Luego de mostrar su temperamento en la actuación y la escritura, Vera Spinetta se estrenó formalmente en la música este 18 de setiembre, cuando lanzó su primer álbum, Terso. Aunque parezca increíble. No sólo porque se tomó su tiempo para seguir los pasos de su padre, sino también por la coyuntura en la que decidió hacerlo. Sin embargo, apelando al mandato paterno de que "sólo el amor puede sostener", el parto fue doble: antes de poner en circulación estas siete canciones, la hija menor de Luis Alberto, en medio de la distopía, trajo al mundo a Azul.
"En principio fue raro", reconoce la artista, a menos de un mes del nacimiento de su segundo hijo, fruto de la relación con el músico Juan Mango. "La idea de que nazca en casa, y además en esta época, nos generó mucha incertidumbre. Pero finalmente le encontramos la magia. Estar los dos todo el tiempo juntos, con la panza y ahora con el bebé, es increíble, porque siempre laburamos o hacemos cosas. Para Juan también es muy importante este momento. Si bien nosotras estamos más acostumbradas a parar, ellos no. Los que puedan, que lo vivan. Más ahora, que forzosamente es así."
A pesar de que su voz quedó inmortalizada por primera vez en Presión social (2015), disco del proyecto Varias Artistas (donde Lucas Martí nuclea a un sinnúmero de cantantes argentinas), Terso evidencia la identidad musical de Vera, quien alcanzará los 29 años este 14 de octubre. Y sorprende, porque quizá sea la integrante del clan Spinetta que mejor supo interpretar el legado de su padre, al mismo tiempo que lo mimetiza con una impronta en construcción. Así, este debut sabe a Privé o a Peluson of Milk desde la métrica lírica y el minimalismo sonoro, pero remojados en Thom Yorke, Homeshake, Solange y el Vespertine de Björk.
Aunque hay otra coincidencia, quizá la más tangible y metadiscursiva: ambos hicieron discos envueltos por la gracia de la paternidad y la maternidad. Mientras que el Flaco concibió Peluson of Milk antes del nacimiento de Vera, a ella le sucedió lo mismo con Terso. "Los hijos son la creación máxima. Más que eso, no va a haber", afirma ella.
"Si te animás a ser padre o madre, o incluso a criar a un hijo, no te para nada. Como persona y artista, voy a darles a mis hijos lo mejor de mí. Quiero que vean a una madre que trabaja, que lucha y que hace lo que desea. Mi viejo conjugó muy bien eso: la familia y la música. En un punto, todo es lo mismo porque trata sobre la creación."
A diferencia de en tu carrera como actriz o escritora, en la música te presentás como Vera. ¿Por qué no usás tu apellido?
--Me encanta mi nombre, ésa es la realidad. Me gusta para un proyecto. El Spinetta me parecía un montón, especialmente para un primer disco. Aunque no dejo de llamarme Vera Spinetta.
¿Por qué decidiste lanzarte ahora como solista?
--Era un deseo pendiente. Pero más por el hecho de compartir eso que estuvo siempre en mí, pero que nunca me animé a mostrar. Luego aparecieron en mi vida Pablo Bursztyn y Guido Moretti (coproductores del disco), y con ellos me dije que lo iba a hacer. Y así fue. Fue un proceso largo de aceptación personal y de crecimiento compositivo, sin juzgarme. Como no sé escribir música, de pronto te ves con un montón de trabas. Aunque si no lo tomás de esa manera, no lo son. Uno puede comunicar lo que quiere con las herramientas que tiene, si ése es el deseo.
Si bien el primer antecedente musical de tus hermanos se remonta a Pechugo, ¿cuándo te reconociste en la música?
--Cuando escuché uno de los temas que armamos para este disco. Ahí pensé que podía hacer algo serio. Mi nivel de inseguridad o de autoexigencia con la música es altísimo. No me pasa con lo otro. Soy actriz, me formé en eso y es mi zona de confort. Pero la música es un desafío más intenso para mí.
Pero ya habías cantado antes…
--Ahí me mostré como intérprete. No es lo mismo que componer. Cantar no me daba la seguridad para decir: "Ok, soy música". Todos los temas que hice fueron retenidos por mí, siempre. Le mostré dos a mi viejo antes de que muriera, con absoluto pudor. Si bien todos tenemos miedo, en algún aspecto, me alegra haber podido sortear ese momento.
En 2018 protagonizaste la película Soledad y el año pasado publicaste tu primer libro. ¿Todo es parte del mismo engranaje artístico?
--Cada uno de esos proyectos es una consecuencia del otro. Fueron años movidos porque con Soledad pude sentirme por primera vez más segura de mí misma, a nivel de creación. Entendí que había logrado lo que quería plasmar. Luego, Eclosión fue clave porque era la flecha que tenía ganas de salir. Y Terso es un disco sincero, hecho con el corazón, y en el que busqué mi identidad.
Empezaste a escribir a los 14 años. Para vos, ¿cuál es la diferencia entre hacer una poesía y una canción?
