Página/12 habló con algunos referentes del campo de la historieta y el humor gráfico para recordar al gran Joaquín Salvador Lavado.
Daniel Divinsky fue uno de los grandes editores de Quino. Fundó Ediciones de la Flor en 1967 y publicó las primeras obras de artistas como Fontanarrosa, Caloi, Liniers, Sendra, Maitena, entre otros. Y dice: “Creo que su importancia sobrepasa el mundo de la historieta o el humor gráfico. Era un pensador que se expresaba a través de dibujitos con globitos, pero reducirlo tan sólo a eso no sería justo. Hace un rato alguien me dijo que era un sabio, Saramago decía que era un filósofo. Esencialmente era un humanista, un tipo muy comprometido políticamente contra el autoritarismo, las dictaduras y el poder nefasto de las religiones, como hijo de andaluces de raigambre republicana y anarquista”.
Divinsky señala que antes de editor fue su amigo: “Lo conocí en la librería-editorial de Jorge Álvarez, que fue quien lo publicó por primera vez. Fui a su casa a comer y nos hicimos amigos mucho antes de editarlo. Y la propuesta vino de él, así que fue casi todo lo contrario de lo que suele suceder cuando se busca a autores que venden mucho. Todos lo reconocen como un referente, más allá de los estilos de dibujo. Quino decía siempre que dibujaba mal y lo admiraba mucho a Fontanarrosa como dibujante. Su humor es universal porque alude a cuestiones que no son meramente locales: por eso pudo leerse en lugares como China, Corea o Grecia”. El editor recuerda que la primera tirada de Mafalda 6 fue de 200 mil ejemplares, hito que marcaría la profesionalización del sello.
Ricardo Siri, historietista, ilustrador, pintor y editor conocido por todos como Liniers, responde un mail desde los bosques de Vermont con su sensibilidad característica: “Quedó un agujero en el mundo con la forma de Quino. Y es un agujero enorme. En lo personal sólo me sale agradecerle. Fue una luz importante en mi camino; no como historietista, sino como persona. Gracias, Quino. Gracias”. El creador de Macanudo se expresó en redes sociales y compartió una ilustración en blanco y negro de Mafalda y Enriqueta abrazadas. Siri habló muchas veces sobre su devoción por la obra de Quino, y contó que su inspiración para crear el personaje que comparte viñetas con Fellini fue, justamente, Mafalda.
Sergio Langer, humorista gráfico, ilustrador y arquitecto, es otro de los que se sintió conmovido por la partida de Quino: “Es una gran tristeza y me conecta con lo más luminoso de alguien que alumbró el camino de infinidad de dibujantes. Creo que lo va a seguir haciendo, más allá del rumbo que cada uno transite: jóvenes, niños y adultos. Para mí fue siempre un gran referente. En mi infancia lo fui a ver; yo tenía 11 o 12 años y recuerdo que me acompañó mi hermano. Estar cerca de Quino era como que te tocara la varita mágica. Después tomé otros caminos estéticos, hice otras exploraciones y me fui despegando un poco, pero este es un momento para conectarse con su luz y su trabajo”. Langer recuerda con emoción que en 1997 Quino asistió a una de sus muestras en Recoleta: “Eso para mí fue la mega legitimación como dibujante de humor. Estoy muy agradecido a su talento y a esa luz que alumbró y va a seguir alumbrando a muchas generaciones más. Este es buen un momento para revisitar el trabajo de un gran artista”.
Al enterarse de la noticia, el ilustrador Costhanzo tuiteó: “Quino me enseñó a dibujar en clases no presenciales”. Así explicó su admiración: “Tengo 50 años y creo que mi generación creció al calor de esta trilogía de dibujantes argentinos conformada por Quino, Caloi y Fontanarrosa. Hoy se acaba de ir el último, el que más edad tenía y, quizás por eso, estábamos más preparados para una noticia así. Con los otros dos fue más sorpresivo, pero la verdad es que los tres fueron maestros de dibujo en clases no presenciales”.
Costhanzo tuvo como maestro a Carlos Garaycochea, quien también formaba parte de esa generación de humoristas gráficos, y confiesa: “Muchas veces he dibujado pensando cómo hubiera resuelto Quino determinada situación. Él nos enseñaba a contar con la cámara; era un gran director de sus propios chistes. En los reportajes él decía que le costaba mucho dibujar; a pesar de que el resultado final era muy bueno, le costaba llegar a él. En eso me siento muy identificado porque no soy precisamente un virtuoso; a mí me lleva trabajo dibujar y veía en él una gran inspiración, así que estaré eternamente agradecido”.
El periodista Jorge Halperín señala que Quino narró a otra clase media y sostiene: “Él y su Mafalda son el espíritu de una clase media en ascenso, que en los años ’60 vivía ya con una noción de mundo globalizado, en medio de infinidad de cambios y nuevas libertades, pero alentaba sueños de un mundo más justo: los jóvenes contra la guerra, el odio al autoritarismo y a las dictaduras tan en boga en esos tiempos, el rechazo a la doble moral sexual y a las imposiciones de la iglesia. Mafalda era una clase media progresista bastante distinta de muchas clases medias de estos 2000, que han levantado un monumento al individualismo y tienen como líder un millonario lleno de cuentas off shore. A pesar de la triste noticia, me parece posible que no sintamos la ausencia de Quino, porque era un hombre casi en permanente retiro, tímido, esquivo a los medios, de muy bajo perfil. Pero sobre todo porque Mafalda sobrevive a su creador, interpelando a quienes no nos gusta como el mundo luce”.
