La concepción de los videojuegos como forma de arte comenzó a ganar terreno en los apolillados circuitos académicos. Inclusive el término "arte joven" parece redundante cuando esperamos de esta disciplina autores revolucionarios y perspectivas frescas. Pero para quienes siguen poniendo las obras artísticas en un pedestal, la concepción de una forma que atraviese (y se deje atravesar) por el otro es casi un tabú.
Los mismos medios tradicionales reciclan los virales de artistas como Marina Abramovic, quien propuso un espectáculo donde dejaba que el público le hiciera lo que quisiera mientras ella permanecía parada, inmóvil. Pong, en 1972, casi que pedía el mismo tipo de transgresión de parte de sus jugadores. Esa pequeña plataforma proponía atravesar la pantalla e interactuar a través de la digitalidad. Pero, todavía hasta hace unos años, los videojuegos eran pertinentes a un espectáculo de innovación técnica y tecnológica.
"Los videojuegos jamás podrán ser arte", había dicho Roger Ebert, famoso crítico cinematográfico estadounidense, en 2005. "Nadie dentro o fuera del terreno puede citar un videojuego comparable a los grandes dramaturgos, poetas, directores, novelistas o compositores", concluía. Pero así como el mismo Ebert, el estereotipo de entender el arte en contraste con sus cohabitantes está muerto.
"La tecnología ha expandido el lienzo donde los artistas pueden pintar y contar sus historias. Como forma de arte que sólo existe en el espacio digital, los videojuegos son realmente una colisión de arte y ciencia. Incluyen muchas formas de expresión artística tradicional –escultura en forma de modelado 3D, ilustración, arcos narrativos y música dinámica– que se combinan para crear algo que trasciende cualquier categoría", escribío Chris Melissinos, curador de la exhibición El arte en videojuegos, del Smithsonian (2012).
María Lujan Oulton, directora de Game On! El arte en juego y parte de Women in Games Argentina, entra en constante diálogo con las narrativas del gaming. Parte de su misión es realizar curadorías artísticas que propongan al campo del videojuego como un espacio artístico y experimental. "Lo que distingue a los videojuegos de cualquier otra expresión artística es el lugar que la interacción tiene en ellos", apunta Luján.
"La posibilidad de inmersión que habilita. El modo en que el receptor, ese usuario y jugador, parte y protagonista de la obra, la termina de configurar. Justamente es por ahí por donde pasa mucha de la exploración en el terreno indie, hasta dónde y cómo diseñar ese diálogo. Lo que no quita que justamente haya juegos que apuesten por anular la interacción y que por alli pase su experimentacion", cuenta Oulton.
¿Por qué creés que hay resistencia a creer que los videojuegos pueden ser arte?
--Todavía hay prejuicios a vencer con los videojuegos. A nivel general, siguen siendo visto como jueguitos infantiles o violentos, asociados con la figura masculina, con deporte, disparos. Hace más ruido la mala prensa que las cosas buenas. Sin embargo, cada vez hay más eventos artísticos relacionados con videojuegos y desde ámbitos e instituciones reconocidas, lo cual poco a poco va cambiando la mirada sobre ellos. Al mismo tiempo, se van renovando las generaciones y las nuevas camadas vienen sin esa carga anti-videojuego que podemos encontrar en gente más grande.
¿Creés que es un arte "joven"?
--Definitivamente es un arte joven en edad, está en pleno desarrollo, descubriéndose a sí mismo, generando su propio campo académico: los game studies, configurando su lenguaje y terminología, porque todavía tiene mucho prestado del cine, la literatura y otros campos. Joven en tanto al público receptivo también, pero esto es justamente por ser joven en sí, porque indefectiblemente el idioma que habla es el de las generaciones juveniles.
¿Por qué importa reconocer que los videojuegos pueden ser arte?
--En un momento fue una discusión candente. Hay quienes sostienen que no necesitan pelear por el título de arte, y en cierto punto coincido. Pero lo bueno de reconocer que pueden serlo es la validación que esto implica, las posibilidades que les abre para ingresar a otros circuitos, llegar a nuevos públicos, experimentar de otros modos. El paraguas del arte abre un laboratorio donde los videojuegos pueden explorar más libremente que lo que podrían dentro de la industria en un camino tradicional. Ahora bien, definitivamente el hecho de considerar a los videojuegos como arte le aporta más al campo del arte que al de los videojuegos, así como crece el número de curadores, instituciones artísticas y artistas interesados en el medio.
La transfusión que el arte necesitaba
Cualquier profesor (más mediando la cuarentena) lo admite: es difícil que las personas interactúen con un material que se les propone desde afuera. Eso es algo que áreas dentro de los game studies como gamificación (la aplicación de sistemas de niveles, recompensas o crafteo en otros contextos) y edutainment (el uso de videojuegos como dispositivo de enseñanza) están constantemente poniendo en debate. El alumno, el público o el observador entienden con código de digital.
Un experimento curioso que replica esto es el de The Bird Museum, una galería creada en el motor gráfico Unity por Louie Zong, músico e ilustrador que jammea en programación de vez en cuando. Zong anunció vía Twitter la idea de crear una galería dedicada simplemente a dibujos de patos. La propuesta estaba abierta a quien quisiera participar. Sorprendentemente, recibió la respuesta de 250000 artistas y animadores internacionales con su propia interpretación de la consigna.
El juego se puede descargar de manera gratuita y consiste en un simulador de paseo donde se pueden admirar las obras (tanto cuadros y esculturas 3D), que cambian cada vez que se accede a la plataforma. Algo similar incluye Argentina 8-bit. "No existía ninguna presión de hacer una ilustración completa, y el objetivo era divertirse. Eso fue parte del atractivo para mí", dijo una de las contribuyentes a The Bird Museum.
El proyecto de Louie Zong es una prueba simple y accesible al espacio que el arte necesitaba para democratizarse. Tal vez sean los videojuegos quienes al fin le saquen el polvo a las estanterías de la Academia.