En Argentina, los contagios totales pasaron los 700 mil y los fallecidos acumulados ya superaron la barrera de los 15 mil. La ocupación de camas en Unidades de Terapia Intensiva se halla en un 61% a nivel nacional y un 66% en el Área Metropolitana, aunque algunas regiones con recursos escasos ya están experimentando colapsos. Los expertos explican por qué llegar al pico es “un asunto político”: aunque se perciba una disminución de las cifras en el AMBA, esto se ve compensado con los incrementos en el interior. El pico nunca se produjo en Argentina, a diferencia de otros países europeos que ya atravesaron su punto álgido de contagios y decesos, y en el presente, en el peor de los escenarios, atraviesan rebrotes. España, Gran Bretaña y Francia constituyen ejemplos en este sentido. De todos modos, los especialistas destacan que en la Argentina la cuarentena permitió evitar el colapso sanitario, manejar mejor los tiempos y sobre todo preparar el sistema para que ningún paciente se quede sin atención.
Meseta alta en el AMBA y explosión en el interior
Durante las últimas semanas, el epicentro de la pandemia se desplazó del AMBA hacia el interior del país. En promedio, la mitad de los contagios diarios pertenece a CABA y al conurbano, mientras que el 50% restante corresponde al resto de las provincias. Distritos como Santa Fe y Córdoba exhiben cifras de infectados diarios mayores a la Ciudad de Buenos Aires, cuando meses atrás eran dos de los centros neurálgicos que más destacaban por su limitada circulación viral pese a su densidad demográfica.
“Hasta hace un tiempo Capital Federal y los primeros cordones del conurbano concentraban el 95% de los casos. Sin embargo, durante las últimas semanas se mantuvieron y no siguieron creciendo; inclusive también puede advertirse una leve tendencia a la baja. Al mismo tiempo, en otras provincias como Santa Fe, Mendoza, Córdoba, La Rioja y Tierra del Fuego la incidencia del virus es altísima”, describe Soledad Retamar, docente e investigadora de la UTN Regional Concepción del Uruguay. El caso de Tierra del Fuego es emblemático: durante la última semana exhibe 300 casos por cada 100 mil habitantes. En marzo fue uno de los distritos más complicados por la cantidad de casos importados, luego logró frenar el avance del virus y flexibilizó las restricciones iniciales. Por último, como última estación de su periplo, desde agosto volvió a los problemas y los números comenzaron otra vez a dispararse.
“Al comienzo, a expensas de los casos importados, la pandemia tuvo su eje en el AMBA mientras que los brotes en las provincias eran de baja intensidad y se podían controlar rápidamente. Hoy la realidad es muy diferente: existe una especie de amesetamiento en el Área Metropolitana con un promedio de mil infectados en CABA y cinco mil en la provincia por jornada, con cierta expectativa hacia la merma porque se ha visto que durante algunos días se registraron números menores en ambas regiones. Mientras tanto en el interior hay una explosión de casos y se transita el momento de máximo aumento", apunta Leda Guzzi, médica infectóloga de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y referencia en el área.
A continuación, Guzzi comparte unas cifras que –por su contundencia– pueden servir para comprender la avanzada del Sars CoV-2 en Argentina. Del 20 de agosto al 20 de septiembre Tucumán pasó de 837 casos acumulados (desde marzo) a tener 9.253, con lo cual, en un mes multiplicó por nueve la cifra. Al 20 de agosto, Santa Fe acumulaba 4.056 casos y un mes más tarde pasó a registrar 25.518, de modo que en apenas 30 días multiplicó por seis. Córdoba, por su parte, pasó de 5.272 a 18.338 y Mendoza de 4.040 a 18.260. “El principal agravante es que el interior no cuenta con la infraestructura sanitaria que tiene la Capital y la provincia de Buenos Aires. El Ministerio de Salud de Nación está colaborando muchísimo: mandan profesionales, voluntarios para el rastreo y recursos, pero verdaderamente falta. Dios atiende en Buenos Aires, no hay con qué darle”, dice Guzzi.
Desde este punto de vista, Retamar destaca algunos datos para comparar la incidencia de los últimos días. “Mientras CABA ronda los 200 casos cada 100 mil habitantes, Santa Fe tiene 275 aproximadamente. La Rioja también es otra de las provincias con una incidencia muy alta. Jujuy, por su parte, tiene una incidencia de 190 pero viene con un crecimiento sostenido desde hace mucho tiempo; de modo que, como le ocurrió al AMBA hace dos meses, empieza a acumular casos aunque con un sistema de salud muchísimo más precario”, alerta Retamar. Y desde aquí continúa con una reflexión similar a la de Guzzi: “Ninguna provincia en Argentina tiene el sistema sanitario del que dispone la Ciudad de Buenos Aires, entonces, la incidencia que pudieron soportar sus hospitales es muy difícil que la toleren otras”. En localidades de Neuquén y Río Negro, los centros de salud están al borde del colapso, los profesionales suspendieron intervenciones quirúrgicas ya planificadas de antemano y todos los equipos decidieron volcarse al tratamiento de personas con covid-19.