Gustavo Sala cuenta que al leer Mafalda de chico tenía la sensación de que ahí había algo más: “No era una simple historieta de aventuras, divertida, donde los personajes hacían chistes, les pasaban cosas y después te olvidabas. En las tiras de Quino había otra sustancia, otra voz, y un universo que era muy parecido al nuestro. Lo que uno veía, lo que pasaba, ese trasfondo por momentos político y social, esa reflexión. Siendo divertida y una tira que podríamos clasificar como de humor, había una cosa más densa, una dosis de realidad y de discurso que evidentemente otras historietas de la época para toda la familia no tenían”.
Como dibujante e historietista, Sala elogia la tira desde lo formal: “Cómo está dibujada, cómo está contada, el poder de síntesis quizás heredado de Charles Schulz. Con una línea, blanco y negro, y tres o cuatro cuadritos tenía potencia, era graciosa y lograba un discurso. Otro de los misterios de Mafalda es cómo puede ser tan vigente, tan actual y en tantos países sin tener referencias a todo lo que hoy nos atraviesa como cultura. Mafalda es como un tatuaje en la cabeza y el cerebro, y como en las grandes historietas hay frases, momentos, cuadritos que nos quedarán para siempre”.
César Da Col es dibujante y miembro de Banda Dibujada, un movimiento cultural para la difusión de la historieta infantil y juvenil. Cuando se le consulta por su mirada destaca: “Era un artista único, un poeta de la historieta y el humor gráfico. Su obra influyó a dibujantes de distintas generaciones, incluso traspasó los límites del ambiente, llegando a los corazones de todo el planeta. Su trabajo es un pedacito de la cultura argentina viajando por el mundo, por eso muchos lo consideramos como nuestro mejor embajador. Y semejante travesía fue posible porque, Mafalda sobre todo, es la gran excepción de la historieta nacional: en los ‘60 fue compilada en volúmenes, y pasó del periódico –que es de lectura efímera, se lee y se tira– al libro, que persiste al paso del tiempo en una biblioteca y pasa de lector a lector. Claro que Quino era 'Los Beatles' en su totalidad, pero gran parte de que el maestro sea el fenómeno cultural que es hoy en día se lo debemos a sus ‘George Martin’, es decir, a sus editores: Jorge Álvarez, Daniel Divinsky y Kuki Miller. Es imposible separar a Mafalda del logo de Ediciones de la Flor, y debemos estar eternamente agradecidos por ello. Es un día triste, sí, pero ahí están sus libros esperándonos en la biblioteca de casa, de la escuela, del barrio. ¡A zambullirse en sus páginas!”.
Thomas Dassance nació en Francia. En los 2000 vino al país para realizar un doctorado en Historia y terminó haciendo un posgrado en historieta y editando revistas. El organizador de la Noche de los Dibujantes y de Comicópolis expresó: “Es la tristeza de perder a un dibujante enorme y un humorista que era prácticamente un filósofo. En mi caso se trata de haber perdido a alguien que me acercó al idioma castellano: yo estaba en el colegio, en Francia, cuando descubrí la obra de Quino a través de los manuales de español, donde había un montón de dibujos de él. Fue mi primer acercamiento a este idioma y tiene mucho que ver con lo que para mí es una de las grandes particularidades de Quino”. Sobre el tipo de humor desplegado en las tiras, agrega: “Él demostró que se podía hacer un humor inteligente, reflexivo, casi filosófico, que no tenía fronteras. Se dice que en general el humor es algo local que maneja códigos idiomáticos o culturales que dificultan la traducción. Quino fue uno de los primeros en demostrar que se podía hacer un humor que no fuese ese humor inofensivo de los sindicatos norteamericanos con los mismos chistes de la isla desierta o el hombre de las cavernas, sino un humor universal capaz de vehiculizar ideas universales que trascienden la cultura en la que nació el autor para abrirse camino hacia todos los hombres. Eso fue Quino para mí; fue uno de los que abrió el camino para los autores que vinieron después y es un dolor inmenso perder a alguien así”.
Judith Gociol, coordinadora del Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional, expresa: “Murió uno de los humoristas gráficos más emblemáticos que tenemos en la historieta y el humor gráfico argentinos. En primera instancia por la calidad de su trabajo, tanto artística como conceptualmente, pero también por la dimensión que tomó su obra como embajadora de Argentina ante el mundo. Mafalda está incorporada a nuestra cotidianeidad, experiencia y subjetividad; marcó la vida de al menos tres generaciones de lectores y quienes lamentamos su muerte somos un nosotros inmenso: desde la Biblioteca por lo mucho que nos ayudó, pero también sus colegas, sus amigos, sus seguidores y lectores”.
Gociol destaca no sólo Mafalda sino la totalidad de su obra: “A veces pienso que hubiera sido bueno, tantas décadas después, poder leerla como un libro de historia, pero lamentablemente la vigencia que tiene es tan inmensa que le da actualidad, y ahí hay una paradoja: celebramos que siga vigente pero lamentamos que todo lo que denuncia siga igual. El mundo que disecciona y describe con tanta profundidad sigue siendo el mismo desde que empezó a trabajar hasta ahora. Su mirada aportó, aporta y aportará muchísimo si queremos cambiar o repensar esa realidad”.
El dibujante e historietista Eduardo Risso, director del festival Crack Bang Boom de Rosario, dijo: “Frente al fallecimiento de otro de los grandes como Quino, la primera sensación es siempre de tristeza… Pero la muerte forma parte de la vida y es bajo esta reflexión que siento cierta dicha, porque él tuvo el tiempo suficiente para hacer y dejarnos un legado que le permitirá perdurar en el tiempo. Hoy, para mí, nuestro querido Quino pasó a tomar su lugar en el hall de la Memoria”.
Producción: Laura Gómez.