No es la primera vez que una enfermedad azota y deja al descubierto la desigualdad y la ineficiencia del sistema sanitario en Salta. En 1918 y 1919 hubo otra pandemia, la de gripe española. En aquel entonces Salta se caracterizaba por la fragmentación social; se podía hablar de una composición dual de la sociedad: por un lado, existía un grupo minoritario de élites dueñas de las tierras, de la administración del comercio y de los medios de producción en general; por otro, una mayoría de la población pobre y servil. 

Había además cierta presencia de inmigrantes recientes, y grupos dispersos en el territorio pertenecientes a diferentes pueblos originarios. Existían varios padecimientos epidémicos y endémicos, por lo cual las tasas de mortalidad en general, y en especial la infantil, eran altas. En 1919, cuando confluye la gripe española con una serie de enfermedades como el paludismo, la peste bubónica, fiebres acompañadas de lesiones en la piel y una diversidad de otras enfermedades infectocontagiosas (tuberculosis, gastroenteritis, etc.), se generó una crisis de mortalidad; esto es, un fuerte aumento de la tasa de mortalidad por encima de la habitual con un consecuente desplome de la tasa de crecimiento vegetativo hacia valores negativos. Hubo entonces una reducción sensible de la población, murieron sobre todo niñas, niños, ancianas y ancianos de hogares pobres.

Sería pertinente reflexionar sobre los factores que permitieron en aquel momento el crecimiento desbordado de contagios. A principios del siglo 20 en Salta las élites económicas tenían total control del Estado provincial, a la manera de gobiernos de familia. La producción azucarera, entre otras prácticas terratenientes como la minería y la ganadería, le daban a estas élites la oportunidad de acumular grandes fortunas. 

En esta época, la provincia aún conservaba algunas cualidades de región de tránsito mercantil, pero transitaba una etapa de desplazamiento del flujo comercial hacia Buenos Aires y el Atlántico, lo cual la transformaría en una provincia de frontera, periférica, aislada en términos económicos y de infraestructura. Este nuevo esquema, implantado en una sociedad muy conservadora y tradicional, generó, además del aislamiento paulatino, una fuerte desigualdad social con impacto tanto en la educación (más de la mitad de la población era analfabeta) como en la salud. 

El sistema sanitario de aquel entonces era sumamente insuficiente para la gran diversidad de enfermedades que debía atender. Según testimonios de la época, la mortalidad infantil alcanzó a representar el 45% del total de defunciones. A principios de 1919, el periódico Nueva Época denunciaba preocupación por la alta mortalidad infantil asociada a un brote de peste bubónica. Con el ingreso de la gripe española, a mediados de año, la situación empeoró mucho más y la mortalidad tuvo un crecimiento súbito.

La gripe española ingresó al país en 1918, su primera oleada ocasionó ese año una mortalidad no habitual para la época, en términos de muertes por gripe, de 2.237 fallecimientos, en el cual la participación de Salta fue del 6% de los casos, es decir alrededor de 130 decesos. El año siguiente, el de la segunda oleada, la mortalidad por gripe en la Argentina se multiplicó por 5 y dejó un saldo de 12.760 muertes. De este total, unas 1.706 muertes fueron en Salta, el 13,3% del total nacional siendo que la provincia apenas contenía el 1,8% de la población del país

La mortalidad por gripe en Salta se multiplicó por 13 de 1918 a 1919, al punto de que en 1919 tuvo el valor relativo de mortalidad por gripe más alto de todo el país: 121 cada 10.000 habitantes, en contraste con lo que ocurría por ejemplo en la ciudad de Buenos Aires donde se registraron apenas 4 fallecimientos por gripe cada 10.000 habitantes ese mismo año. 

A su vez, la tasa de mortalidad total (no sólo por gripe) en la provincia tuvo en 1919 un crecimiento muy significativo, creció un 58% con respecto al año anterior, siendo ya alta en 1918: pasó de 26 cada 1.000 a 41 cada 1.000 habitantes. Esto quiere decir que en 1919 falleció el 4,1% del total de la población salteña, una de cada 24 personas. Este notable incremento de la mortalidad total, sumado a la falta de instituciones sanitarias, hacen verosímil suponer que la gripe impactó en la mortalidad de la población aún en mayor medida de lo que expresan los datos oficiales.

La mortalidad de la gripe empezó a crecer en mayo de 1919, al punto de que se estima que en ese mes el 60% de las muertes en la ciudad de Salta habrían sido consecuencias de la gripe. Habría comenzado en los cuarteles, y rápidamente se trasladó y se ensañó con la clase pobre de los suburbios de la capital y del interior, donde las condiciones de vivienda facilitaron mucho su propagación. 

Pese a la solidaridad de los médicos, que según testimonios de la época atendían gratuitamente a quienes no podían pagar la atención, la crisis de muertes fue en algún punto infranqueable; la falta de asistencia y de insumos para el tratamiento son parte de la explicación. En algunos puntos del interior de la provincia la situación fue catastrófica: la disminución de la población de Chicoana fue significativa, en Orán hubo cadáveres insepultos durante semanas, en San Antonio de los Cobres (en ese entonces capital del Territorio Nacional de Los Andes) se enfermaron 4 de cada 5 personas

El incremento de la mortalidad fue mayor en los departamentos pobres del interior salteño, especialmente aquellos ubicados en la zona oeste de la provincia, con una economía de subsistencia para la mayoría de la población, con las mayores tasas de analfabetismo y en los cuales prácticamente eran inexistentes las instituciones sanitarias a las cuales acudir. En 6 departamentos de la provincia la mortalidad de 1919 fue el doble o más que la mortalidad promedio de aquellos años. Podemos mencionar el caso de San Carlos, que tuvo ese año una tasa de 60 decesos cada 1.000 habitantes: el 6% de la población, uno de cada 17 habitantes, falleció ese año.

