“Los libros son conversaciones de vida”, dice la escritora colombiana Yolanda Reyes, ganadora del Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil, dotado de 30 mil dólares. El jurado de esta décimo sexta edición eligió por unanimidad a la autora de El terror del sexto “B” y Una cama para tres –que participará del Filbita, festival que festeja su primera década con una edición online-- por “sus aportes como escritora, ensayista, periodista, editora, promotora, librera, conferencista, bibliotecaria, activista de la primera infancia, investigadora y formadora de lectores, escritores y docentes que hace de Reyes una gran representante del mundo de la literatura infantil y juvenil en Iberoamérica”.
Reunido virtualmente por la pandemia de Covid-19, el jurado de esta edición estuvo integrado por Carola Martínez, como representante de CERLALC (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe); Cutzi Quezada, de IBBY México; Enrique Lepe, por la OEI (Organización de los Estados Iberoamericanos); Mónica Volonteri, de Fundación SM, y Rodrigo Morlesin, en representación de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). “Su literatura es profundamente humana, pues es espejo-reflejo de su realidad, ya que trasciende el contexto colombiano y da voz a los no escuchados”, planteó el jurado en el fallo de este premio que se entregará de manera presencial, si las condiciones epidemiológicas lo permiten, en la 34° Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Los últimos ganadores del Premio SM fueron el colombiano Ivar Da Coll (2014), el mexicano Antonio Malpica (2015), la argentina María Cristina Ramos (2016), la brasileña Marina Colasanti (2017), la argentina Graciela Montes (2018) y la mexicana María Baranda (2019).
Los libros de Reyes (Bucaramanga, 1959) son conocidos por los lectores argentinos; con los cuentos de El terror de Sexto “B” ganó el Premio Fundalectura 1994 y fue seleccionado en la Lista de Honor The White Ravens de la Biblioteca de la Juventud de Munich; Los agujeros negros fue elegido para la colección “Los Derechos de los Niños”, y Una cama para tres --los tres títulos editados en Argentina por Loqueleo-- también estuvo en la Lista de Honor The White Raven. La escritora colombiana es fundadora y directora de Espantapájaros, un centro cultural, librería y jardín de infantes que funciona en Bogotá desde 1990, donde se dictan numerosos talleres que fomentan el contacto con el libro y la lectura desde los ocho meses. “Un niño de seis años que entra a la escuela y ha sido criado sin libros, y otro niño de seis años que ha tenido libros, son dos galaxias distintas. Es una inequidad que es muy difícil de zanjar”, suele recordar Reyes, autora de las novelas para adultos Qué raro que me llame Federico y Pasajera en tránsito y de los ensayos La casa imaginaria y La poética de la infancia.
Reyes estuvo varias veces en el país. Pronto volverá, de manera virtual, a participar en la décima edición del Filbita. En una actividad arancelada (con inscripción previa en www.filba.org.ar), la escritora colombiana dictará una clase magistral por Zoom, La poética de la infancia (jueves 22 de octubre, a las 14 horas), en la que compartirá experiencias y reflexiones acerca de la literatura, la vida, la poética y la política en infancia, de la “experiencia humana que se teje en el lenguaje”. En la otra actividad, de acceso libre pero con cupo limitado también por Zoom (el miércoles 21, a las 17.30 horas), la autora de Volar (Fondo de Cultura Económica) hablará sobre la historia de este libro, protagonizada por Juan Diego, un niño que viaja solo porque sus padres están divorciados, y por la Señora Feroz, una mujer que viaja a Bogotá para dar una conferencia magistral.
“Las cosas que me preocupaban cuando empecé a trabajar en esto, ya no me preocupan tanto: la conciencia fonológica y fonética, el lugar de las rimas y el sonido de las palabras en la lectura alfabética, todo eso que tanto he investigado me ha dejado de importar tantísimo –reconoció Reyes en una entrevista con Página/12–. Hoy siento que lo central es pensar cómo se construye una lengua franca, que es la lengua de las emociones. Cómo hay una forma de encontrarnos en el lenguaje, cómo hay un mundo que funciona no con lenguaje sino en el lenguaje, un mundo en que las cosas de adentro se pueden poner, y mi adentro y el tuyo y el de todos se encuentran en este mundo. Eso, hoy, me parece más importante que cualquier otra cosa”.