De Público, especial para Página/12
La pérdida de biodiversidad cada vez es más grave. Tanto es así, que la acción del ser humano en la Tierra ya ha provocado que el 40% de las especies vegetales y hongos estén en riesgo de extinción, según el macroestudio El estado mundial de las plantas 2020 elaborado más de doscientos investigadores de 47 países diferentes y publicado por la New Phytologist Fundation. La amenaza que se cierne sobre la vegetación global podría tener consecuencias para la seguridad alimentaria, ya que el 30% de las especies comestibles están en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).
La cifra –dos de cada cinco plantas está en peligro de desaparecer– pone en alerta a los científicos que han participado en la publicación. Y es que, la vegetación es el mayor sustento de vida en la Tierra. No sólo a nivel alimentario, sino por lo que suponen para la salud de los ecosistemas, en tanto que la biodiversidad genética sirve de barrera para la aparición de enfermedades. Algo que adquiere importancia si se tiene en cuenta el contexto de pandemia en el que se ha publicado la investigación. De hecho, la publicación alerta de la relación directa entre las cada vez más elevadas tasas de deforestación y la aparición de nuevos patógenos.
En cualquier caso, las consecuencias de está incipiente pérdida de biodiversidad ponen en riesgo el futuro de la alimentación global, ya que la desaparición de especies vegetales tiene repercusiones directas en la forma en la que los seres humanos se alimentan. Según el informe, la escasez de especies vegetales destinadas al consumo humano es cada vez más acuciante, en tanto que sólo 15 plantas proporcionan el 90% del total de las calorías mundiales, con una gran dependencia de los monocultivos de arroz, maíz y trigo.
La situación, alertan los expertos, es aún más preocupante si se tiene en cuenta que las estimaciones demográficas hablan de un crecimiento poblacional importante de cara al año 2050, fecha en la que se podrían alcanzar los 10.000 millones de habitantes en en el planeta. Es decir, más personas y menos alimentos. Si bien es cierto que el informe resalta que en la actualidad hay un total de 7.039 especies vegetales que podrían ser orientadas al consumo humano, tan sólo 417 podrían ser adaptas a cultivos. Además, el 30% de las plantas comestibles están dentro de la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación Natural (IUCN), que las sitúa en riesgo de extinción.
La investigación señala directamente al modelo de producción agrícola industrializado como origen principal de esta pérdida de diversidad de alimentos vegetales. Desde los años sesenta del siglo XX, con la denominada Green Revolution (Revolución Verde), los campos se tornaron hacia un modelo intensivo que, dominado por los monocultivos, los nuevos planes de riego y el uso de fertilizantes, pretendía sacar un mayor rendimiento a la tierra. Esto sirvió para satisfacer el incremento de la demanda y combatir el hambre mundial, pero a su vez supuso una disminución de la variedad genética de los alimentos. De hecho, los propios agricultores locales se vieron conducidos, poco a poco y a través de subvenciones, hacia este modelo, de tal forma que muchos de los productos tradicionales han terminado desapareciendo o reduciendo su variedad.
Si bien es cierto que Revolución Verde consiguió disminuir los porcentajes de personas afectadas por hambrunas, el proceso ha terminado afectando directamente a la nutrición dietética de las poblaciones más pobres, que son quienes menos variedad de alimentos pueden consumir. Y es que, las cosechas tradicionales de autoconsumo que se fueron abandonando por la llegada de los monocultivos "eran fuentes importantes de micronutrientes como el hierro la provitamina A y el zinc", explican los científicos en el informe.
"La extinción se pospone pero no se evita"
El informe señala directamente al desarrollo de los sistemas agrícolas modernos como una de las principales amenazas. No en vano, existen otras causas, todas ellas relacionadas con el modo en el que el ser humano interacciona con las ecosistemas, como son la introducción de especies invasoras, el urbanismo y el desarrollo comercial o el propio cambio climático. Todo ello genera grandes alteraciones en la naturaleza y reduce la diversidad de especies animales y vegetales.
La publicación –que llega unos días después de que la ONU reclamase a los Gobiernos que pusieran fin a la guerra contra la naturaleza– pone de manifiesto las consecuencias que podría tener para la humanidad que un número tan elevado de plantas pueda desaparecer. Esto dinamita las posibilidades de alimentar a la población en un futuro plagado de incertidumbres, pero también socaba la capacidad que tienen los propios científicos para descubrir nuevas especies, ya que muchas de las plantas y hongos que están amenazados, ni siquiera son conocidos o estudiados por el ser humano. Se trata, según los propios biólogos, de "un cofre del tesoro" que podría proporcionar a la humanidad alimentos, medicinas o biocombustibles.
Asimismo, se detalla que la forma en la que se destruyen los ecosistemas, dejando pequeñas parcelas vírgenes, no genera la desaparición inmediata de las especies, pero si las condena: "Imagínese un desastre repentino que destruye el 90% de un bosque. Si bien algunas plantas se extinguirán localmente de inmediato, la mayoría de las especies todavía se encontrarán en el 10% de bosque que queda. Sin embargo, el área reducida significa que algunas de ellas, especialmente las plantas más raras, estarán permanentemente expuestas a niveles de población peligrosamente bajos. De esta forma, la extinción se pospone pero no se evita", explicó John Halley, profesor de ecología en la Universidad de Ioánina (Grecia) que forma parte de la investigación.
Por último, la investigación también recoge los impactos que está teniendo la pérdida de biodiversidad en el ámbito médico, ya que la desaparición de especies afecta a cientos de plantas aprovechadas para usos medicinales. El descenso de variedad de plantas atañe a la investigación farmacológica, pero también a miles de comunidades locales que no tienen acceso a medicinas industriales y dependen de la medicina tradicional. Los datos recogidos por los investigadores hablan de que el 20% de las plantas medicinales están amenazadas y el 2% en riesgo de extinción.