Un presentador, suerte de maestro de ceremonias nos recibe y saluda por nuestros nombres. En el mundo del zoom es más fácil identificarnos y en un primer momento logramos una existencia en la escena virtual, como si la puesta en escena nos incluyera. Después llegará la instancia de silenciarnos y borrar nuestra imagen como si las luces se apagaran en una sala. Pero nuestro vínculo allí, con esa figura que nos introduce al mundo perfomático de 20 estrategias para negar la realidad, no desaparece y volverá a contarse a lo largo de la obra.
Esta propuesta que tiene como coordinador general a Gustavo Tarrío pero que fue escrita y realizada por los trece actores y actrices que la componen, instala procedimientos en su trama que permiten una intervención, a veces más evidente y otra más vedada, del público. De algún modo, 20 estrategias para negar la realidad “está pensada como una extensa y elaborada conversación entre quienes actúan y quienes miran, a partir de identificar las singularidades de esta narración virtual y capitalizarlas para construir un lenguaje diferente a la transmisión de una obra por streaming. Aquí los textos operan como pensamientos, una estructura abierta para entender lo real desde una virtualidad cada vez más totalizadora. La vida conectiva podría analizarse como un gran refugio, una estrategia de negación, una utopía aséptica que no nos conforma. El dispositivo compuesto por Carolina Alonso, Juan Brousset, Vicente Bustos, Dolores Cano, Joaquín Fioroni, Mariana Kesselman, Santiago Kuster, Andrea Ortego, Valentina Pagliere, Malena Schnitzer, Florencia Schrott, Joaquín Sesma y Mónica Zwaig se propone romper con la idea de expectación para que ese período en escena sea asimilado por quien lo mira como una experiencia.
Por eso se llama a escribir en conjunto el texto de una canción que interpreta una de las performer, asumiendo la dislocación de la letra, o se convoca a algún espectador o espectadora a participar de una entrevista donde será protagonista excluyente en una concepción más amplia de la noción de actuación. Pero uno de los momentos más inquietantes se produce cuando vemos en la escena virtual las fotos de nuestras redes sociales. Aquí la dramaturgia se contagia de nuestra intimidad pública. Lo que exponemos en las redes pasa a ser parte de una escritura dramática que nos impacta porque nos descubrimos en ella, porque sabemos que somos nosotrxs, en esas caracterizaciones que armamos para nuestrxs seguidorxs y contactos. Entonces la idea de una presencia o ausencia del público está problematizada, intercalada en una narrativa que no se termina en la mirada. Si en las épocas del teatro presencial nuestra asistencia constituía un factor dramático, un elemento indispensable para que la situación ocurriera, esta obra busca que la impronta de quien mira marque el transcurso de la representación, lo condicione y particularice, incluso con el riesgo de someterse al azar de esas intervenciones.
También los actores y actrices comparten su historial de búsqueda en google o algunas imágenes o textos que forman parte de su diario en las redes. La obra procura que la imagen no quede reducida al interior de las casas de cada participante. El armado visual enlaza esa convivencia con la pantalla multiplicada, intervenida. La cotidianidad virtual impulsa la construcción de ficciones. Esta obra concibe la dramaturgia desde las posibilidades técnicas del dispositivo. No hay aquí una voluntad de recrear una obra desde la similitud con las formas teatrales del convivio sino una exacerbación de la tecnología que permite la comunicación en tiempo real con lxs espectadorxs.
20 estrategias para negar la realidad se presenta los lunes a las 21. Entradas enwww.alternativateatral.com/20-estrategias-para-negar-la-realidad