--Las letras para un tema son incluso más complejas, porque hay una melodía que la acompaña. Soy de esas personas que están un montón de tiempo buscando la palabra exacta. La poesía es más un estallido del interior. Si respetás esa catarata que te va saliendo, hasta tiene ritmo propio. Y no te tenés que acomodar nada más que a ese ritmo. Es un poco menos exigente que la música, o al menos para mí lo es.
Tu padre también público un libro, Guitarra negra. Alguna vez dijiste que lo hojeaste. ¿Lo terminaste?
--Aún no, y no me siento orgullosa de eso. Soy muy fan de mi viejo, y me encanta toda su obra. Pero no sé por qué no lo terminé. Está ahí siempre. Me gustaría leerlo completo, y sumergirme de lleno en eso. Así como escuchar un disco de él, en el que te zambullís en el mundo que te está proponiendo.
Tu libro se debate entre la oscuridad y la luz. ¿Pasa lo mismo con las letras del disco?
--Es como una lucha interna. Algo parecido a "¿me expongo o no me expongo?". Para mí es un poco eso, pero sigue siendo una lucha entre la luz y la oscuridad propia. Me obsesionan la luz y la oscuridad en contraposición, y cómo se necesitan una de la otra.
En Terso, Vera electrocuta con pasajes explosivos y certeros, que invitan a repasarlos una y otra vez, como uno de Incesante donde versa: "El sonido desarma la complejidad del pensamiento". "Me parece que eso tiene que ver con darle mucha importancia a las letras", justifica esta artista contemporánea, pero no obvia. "No hay que quedarse con lo primero que surge. Me viejo estaba varios días con la misma melodía, dando vueltas por la casa, siempre conectado con el norte de sus temas. Hasta que no lo terminaba, no pasaba a otro. Hay que poder captar lo que está en el aire, y por eso es importante leer."
¿A qué te referís?
--No quiero sonar snob, pero para escribir hay que leer. Las ideas que tiene uno también pueden estar basadas en los paisajes que te generen los demás. Me gusta leer autores que me resuenan, y cuyas imágenes me quedan en la cabeza. Luego se multiplican y se transforman en otra cosa. Está bueno inspirarse en lo que existe, porque hay camino recorrido desde antes.
Promovés la lectura en una época fraccionaria…
--Ahora todo es inmediato. Si no, no sirve. Me parece que viene por ahí. Soy de otra generación, y lo entiendo porque a veces me cuesta encontrar el momento. Pero lo que vale es tener siempre un libro. Incluso en Kindle. Que los más jóvenes empiecen con la poesía, que es más simple de leer que una novela. Leés dos poemas de Pizarnik, y podés estar flasheando días con eso.
Primero se hicieron amigos, después empezaron a frecuentarse y más tarde la camaradería no paró. Así fue como Vera entendió que Pablo y Guido eran los productores que precisaba para ponerle música a su primer disco. "Llevé canciones que tenía de antes, y se las mostré muy en la guitarra, pero con una voz tímida. A partir de ahí, comenzamos a producir esos temas que luego quedaron en el tintero, y que no sé si verán la luz. Aunque lo importante fue el proceso de composición y el mundo que fuimos armando en búsqueda de esa identidad, que para mí era lo más importante."
¿Cuál fue el primer tema que salió de esa sociedad?
--El tema más viejo del disco es Infatuación, y lo hice un año y medio atrás. Si bien el proceso empezó hace mucho, fue en la última etapa en la que nos encontramos.
La propuesta de tu disco es afín a la del proyecto solista de tu pareja. ¿Por qué no sumaste a Juan?
--Ya haremos algo juntos. Estamos en eso. Pero el camino del disco estaba decidido. Tenía que ganar mi propia medalla. Ahora creo que estoy un poco más preparada. Hasta que no terminara eso, era un desafío personal.
Ave Anexa se la dedicaste a tu padre. ¿A qué se debió su matiz fantasmagórico?
--Estaba haciendo ese tema en la guitarra, lo que me cuesta muchísimo, y de repente hubo un error en un acorde que estaba buscando. Ahí apareció mi viejo, porque era un acorde muy suyo. Entonces seguí esa energía o ese mensaje, y quizá eso es lo fantasmagórico. La letra termina hablando de él, de nuestro amor de padre e hija, y de la conexión que tenemos más allá de la vida, de la muerte o de lo que no sabemos explicar.
Podrías haber sacado este disco con un sello multinacional, pero apostaste por la autogestión. ¿Qué te llevó a hacerlo?
--En principio, porque no quería cumplir con las expectativas de nadie, sino con las mías y las de los chicos. No sabía qué me iba a pasar haciendo esto. Tampoco quería meterme en nada que tuviera que ver con un contrato, desde ningún punto de vista, porque es mi primer paso en lo musical. No lo hice de rebelde. Tengo un bebé y mil cosas por hacer. Así que no cuento con el tiempo para cumplir con los planes de una disquera. Lo mío es de a poco: tranquilo y orgánico.