El nombre de Julio Navarro es noticia porque, de manera reciente, fue incluido en “Citation laureates”, un pronóstico que habitualmente realiza la prestigiosa compañía de datos científicos “Clarivate Web of Science” en base a la cantidad de citas de papers que los diferentes investigadores alrededor del mundo cosecharon en el último tiempo. ¿Ello que implica? Que Navarro posee buenas chances de ganar –nada menos que– el Nobel de Física este año. Nacido, criado y crecido en Santiago del Estero, este científico de 58 años –de acento híbrido y un gran sentido del humor– cursó sus estudios primarios y secundarios en la capital de aquella provincia y luego se mudó a Córdoba para licenciarse y doctorarse en Astronomía. Era tal su pasión por las simulaciones computacionales que, de joven, todas las noches se metía de contrabando en un salón para culminar los experimentos que no lograba concluir durante el día. Como estudiaba en plena dictadura, una vez lo vieron saltar una reja y lo detuvieron por 48 horas. Amante de las empanadas, del folklore y del fútbol, el presente encuentra a este santiagueño como profesor e investigador de la Universidad de Victoria (Canadá), desde dónde se ha convertido en una voz internacional autorizada en formación de galaxias, cosmos y materia oscura. Cuando se enteró que podía ganar el Nobel se lo contó a sus hijos, que le retrucaron: “El Nobel es fácil, cuando consigas la remera de Messi hablamos”.
-Usted nació y creció en Santiago del Estero y estudió astronomía en Córdoba.
-Sí, viajé a Córdoba para formarme allí, primero hice la licenciatura y luego el doctorado. En 1989 me fui a la Universidad de Harvard, comencé a trabajar en el exterior y nunca más regresé. Bueno, vuelvo todo el tiempo a ver a familiares y amigos pero nunca por trabajo. Tengo dos hijos que son fanáticos de Argentina, así que tengo el –lindo– compromiso de viajar muy seguido. Recuerdo la pasión con la que siempre estudié e investigué, estoy metido en el tema desde hace más de 30 años. Tan metido que nunca pude salir. Mi tesis se basaba en colisiones de galaxias, rodeadas de grandes halos de materia oscura que dominan la gravedad.
-¿Qué le llamó tanto la atención del tema como para dedicarle toda su vida?
-No recuerdo por qué se despertó mi vocación pero tengo una anécdota pintoresca que quizás sirva para entender un poco. No sé si pueda contarla en este espacio.
-Por supuesto, adelante.
-Mientras estudiaba en Córdoba participaba de un grupo de investigación que había recibido un crédito. No me acuerdo bien cuál, pero el asunto es que había dinero y teníamos que gastarlo. De modo que compraron una computadora de gran capacidad para la época y, junto a unos compañeros, habíamos conseguido un código para simular colisiones entre galaxias. Así que lo implementamos. El asunto es que debíamos dejar al programa corriendo durante muchas horas para poder obtener resultados. El conflicto era que el director del observatorio en el que estaba la computadora solo permitía usarla desde las 9 hasta las 16 y nosotros necesitábamos más horas. Entonces nos las rebuscamos.
-¿Qué hicieron?
-Conseguí la llave del salón y todas las noches ingresaba y prendía la computadora para dejarla trabajando. Luego me iba y todas las mañanas, un ratito antes de las 9, volvía y la apagaba así nadie notaba nada raro.
-Se metía de contrabando. Complicado para la época, usted estudió en plena dictadura.
-Bueno, de hecho, terminé detenido una vez. Eran épocas complejas. Recuerdo que me vieron saltando una reja para ir a prender la computadora y me detuvieron en una comisaria por 48 horas. En esa época todo el mundo terminaba en la misma, ni siquiera se podía circular por las noches. Todos éramos sospechosos de algo. Lo cierto es que, más allá de la anécdota, el tema se ve que me gustaba porque para arriesgarme a prender una computadora todas las noches… Cuando ya me recibí me contacté con gente de afuera y, con la reapertura democrática, realizamos un congreso muy importante. Vinieron referentes increíbles entre 1984 y 1985, los conocí y me postulé a una beca de Harvard. A partir de aquel entonces, siempre viví afuera y realicé simulaciones numéricas para intentar comprender cómo opera la materia oscura.
