Así como el sistema suele desvalorizar a los ancianos, el documentalista Víctor Cruz se propuso todo lo contrario en ¡Que vivas 100 años!, un documental que celebra la vida más longeva. Se trata de una película sobre ancianos en regiones muy distantes del mundo que han alcanzado o están por alcanzar los 100 años de vida y que comparten una excitante pasión por vivir. No importa cuántos años hayan cumplido, sus sueños siguen dando sentido a sus vidas. Una madre de 109 años con sus hijos de 90, un policía dando clases de salsa, un piloto jubilado que sueña con volar, un jinete centenario, una banda pop de abuelas japonesas… Todos ellos demuestran que es posible vivir muchos años y estar en forma y disfrutar de la vida. El film se estrena este jueves 1º de octubre en la plataforma Cont.ar y se podrá ver el domingo 4 a las 22 por la Televisión Pública.

En 2012, Cruz viajó a Costa Rica para realizar unos documentales sobre humedales, y al llegar curioseó un poco qué había en ese sitio. Le comentaron que la Península de Nicoya era famosa por la cantidad de longevos que tenía. “Fui a ver a un señor, Calixto, que en ese momento tenía 85 años, y me recibió muy efusivamente. Vi que estaba con un montón de sus descendientes”. Calixto le comentó a Cruz: “Vamos a ver a mi mamá”. Y fueron. En ese momento, la señora tenía 106 años. “Quedé fascinado con Panchita, que es una de las protagonistas de la película y que, al momento de filmar mi documental, ya tenía 109 años”, relata Cruz.

El documentalista se topó con una investigación que indagaba en los motivos del por qué vivían tantos años ciertos habitantes de Nicoya. Y esa investigación también daba cuenta de otros lugares del mundo donde hay una alta concentración de longevos. Además de Nicoya (Costa Rica), sucede lo mismo en Cerdeña, Italia; Okinawa, Japón, y la zona azul de Loma Linda, en California, Estados Unidos. Excepto esta última, Cruz se concentró en los lugares mencionados. Realizó un viaje a cada uno de ellos con su equipo.

"Cuando conocí a Panchita me alucinó: una mujer con mucha vitalidad, mucha energía y sentido del humor. Compartí una tarde con ella y con sus dos hijos", comenta Cruz. "Cuando estábamos ahí, me di cuenta de que era una reunión de dos hijos de casi 90 años con su madre de 106. Me pareció una cosa increíble. Me dio muchas ganas de compartir esa sensación pero todavía faltaba para que empezara a recorrer el camino en busca de otros personajes y lugares", agrega el documentalista.

-Es una película que celebra la vida antes que focalizar en la inminencia de la muerte. ¿Cómo lograste el tono?

-Las personas que yo conocí piensan más en el presente que en el pasado y no están pensando en la muerte. La inminencia de la muerte no es algo que los perturbe sino que ellos piensan en el día a día, en lo que van a vivir al día siguiente. Eso me pasó con casi todos. Hay un concepto japonés que es el de “Ikigai”. Quiere decir "la razón de vivir" o “la razón por la que te levantás cada mañana”. De los protagonistas que conocí me sorprendió -y me dio el tono de la película- que vivían en tiempo presente, sabían cuál era la razón por la que se levantaban todas las mañanas, tenían proyectos y no estaban pensando en la muerte.

-¿Llegaste a alguna conclusión acerca de por qué algunas personas viven tantos años? ¿Te contaron alguna cuestión científica?

-Arranqué por lo científico para entender qué era lo que pasaba. Y la longevidad se basa en cuatro pilares. El primero es el genético. Hay una herencia genética en personas que tienden a vivir más. Pero la herencia genética sólo contribuye entre un 20 y un 25 por ciento en la expectativa de vida. El 75 por ciento restante tiene que ver con el estilo de vida. Y dentro del estilo de vida, lo que contribuye a la longevidad es el tipo de alimentación, el hacer ejercicio moderado y constante a lo largo de toda la vida y el último tiene que ver con los lazos familiares, afectivos, los lazos sociales y que haya un entorno favorable para que puedan vivir tanto tiempo. O sea que no se trata de una decisión individual. Uno de los científicos con que me relacioné y que investiga todos estos temas de la longevidad me decía que al centenario no se lo construye por sí solo sino que se necesita de todo el pueblo. Eso me parecía muy fuerte y es un poco lo que sucede en la película: los protagonistas tienen fuertes vínculos afectivos con la familia y amigos.

-¿Buscaste un tono de ficción al evitar lo más posible las entrevistas?

-Totalmente. Al principio, como era muy interesante todo esto relacionado con la longevidad, me daban ganas de contar algo al respecto. Y pensé que, a lo mejor, tenía que haber entrevistas o una cuestión así. Pero después me incliné directamente por las historias y le di forma de cuentos documentales, porque son narraciones cortas de las historias de cada uno de estos lugares y de cada uno de los protagonistas. Es una mezcla de documental observacional y algo de ese juego de ficción. Por eso, decidí llamarlos "cuentos". A veces, lo estrictamente documental no alcanza para contar ese universo. ¿Cómo contás los sueños a través de un documental? Y a mí me interesaban mucho los sueños de esta gente. Entonces, trabajamos y hablamos mucho sobre lo que soñaban, las expectativas que tenían y le dimos una forma en conjunto que fue la que finalmente tomó la película.

-Es un documental que va a contrapelo de los valores del sistema. Todo el tiempo se habla peyorativamente de los ancianos, que son la franja etaria que no produce, por ejemplo. ¿Buscaste que tu película ayude a que los ancianos sean más valorados en este mundo?

-Yo creo profundamente que deberían ser más valorados. Es exactamente lo que vos decís. Como vivimos en un sistema que sólo valoriza lo productivo, cuando una persona deja de ser productiva o pasa a ser menos productiva pierde su jerarquía en la escala social y familiar. Entonces, ya no es alguien que se piense que tenga algo para dar sino que pasa a ser una carga. Por lo menos, así es cómo vivimos nosotros en las grandes ciudades. Es un peso familiar. En estos lugares, descubrí que hay otra vejez posible, donde todas estas personas mayores todavía tienen mucho para dar, mucho para ofrecer, y son importantes en esas comunidades. Pero tiene que ver con un sistema de valores que es distinto. En estos tres lugares, lo productivo no es lo que está primero en la escala de valores sino lo afectivo y los lazos familiares. Cuando empezás a construir desde ahí, todo se acomoda. Me refiero a Nicoya, Cerdeña y Okinawa. Okinawa tiene un sistema de vida distinto a Tokio, que es híper competitiva como Nueva York y Londres. Pero en estos lugares sentí que había tiempo para compartir. Nadie está demasiado ocupado para que en una tarde no pueda ir a visitar a un amigo y charlar una hora, a su abuelo o ir a visitarse entre personas mayores. Sobre todo las personas que están edad productiva te dan ese tiempo. Y se arman lazos muy fuertes. Nosotros lo hemos perdido en la vorágine.