De ojos negros y algo achinados, cejijunto, el cabello prolijamente engominado y raya al costado: así era Cesáreo Onzari, aquel delantero de Huracán que el 2 de octubre de 1924, jugando para la Selección, quedó inmortalizado en la cancha de Sportivo Barracas tras marcar el primer tanto al ejecutar un corner, en un amistoso ante Uruguay. Que de amistoso tuvo más bien poco, porque ante una multitud expectante hubo patadas a rolete, un futbolista local fracturado y hasta un bravo charrúa engayolado. El partido terminó 2-1 a favor de la Argentina, pero lo que entró en la historia fue el "gol de Onzari a los olímpicos", denominado así por el título que meses antes había logrado la Celeste en los Juegos de Francia. Finalmente la expresión se acortó a "gol olímpico".
Tras vencer 3-0 a Suiza en la final olímpica de fútbol en París, ese mismo año se organizaron dos encuentros amistosos a ambas márgenes del Río de la Plata para homenajear al Uruguay campeón. El primero se jugó en Montevideo y Argentina se trajo un nada desdeñable 1-1.
Ubicada en la zona sur de Buenos Aires, la cancha de Sportivo Barracas fue el escenario elegido para el segundo encuentro, que debió jugarse el 28 de septiembre, pero se suspendió dada la enorme cantidad de gente que acudió y que hizo que los dirigentes uruguayos exigieran la instalación de un alambrado perimetral. Una vez colocado se lo denominó -un poco en solfa- "alambrada olímpica". Asimismo, cabe recordar que tras el recorrido triunfal de los charrúas en pleno estadio parisino luego de su coronación, el novedoso festejo devino "vuelta olímpica" por todos conocida.
La revancha finalmente se jugó el 2 de octubre con casi 37.000 personas en las tribunas. La Selección Argentina salió a la cancha con Tesorieri; Adolfo Celli, Bearzotti; Médice, Fortunato, Solari; Tarascone, Ernesto Celli, Sosa, Seoane y Onzari. Su par uruguayo lo hizo con Mazzali; Nasazzi, Uriarte; Andrade, Zibecchi, Zingone; Urdinarán, Scarone, Petrone, Cea, Romano.
Se cumplía un cuarto de hora del primer tiempo. Corner desde la izquierda para Argentina. Onzari acomodó la pelota y le pegó con efecto envenenado. Nadie alcanzó a tocar el balón, que superó incluso el esfuerzo del arquero Mazzali, y tras esa rara parábola se coló junto al primer palo. Asombro general. La acción confundió a todos menos al árbitro Ricardo Varallino, enterado de la nueva regla de la International Board, que dos meses antes había reglamentado el corner como tiro libre directo. Y Varallino no dudó: señaló el círculo central e hizo sonar el silbato para convalidar el primer gol olímpico de la historia, con la rúbrica de un jugador argentino.
El tanto fue muy reclamado por los visitantes, que además adujeron una acción antirreglamentaria de la Chancha Seone, quien en dicha jugada habría empujado al 1 uruguayo. El partido se jugaba a pierna fuerte, a punto tal que Cea primero le provocó a Adolfo Celli una fractura de tibia y peroné, y luego el mismo delantero señaló al empate parcial. Pero Argentina volvió a ponerse en ventaja con un gol de Tarascone.
Luego que Andrade le pegara con saña a Onzari, el gran protagonista de la tarde, el público reaccionó arrojando botellas y piedras al campo para reprobar el juego brusco de los visitantes, que se retiraron a los vestuarios faltando cuatro minutos para el final. Fue 2-1 a favor de Argentina. El ambiente estaba tan caldeado que el Mago Scarone, atacante de la Celeste, le pegó una patada a un policía y terminó en la comisaría.
Si bien el triunfo recayó en el seleccionado nacional, fue Onzari quien marcó un verdadero punto de inflexión con su inesperado gol olímpico. El delantero -que se inició en Sportivo Boedo y luego pasó por el Club Mitre- debutó a los 18 años en Huracán, donde fue compañero de Herminio Masantonio y Guillermo Stábile. Más tarde llegó a viajar como refuerzo de Boca en su exitosa gira por el Viejo Continente.
Onzari se hizo tan famoso que hasta se lo nombra -junto a muchos otros reconocidos futbolistas de fines del '20- en "Largue a esa Mujica", aquel tango que lleva el lunfardo hasta límites insospechados, escrito por Juan Sarcione y que fue grabado en 1929 por Carlos Gardel, con las guitarras de Guillermo Barbieri (simpatizante del Globo) y José María Aguilar.
Como parte de la leyenda, el mismo Onzari llegó a contar que ni bien supo del cambio reglamentario de 1924, empezó a practicar tiros de esquina porque estaba convencido de que el factor sorpresa, acompañado de eficacia, era algo importante en el fútbol de la época. Así las cosas, aquel entrañable wing izquierdo quedó en la posteridad como el primer jugador en convertir un gol pateando desde el corner.
Por entonces se supo que los ingleses aseguraron -y siguen asegurando- que el primer gol olímpico lo marcó el 21 de agosto del mismo año un tal Billy Alston, en un partido de la Segunda División de Escocia. Que le vayan a cantar a Gardel.