“Mi deseo más ferviente es que no sea reemplazada hasta que asuma un nuevo presidente”, le dijo Ruth Bader Ginsburg a su nieta antes de morir. La jueza de la Corte Suprema de los Estados Unidos, un ícono para el feminismo y el progresismo del país norteamericano, falleció el 18 de septiembre pasado, a un mes y medio de las elecciones y todo indica que el Senado no respetará esa última voluntad.
Este es el momento que la Sociedad Federalista, la organización de abogados conservadores más influyente de Estados Unidos, lleva décadas esperando. Es el que quería también Donald Trump, quien ya nombró dos magistrados en la Corte Suprema y casi 200 jueces federales a lo largo de su mandato. Una oportunidad única para el Partido Republicano para definir la dirección del máximo tribunal del país por lo menos por una generación.
Para Amy Coney Barrett, la jueza elegida por Trump para reemplazar a Ginsburg, también es el momento para el que se preparó toda su vida. Egresada de la Escuela de Derecho de la Universidad de Notre Dame, Barrett es jueza del Séptimo Circuito de Apelaciones de Estados Unidos, que cubre los estados de Illinois, Indiana y Wisconsin. Allí también llegó nombrada por el magnate.
Al presentarla el sábado pasado como su candidata a la Corte, Trump la denominó “una de las mentes más brillantes y legalmente dotadas” de la nación. Barrett tiene 48 años, se graduó como la mejor de su clase y ya había integrado la lista de posibles nombres para el máximo tribunal en 2018, cuando finalmente quedó nominado Brett Kavanaugh.
Integrante de la Sociedad Federalista, su visión para las leyes está marcada por el “originalismo”, un conjunto de teorías que interpreta la Constitución según la intención con la que fue escrita. Con un perfil opuesto al de Ginsburg, Barrett es en realidad la heredera natural de Anthonin Scalia, el conservador juez de la Corte que falleció en 2016, nueve meses antes de la elección que convirtió a Trump en presidente de Estados Unidos.
En aquel momento, el Senado se negó a votar el reemplazo propuesto por Barack Obama, cuando el líder del bloque republicano, Mitch McConnell, consideró que había que esperar la asunción de un nuevo mandatario. Todo lo contrario a lo que sucederá este año.
No hay todavía un anuncio oficial, pero un cronograma tentativo que dio a conocer Associated Press a partir de fuentes en la Cámara alta muestra que los republicanos se preparan para comenzar las audiencias a mediados de octubre, para lograr una votación a fines de ese mes. Es decir, apenas unos días antes de la elección presidencial del 3 de noviembre, sobre cuyo resultado tal vez el tribunal tenga que fallar.
“Yo creo que esto va a terminar en la Corte Suprema”, dijo Trump recientemente. Convencido de que si pierde es por el fraude, el republicano cree que “es muy importante” que haya nueve jueces en el tribunal, en el caso de que la pelea por el resultado de la elección llegue a ese nivel.
Actualmente, la Corte Suprema cuenta con cuatro votos conservadores seguros, tres progresistas y uno de desempate. La confirmación de Barrett hará que el tribunal se incline hacia el lado conservador, incluso si Trump pierde y el demócrata Joe Biden se convierte en el nuevo presidente de Estados Unidos.
El futuro del Obamacare
De ser confirmada, la primera muestra de la nueva conformación del tribunal se dará en noviembre, cuando la Corte tenga que fallar sobre el futuro del “Obamacare”, la reforma sanitaria que introdujo Obama durante su primera presidencia. Si actualmente los votos se calculan en un empate 4-4, con la presencia de Barrett, la reforma pasaría a ser inconstitucional. Unas 20 millones de personas, que obtuvieron cobertura médica a través de esa ley, dejarían de tenerla.
Pero lo que más preocupa a los progresistas tal vez sea el futuro del acceso al aborto en Estados Unidos. Actualmente, lo que garantiza este derecho en el país norteamericano es un fallo de la Corte, Roe v. Wade. Católica, madre de siete hijos, Barrett aparece como la candidata ideal para Trump, quien se ha comprometido a nombrar solamente jueces que se opongan a este tema.
La nominación de la jueza provocó que los medios estadounidenses le prestaran una atención repentina a la organización People of Praise (gente de alabanza, en inglés), un grupo cristiano con el que se la asocia. Sin embargo, ella insiste en que sus creencias religiosas no influencian sus decisiones.
Hasta ahora, Barrett ha evitado estratégicamente fuertes definiciones sobre Roe v. Wade y no se conoce su opinión sobre el fallo que garantiza el aborto, pero se sabe que piensa que los jueces pueden intentar anular precedentes, por más arraigados que estos se encuentren.
Trump asegura que no le preguntó por su posición sobre el tema, pero está confiado en que, de llegar el caso, votará como él quiere. “Puedo decir esto: ella ciertamente es conservadora en su mirada y en sus fallos. Vamos a ver cómo se resuelve esto. Yo creo que se resolverá”, le dijo este domingo a Fox News.