Si el lector se detiene a observar los mapas de despliegue del Sars CoV-2, podrá distinguir un rasgo común subyacente, útil para comprender la expansión del fenómeno: en el interior el virus volvió a propagarse gracias a que muchas personas se dirigían al AMBA –por trabajo, turnos médicos, o lo que fuere– y regresaban a sus distritos de origen ya flexibilizados. De esta manera lo explica Retamar: “La clave para entender es que la gente retornaba a sus provincias y allí gozaban de una reapertura considerable. De este modo, las personas llegaban y se juntaban con familiares y amigos, hacían deportes en clubes y estaban relajadas porque, en verdad, estaban habilitadas a hacerlo. Luego de unos días experimentaban los primeros síntomas y se daban cuenta de que se habían contagiado y habían visto a un montón de contactos en el medio”.
El pico como decisión política
Ante la relativa estabilidad registrada en los últimos reportes, en medios hegemónicos volvió al primer plano el famoso pico. Ese del que se habla desde marzo y que, a pesar de las reiteradas definiciones de la comunidad científica y médica, su concepto –todavía– no parece haber quedado demasiado claro. La propagación viral difícilmente se frene por una cuestión fortuita, de hecho, la única manera para que lo haga es a partir del incremento de las restricciones. Basta con advertir la situación en algunos países europeos con rebrotes semanales.
“La confusión fue desde el inicio. Se anunciaban los picos y se ponían fechas como si eso fuera posible de una manera tan sencilla, como si fuera magia. Los casos no bajan de forma natural, disminuirlos depende de decisiones políticas e individuales. Ahora bien, los comportamientos ciudadanos suelen estar muy ligados a la política: es mucho más peligroso juntarme en un bar a tomar algo que hacerlo en mi casa en donde veo poca gente y todos los recaudos dependen de mí”, reflexiona Retamar. En esta línea, sigue con una hipótesis clara: los picos se diseñan. “Dependen directamente de la política: o bien, no se hace nada y se deja que el sistema se sature solo y llegamos a un momento en que la gente por decisión propia extrema los cuidados; o bien, se disponen acciones restrictivas para que bajen los contagios y se produzcan descensos más abruptos”, comenta.
Guzzi propone una explicación y luego una metáfora para graficar el fenómeno: “Para poder decir que en el AMBA, efectivamente, hay un descenso, la baja debe ser sostenida por lo menos durante dos semanas. Solo de esa manera podremos afirmar que hemos transitado el pico. Por ahora estamos en la puna, con una meseta alta donde la concentración de oxígeno es baja”. Desde su experiencia personal, de cualquier modo, percibe una merma. “En el cotidiano hay menos personas que se acercan a consultar, menos internados y un poquito de menor tensión en el sistema sanitario. Los colegas de CABA y del primer y el segundo cordón metropolitano están de acuerdo en describir una menor presión”, sostiene. Ello puede identificarse a partir del porcentaje de ocupación de camas en el AMBA, ahora estacionado en un 61%, cuando el mes pasado ese porcentaje era mayor y ascendía a 68-70%.
Presencia estatal y responsabilidad ciudadana
Desde que comenzó la pandemia, dos premisas fueron y siguen siendo fundamentales. El aislamiento (ahora distanciamiento) social y el rastreo de contactos estrechos. Esta semana el ministro Ginés González García acompañado de Arnaldo Medina, Secretario de Calidad en Salud, presentaron oficialmente los nuevos test de antígenos para detectar covid-19 y los probaron en distintos barrios de Florencio Varela y Quilmes. Se trata de una herramienta adicional que cuenta con varias ventajas: entrega los resultados en 15 o 20 minutos, no requiere de ningún equipamiento adicional para el procesamiento y la evaluación, y es 10 veces más barato que el realizado por la técnica PCR.
“Tener los resultados rápido permite tomar decisiones rápidas. De manera temprana, la persona sabe si se ha contagiado o no, y ello habilita su aislamiento en centros de salud al instante. Así, esperamos que se corten las cadenas de contagio de una manera mucho más eficiente”, anunciaba Medina el jueves. Con la detección precoz que proporciona esta nueva tecnología será posible, confían desde Salud, combatir la propagación del Sars CoV-2 por todo el AMBA y el interior. En este marco, será clave en las intervenciones que se realizan en los territorios en el marco del Plan Detectar.
Desde hace meses que no hay cuarentena. Por ello, quien todavía sostenga que “Argentina atraviesa la cuarentena más larga del mundo”, falta a la verdad. Para llegar a esta conclusión no se requiere de una investigación demasiado exhaustiva; tan solo alcanza con salir a la calle y advertir en qué se ha convertido “la nueva normalidad”. Casi es igual que la “vieja normalidad” pero con barbijos, pautas de higiene y distancia social. En este escenario, el rol de la comunicación resulta clave: la percepción del riesgo parece haber menguado y si la gente deja de tener miedo puede que se relaje, y si se relaja puede que deje de cuidarse, y si deja de cuidarse se contagia y si se contagia, representa un peligro para el resto. La presencia del Estado puede ser muy marcada, pero en cualquier caso se requerirá de la responsabilidad ciudadana, si el propósito es revertir este escenario.