Por otro lado, es importante destacar que la reacción social que hubo frente a la pandemia de la gripe española también fue un factor impulsor de los contagios. Al igual que en la actualidad, donde parte de la sociedad reacciona frente a la expansión de la enfermedad covid-19 desafiando las recomendaciones médicas y atacando las medidas propiciadas por la autoridad gubernamental tanto nacional como provincial, congregándose en marchas anticuarentena organizadas por la oposición política desde las redes sociales, en 1919 también hubo manifestaciones populares contra las medidas que desde los sucesivos gobiernos se pretendían imponer a los fines de combatir la propagación de la epidemia. 

Estas manifestaciones, entonces como hoy, finalmente contribuyeron a la propagación de la enfermedad. En aquel momento, la mayoría de las manifestaciones sociales en Salta fueron procesiones religiosas pero también reuniones sociales organizadas por las élites. Los sectores altos de la sociedad salteña pensaban que la gripe española no los podría alcanzar por su estatus social, mientras que la iglesia, que cumplía un rol político central, y sus fieles, seguían recurriendo a viejas prácticas como formas de protección frente a la enfermedad a partir de atenuar la ira divina. Como plantean Carbonetti, Rivero y Herrero, toda epidemia es un hecho disruptivo, y no en términos estrictamente biológicos[2].

Hoy, Salta enfrenta el desafío de aprender de su historia para no hacer de este hecho disruptivo una nueva crisis de mortalidad como la sucedida en 1919. Entender la dimensión del riesgo no solo depende de tener memoria histórica sino también de conocer el presente: la pandemia de covid-19 ingresó a la provincia en un escenario sanitario complejo

Si bien la situación no es idéntica a la de hace un siglo, ya que algunas enfermedades de esa época ya no son endémicas, y el sistema sanitario ya no es arcaico pues hubo en la región lo que se denomina una transición epidemiológica, prevalecen otras enfermedades cuya superposición a la nueva pandemia incrementa el riesgo de vida, ya sea por falta de atención o por comorbilidad. 

A principios de mayo de este año, se informó que hubo más de 5.100 casos de dengue registrados en la última campaña. Se suman al cuadro de situación los problemas propios de la pobreza (la desnutrición, la falta de acceso al agua, malas condiciones de hábitat, etc.); como también la fuerte incidencia de enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) en la población general. 

En octubre del 2019, es decir 6 meses antes de que se introduzca el covid-19 en Argentina, el INDEC informó que el 32% de los hogares salteños son pobres, y la indigencia llegaba por entonces al 8% de la población provincial, cifras que superaban ampliamente la media nacional. A la fecha, según los medios locales, la cifra de niñas y niños muertos por desnutrición superan los 35 casos reportados en lo que va del 2020. Así mismo, según la 4ta encuesta nacional de factores de riesgo (2018), cerca del 28% de la población provincial de entre 5 y 65 años tiene precondiciones de salud regular o mala a causa de las enfermedades crónicas no transmisibles.

La yuxtaposición de factores como un sistema sanitario escasamente previsto para darle combate a la pandemia del covid-19, un sistema político provincial que improvisa en la aplicación de medidas, una sociedad escindida tanto en lo social como en lo económico y en la cual sobresalen las marchas de intolerancia política en contra de las medidas públicas de cuidado, y la preexistencia de otras epidemias y endemias; en conjunto describen un estado de situación socio-político y sanitario sumamente delicado. 

Esto permite inferir que las y los salteños enfrentan fehacientemente la amenaza de atravesar próximamente una nueva crisis de mortalidad. Crisis así, por covid-19, ya sucedieron en lugares como Guayaquil, Lima o Manaos, por mencionar solo algunos de este continente. Ya existen indicios de un importante aumento de la mortalidad en Orán y Tartagal, y más recientemente en Salta Capital. La respuesta social deberá ser de ahora en más unívoca: respetar las medidas recomendadas, permanecer en aislamiento tanto como se pueda y reclamar con firmeza medidas urgentes para el fortalecimiento del sistema sanitario. De lo contrario, la crisis de mortalidad de 1919 dejará de ser una experiencia olvidada para ser el antecedente más cercano de un presente insoportable.

* Investigadora en la Consultora JWC

[1]A.C.A. Carbonetti, N. J. Gómez, V. E. Torres; La gripe española y crisis de mortalidad en Salta, Argentina. A principios del siglo XX - Revista HistoReLo; Vol. 5, No. 10/julio-diciembre 2013; ISSN: 2145-132X.

[2]A.C.A. Carbonetti, M.D. Rivero, M.B. Herrero; Políticas de salud frente a la gripe española y respuestas sociales. Una aproximación a los casos de Buenos Aires, Córdoba y Salta a través de la prensa (1918-1919) - Revista Astrolabio, Nro 13, 2014