas aún, los casi 800 nuevos contagios confirmados en la víspera son un número altísimo para las mediciones habituales de los fines de semana. No obstante eso, el gobernador Omar Perotti y el intendente Pablo Javkin habilitaron más flexibilizaciones en la etapa que comenzó ayer, con la apertura de bares y otras actividades que estuvieron limitadas desde el 10 de setiembre. No obstante la nueva modalidad, que autoriza a los emprendimientos gastronómicos a trabajar, un combinación de inclemencias climáticas y tal vez una toma de conciencia acerca de la gravedad del momento –según los epidemiólogos se extenderá al menos otras cinco semanas— hicieron que no hubiera una circulación masiva, a excepción de Pichincha y en menor medida en el corredor gastronómico de avenida Pellegrini. Otra de las restricciones, la de la no circulación de autos particulares para llegar a diferentes lugares hizo su parte, no obstante la imaginativa oferta de algunos bares y restorantes que ofrecían reintegrar el 50 % del costo de taxi, previa presentación del ticket, y algunos caso el “dos por uno en cerveza”.

Sin ningún dato alentador –el número de ocupación de camas críticas sigue escalando y llegó anoche al 93 por ciento-- la ciudad vivió ayer su primera jornada de esta nueva etapa que se extenderá, en principio, hasta el próximo 10 de octubre. Si bien los números de la movilidad en Rosario indicaron un 48% de reducción en la etapa que finalizó el viernes, los resultados no fueron los esperados. La curva de contagios no solo no se redujo sino que viene subiendo sostenidamente, en buena medida –según los expertos— porque el acatamiento fue parcial, y tampoco hubo los controles necesarios.

La estrategia esta vez parece ser diferente: menos restricciones y mayores controles. En ese sentido el compromiso de los sectores que más presionaron para la apertura será puesto a prueba y monitoreado diariamente. Y si bien en la primera jornada –al cierre de esta edición—era reducido el número de parroquianos en bares y restorantes, lo mismo que las calles que se despoblaron de vehículos particulares, hay que considerar que los factores climáticos tal vez hayan tenido mayor incidencia que la conciencia ciudadana.

A ella apelaron las autoridades en el último acto que compartieron, pero los hechos hasta el momento lo desmienten, al menos en algunas franjas etario y sectores medios donde se advierte una comportamiento “anticuarentena” que se explica desde el posicionamiento ideológico antes que desde la necesidades laborales como algunos de los sectores que concurren al reclamo de mayor apertura. La imagen de Pichincha de anoche es una muestra de la situación descripta, a pesar de la presencia policial, de agentes de la GUM y seguridad privada.

“Vamos a ir viendo qué ocurre, apelando a la responsabilidad de todos y a partir de eso tomar las decisiones que creamos oportunas”, dijo el jueves pasado Perotti en su mensaje desde la Casa Gris. Habrá que darle tiempo al tiempo, analizar conductas y comportamientos, cotejar los datos determinantes desde el punto de vista epidemiológico, y no esperar que la climatología –léase “lluvias”, como este fin de semana-, del mismo modo que sucede con los incendios en las islas frente a Rosario,  se transforme en el factor más efectivo frente al flagelo.