-El conocimiento acerca de la materia oscura es clave para el funcionamiento del universo.
-Se trata de un eje crítico, no podemos entender al universo y el funcionamiento de las galaxias sin materia oscura. Las observaciones a gran escala que hacemos desde los observatorios astronómicos solo adquieren sentido con su presencia. Vemos que el Sol, por ejemplo, se desplaza junto a muchísimas estrellas de la misma forma en una órbita más o menos circular alrededor de la galaxia, en un plano de la Vía Láctea. Para explicar este movimiento se vuelve necesaria la existencia de una fuerza de atracción. Por tanto, es posible deducir cuánta masa hay dentro de la órbita del Sol al interior de la galaxia. Si no hay materia oscura, no se podría explicar de ninguna manera. Existen pruebas de que existe, lo único que resta es comprobarlo de forma experimental, pero estimo que no faltará mucho.
-Se ve que la materia oscura está en agenda porque un colega suyo, Javier Tiffenberg, hace poco fue reconocido por sus aportes experimentales en el área…
-Sí, lo conozco. Javier es mucho más joven que yo, por supuesto. Él trabaja con un abordaje más experimental con detectores de alta precisión de materia oscura. Es muy capaz, sus aportes desde el Fermilab de Chicago (EEUU) son notables. Lo mío es más teórico, me concentro en modelos numéricos y computadoras. Hacemos simulaciones, construimos hipótesis al respecto de lo que podrían ser las propiedades de la materia oscura. Asumimos esas propiedades y las volcamos en una computadora, que ejecuta modelos en base a la información que ya tenemos. Datos que provienen de las observaciones que la astronomía hace y viene haciendo desde hace mucho tiempo.
-Qué interesante. Realizó más de 140 publicaciones en revistas científicas y obtuvo distinciones y galardones de todos los colores. Con razón su nombre resuena como un posible candidato al Nobel de Física.
-Me siento un veterano del fútbol. Insistí tanto en esto que algún reconocimiento me tenían que dar. Quiero aprovechar la oportunidad para decir que soy de Boca, como cualquier argentino de bien. Cuando vi mi nombre entre los posibles candidatos me puse muy contento. Pero debo ser cauto, no sé cuántas chances reales tenga de ganar. Mis investigaciones tienen un impacto alto, porque fui muy citado por mis colegas pero realmente no sé cómo se traduce ello en posibilidades verdaderas. Los de Citation Laureates muchas veces la pegan con los pronósticos pero otras no. Como el astrólogo Horangel, que solía predecir: “Hoy puede haber un terremoto o no”. Y claro, siempre, de cualquier manera tendrá razón. Para mí ganar el premio Nobel estaría buenísimo, es un galardón muy importante.
-El año pasado se lo dieron a James Peebles, un cosmólogo…
-Sí, claro, un gran cosmólogo canadiense que lo conozco mucho. De hecho, ¿te acordás que te dije que teníamos un programa que debíamos dejarlo correr toda la noche y me metía de contrabando a encender la computadora? Bueno, ese programa lo había traído al país un compañero nuestro de Córdoba (Diego García Lambas) que había trabajado en el equipo de James.
-Es que el mundo es pequeño.
-Exactamente, es lo que suelo decirles a mis estudiantes en broma: “Este planeta me quedó chico”. Por eso, no contento con ello, preferí estudiar galaxias.
-Por último, ¿qué es lo que más extraña de Santiago del Estero?
-Lo que más extraño son las empanadas y el folclore. Pero el fútbol también, muchísimo. Aquí es soccer, pero a mí me gusta el fútbol. Así, bien argentino. Cuando le dije a mis hijos que tenía posibilidades de ganar el Nobel se rieron y me dijeron: “El Nobel es fácil, cuando consigas la remera de Messi hablamos”.