Sentado en una de las sillas que integran el círculo de invitados a la presentación del Plan de Políticas Ambientales en la Quinta de Olivos, Jonatan Castillo se retuerce las manos nervioso. Hace frío y a unos metros están el presidente Alberto Fernández y el ministro de Ambiente, Juan Cabandié, quienes lo convocaron como referente del movimiento cartonero para que explicara el aporte que pueden hacer los recicladores urbanos en el diseño de políticas ambientales. "Si no fuera por los cartoneros, si no fuera por esas manos recuperando material en la basura todos los días, el mundo tendría una crisis de basura mucho más grande", explica Castillo, unos días después, en diálogo con PáginaI12. Tiene 33 años y es el presidente de la Cooperativa Recicladores Unidos de Avellaneda, en donde trabajan 170 personas. Militante de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR-MTE), Castillo se refiere a las herramientas que pueden aportar los recicladores urbanos al diseño de políticas públicas, así como al trabajo diario de la cooperativa y a la importancia de la organización en el sector.
- ¿Cómo se conformó la cooperativa?
- Hace dos años y medio, el municipio de Avellaneda implementó una gestión de Basura Cero que tenía el problema de que se llevaban todo el material reciclable. Los camiones pasaban y se llevaban todo, no dejaban ni un pedazo de cartón. Ahí vimos que muchos compañeros estaban empezando a pasarla peor de lo que ya la estaban pasando, así que empezamos a organizarnos: nos motorizamos, algunos compañeros compraron una camionetita o una moto, y empezamos a jugar carreras para no estar en desventaja. Nos juntamos con la gente del Municipio y les reclamamos que teníamos que formar parte de la gestión de reciclado porque éramos nosotros los que, cartoneando, estábamos llevando a cabo la tarea de reciclado hace décadas. Ellos tenían una planta de reciclado en el Eco Punto municipal que estaba parada hace años, fue un tira y afloje, pero al final nos terminaron reconociendo con un convenio dentro de Eco Punto y creamos la cooperativa. Fuimos organizándonos con 20 compañeros y hoy, dos años después, somos ya 170.
- ¿Por qué es tan importante que se invite a las y los cartoneros a discutir políticas públicas?
- ¿Por qué no los invitarían? Si son los que llevan a cabo la tarea más importante. Si no fuera por los cartoneros, si no fuera por esas manos recuperando material en la basura todos los días, los océanos estarían mucho más llenos de plástico y el mundo tendría una crisis de basura mucho más grande. Nosotros siempre tratamos lo reciclable y tenemos un montón de herramientas para ayudar y aportar para promover políticas ambientales. Todos los compañeros y compañeras saben qué hay que separar, cuánto tarda el material en degradarse. Más allá de la lucha por los humedales, con las que estamos de acuerdo, ¿quién tiene la posta sobre el material reciclable? Son las manos de los compañeros las que tienen la experiencia, y no tienen vergüenza, de revolver la basura. Podemos aportar muchísimo, podemos aportar a los mismos compañeros y su experiencia, que vale más que mil palabras, miles de firmas o miles de pesos.
- ¿Cuándo arrancó a cartonear?
- Mi viejo es cartonero desde hace años, yo me crié entre bolsones y materiales reciclables. A los 12 años empecé a ir al basural que había al lado de mi casa. Después el Ceamse cerró y salí a la calle a tirar del carro y a ganarme el pan de todos los días. Laburé un tiempo en blanco, pero es increíble lo que explotan los garcas esos y todo para llenarles los bolsillos a ellos. Así que me pregunté: ¿por qué no voy a ser cartonero yo también?
- Una de las medidas anunciadas en Olivos fue el plan para erradicar los basurales a cielo abierto. ¿Qué opina? ¿Qué otras cosas faltan?
- Ya de por sí trabajar en un basural a cielo abierto es indigno. Nosotros nos ganamos la vida revolviendo la basura, pero laburar en una montaña de mugre con carne podrida, con el olor, con la tierra que es medio poceada y canalada. Tener que surfear la tierra con bolsones al hombro de 100 kilos para llegar a una camioneta que está 200 metros que te compra el material muy barato. Son condiciones muy feas, muy distintas a una planta de reciclado en donde estamos organizados. Estaría bueno que lo que se lanzó en Olivos sí se plasme, que no quede sólo en la invitación. Quedan muchos compañeros por reconocer todavía, nosotros somos 20 mil, pero creemos que hay como 100 mil en todo el país. Nosotros los que estamos reclamando es que estos compañeros tengan un baño donde lavarse las manos y hacer sus necesidades, un galponcito en donde acoplar su material y no tengan a dejárselo al galponero que tiene la balanza pinchada y te marca un peso que no es, unas enfardadoras para enfardar el material y poder venderlo y reinsertarlo sin ningún intermediario a un precio digno. Además, queremos poder darle valor agregado al material, que salgan pelotitas plásticas y reinsertarlo en la industria a otro valor. Y de ahí que todo salga para los compañeros, para que puedan armar un sueldo.
- ¿Cómo es trabajar en la cooperativa en este contexto de pandemia?
- Está jodido. Nosotros implementamos un protocolo en la planta, en donde somos 35 compañeros. Nos dividimos en dos grupos: 15 trabajan un día, 15 trabajan otro. Hay cinco compañeros de riesgo, pero dentro de la planta no tuvimos contagios todavía. Nosotros además cumplimos con el protocolo de FACCyR y dejamos estacionar los bolsones 48 o 72 horas. Lo ideal sería una semana, pero no podemos dejarlo tanto tiempo porque si no ¿qué comen los pibes? Nos comen a nosotros. Los 135 compañeros que están en las rutas son los que tienen más miedo, porque son los que están más expuestos: ellos son los que manipulan el material del día, ellos sacan la basura. Y pasó que ya tuvimos algunos casos de covid en las rutas. Estamos todos preocupados, pero ya a esta altura la mayoría se fue relajando. Toda la población se fue relajando. A cuatro cuadras de mi casa está el Acceso Sudeste que tiene un espacio verde y se llena de camionetas, de gente con guita. Y eso duele porque la gente en los barrios la está pasando muy mal y ellos tienen la posibilidad de quedarse adentro, pero no, creen que tienen derecho a decidir sobre la vida de la gente.
Informe: María Cafferata.