Zurita, verás no ver 8 puntos
Chile, 2018.
Dirección y guión: Alejandra Carmona Connobbio.
Duración: 75 minutos.
Intérpretes: Raúl Zurita, Pablo Schöndffelt, Juan Castillo, Isabel Anitat, Carlos Cabezas.
Estreno: en plataformas Google Play y YouTube.
El agua del mar es un músculo que se estira y se contrae a cielo abierto, tensándose sobre las playas angostas. Enseguida, las estrías del desierto se extienden secas (sequísimas) entre los acantilados y las montañas, donde Chile casi se abraza al Perú. Ahí, en la localidad de Pisagua, fue descubierta hace 30 años una fosa común en la que permanecían ocultos los cadáveres de veintiún personas fusiladas y desaparecidas en los primeros años de la dictadura de Augusto Pinochet. En lugar de descomponerlos, las características alcalinas del suelo habían convertido a los cuerpos en estatuas de piedra, conservando en sus rostros el gesto mismo del momento en que la vida les fue arrebatada. Las escenas de la exhumación, registradas con la textura precaria del VHS, contrastan con el prístino HD de lo anterior. Al regresar al desierto, después de un fundido a negro, se escucha al poeta Raúl Zurita recitar en off el poema “Canto a su amor desaparecido”. Es inútil citar cualquiera de sus versos, porque no hay forma de que la lectura transmita la angustia y la desesperación sobrecogedora contenidas en la voz de Zurita, que se acopla con precisión dramática a las imágenes que la acompañan.
Dirigido por Alejandra Carmona Connobbio, el documental Zurita, verás no ver es a la vez un retrato y un homenaje a ese poeta cuya obra retrata de forma extraordinaria los horrores acontecidos en su país, pero en cuyo espejo también puede encontrar un reflejo la historia del resto de las naciones de América latina. Raúl Zurita es al mismo tiempo protagonista y personaje, narrador y narrado. El sujeto y el objeto en torno al cual se desarrolla este film al que su carácter poético no le quita la fuerza política. Como en los versos del poeta, en cada fotograma ambas cosas también se encuentran adheridas, abrazadas de manera inseparable.
Igual que registra la geografía chilena a través de extraordinarias panorámicas que revelan un uso virtuoso del drone (esa pandemia del cine moderno), la película también recorre al poeta como si se tratara de un paisaje. Zurita lleva al país trazado sobre la piel y tal vez sean los horrores de su historia, y no el Parkinson, lo que lo pone a temblar, como tantas veces tiembla el suelo de su patria. Carmona Cannobbio proyecta los recuerdos que el poeta relata en off sobre las imágenes de sus manos o su rostro siendo recorrido por las contracciones que la enfermedad le provoca. Verlo así, recitando versos que ilustran de manera definitiva el espanto, permite convencerse de que es esa memoria atroz la que lo retuerce por dentro, como si se tratara de un títere al que una mano gigante e invisible lo estrujara por dentro, arrebatándole el control sobre sí mismo.
“Arte y salud son términos disjuntos”, afirma Zurita, buscando una explicación para sus padecimientos. “Es precisamente el desajuste de tu vida con el mundo lo que crea la necesidad de expresarse y solo a través de esa herida sale el arte. Pero uno no puede perseguir el sufrimiento, porque si vas en busca de él lo vas a encontrar muy luego y sin haber escrito un puto poema.” La película revela no solo a un poeta asombroso, sino a un personaje de naturaleza única y nunca lo suelta.
“Con el arte no se derriba una dictadura ni se corrige un mundo injusto, pero sin arte y sin poesía ninguna corrección ni ninguna esperanza es posible”, dice. Los relatos de las víctimas de las dictaduras son siempre conmovedores. Pero cuando el que cuenta su historia es un poeta, alguien que maneja las palabras con maestría y es capaz de extraer de la lengua toda su potencia, como lo hace Zurita, entonces la experiencia se convierte en una epifanía en la que la belleza más excelsa convive con el horror absoluto. Retratar a un personaje así es un desafío del que Carmona Connobbio sale con vida, habiendo conseguido que las imágenes registradas con sus cámaras estén a la altura de un poeta de tal calibre.