Los equipos argentinos afrontarán desde el martes su tercera semana en la Copa Libertadores con la autoestima por las nubes. La pandemia los forzó a medio año de receso. Pero en la cancha y en los números, el parate fue imperceptible: de los diez partidos que jugaron, ganaron seis, empataron dos y perdieron otros dos (Racing con Nacional de Montevideo en Avellaneda y Tigre ante Guaraní en Asunción) con una cosecha de 20 puntos logrados sobre 30 posibles.
De los cinco equipos participantes, sólo Tigre anda cerca de quedar eliminado. Boca y Racing están virtualmente clasificados para los octavos de final, River puede arrimarse si el miércoles derrota a San Pablo y Defensa y Justicia mejoró sus chances tras sus victorias en Florencio Varela ante Delfín de Ecuador y Olimpia de Paraguay y dará pelea. O sea, aún en desventaja y fuera de ritmo, los clubes de nuestro país una vez más han dejado a salvo su competitividad. Y los jugadores, su jerarquía.
Pero no convendría pagar por estos triunfos más de lo que realmente valen. Ni batir demasiado pronto el parche del optimismo. En todo caso, que los equipos argentinos hayan podido sobrellevar o disimular una inactividad tan extensa y sacado buenos resultados ante rivales que en algunos casos, vienen jugando y entrenándose desde junio, remite a un contexto deprimido, de baja categoría. El fútbol sudamericano está en crisis. Y esta rara edición de la Copa Libertadores en medio del coronavirus, hasta ahora no ha hecho otra cosa que ponerlo en claro.
Ni siquiera asoma poderoso un equipo como Nacional de Montevideo, que ganó los cuatro encuentros que jugó. Y llama mucho la atención la version mediocre que han ofrecido San Pablo, Libertad, Independiente Medellín, Alianza Lima y Olimpia en sus partidos con los argentinos. Ni hablar de Binacional de Perú, al que River le marcó 14 goles en sus dos enfrentamientos y que carece de la categoría mínima que debería tener un participante del maximo torneo continental a nivel de clubes.
Sin espalda económica para retener a sus mejores jugadores, a los que deben vender ante la primera oferta para poder subsistir, la mayoria de los equipos sudamericanos se desmembran cada seis meses. Y en las idas y las vueltas de las compraventas se van empobreciendo. Porque no hay billetera para reponer un futbolista de jerarquia por otro similar. La pandemia ha golpeado duro a todos y la mayoría de los clubes afronta la Copa Libertadores con menos de lo que antes tenían. Los argentinos parecen haberse acomodado algo mejor a esta realidad. Y por eso les ha ido bien en este regreso. Pero a no engañarse: tuvieron poquita cosa enfrente. En verdad, no le ganaron a nadie.