“En algunas ciudades no había ni orquesta de cámara ni sinfónica ni nada, y los músicos sólo podían ganarse el mango con la docencia, no tocando”, se retrotrae Pablo Agri cuando recuerda los motivos que lo llevaron a crear la Camerata Argentina, hace diez años. Hoy la primera década de vida de su proyecto transcurre sin el gusto de tocar en vivo, pero con la alegría de haber aportado al desarrollo de muchísimos artistas talentosos de todo el país.
Cuando se le ocurrió la idea, sigue viajando con su memoria, San Luis había disuelto su orquesta. Y en Catamarca, otra provincia que visitaba con regularidad, tampoco había. Pero él llegaba para dar talleres o tocar y encontraba colegas con energía y conocimiento. “Mi idea fue traerlos y que tocaran con solistas de la Sinfónica (la Nacional) que eran compañeros míos en ese entonces”, explica. El debut fue con Nicolás Ledesma al piano y la Tana Rinaldi ante el micrófono, entre otros. Fue un espaldarazo de legitimación que continuó con ciclos recurrentes en los que se sumaban más artistas, de la talla de Jairo, María Graña, Nahuel Pennisi, Bruno Arias, Gustavo Beytelmann, Amelita Baltar, Néstor Marconi y Popi Spatocco, además de una extensa lista de intérpretes y compositores que sumaron lo suyo para cada concierto. Además, claro, de un montón de otros músicos que si bien no son “famosos” por sí mismos, son reconocidos por sus pares como instrumentistas de primera línea y muchas veces integran los grupos más destacados de su género.
“Si se sostuvo, creo que fue por la buena onda y generosidad de todos, empezando por los grandes que vinieron a acompañarnos; la Tana primero, Jairo después, ¡y tantos otros!”, agradece Agri. El violinista señala que “siempre tenía el sí antes de preguntar por el cachet o cuántos días de ensayo iba a llevar todo”. Pero además, destaca la energía y compromiso de sus colegas provinciales, que se acercaban a Buenos Aires con la anticipación necesaria y sus partes bien estudiadas. Esa energía de todos lados terminó siendo fundamental: una necesidad aunada a una voluntad para cumplirla.
Para el violinista y director, lo que originalmente era una idea para dar una mano se convirtió en el proyecto de su vida. “Aprendí muchísimo de la gestión y musicalmente, porque por ejemplo cuando vino Beytemann, que vive en París y escribe realmente muy difícil, yo tenía que encargarme de armar la Camerata”, rememora.
El proyecto se autoimpuso una dificultad adicional: cada concierto tuvo siempre música compuesta especialmente para la ocasión y que no se repetía luego. “Así hicimos dos ciclos en el Centro Cultural Kirchner, muy importantes, con casi un concierto por mes”, apunta Agri. De esas presentaciones hay varios registros en Youtube. “Otra cosa es que también trascendimos los géneros, una de las ideas originales, que era tocar música argentina y adaptarla al formato, por eso cada concierto hubo un arreglador y se escribieron arreglos especialmente para la formación”.
-Después de haber tocado tanto con artistas argentinos y música del país, ¿qué cree que distingue al compositor argentino?
-Vengo del tango porque cuando nací mi viejo tocaba con Piazzolla, pero en todos los géneros hay talento. No dejo de sorprenderme. Sobre todo porque hay un montón de gente joven escribiendo, buscando su lenguaje. Creo que eso hace que nuestra música toda esté más viva que nunca. En el folklore hay una movida tremenda. En el tango hay bandoneonistas muy pibes que estudian y siguen componiendo.
-Suele decirse que la música identifica a un pueblo. ¿Coincide con eso a partir de esta década de experiencia?
-Sí, fijate que dentro mismo de la Argentina escuchás un tango y es la parte nostalgiosa, un chamamé es súper alegre, pero también tiene su parte melancólica. Cada región misma dentro del país tiene su cosa. Por ejemplo: el cuarteto define muy bien al cordobés, así alegre.
-¿Qué dice eso del argentino, entonces?
-Creo que somos eso: yo nací en Lomas de Zamora, viví en Adrogué cuando era chiquito y creo que tenemos todo. Somos una mezcla de todo eso y en la música se ve. Soy un personaje que si me ves decís “uy, es re simpático”, pero en el fondo soy re tímido. También soy melancólico. La personalidad del argentino es bastante compleja. Eso nos hace únicos y también se ve reflejado en nuestra música. Somos varias personas en una. A mí me pasa muchas veces de ir a lugares, o tocando, o en asado con amigos, que me dicen “vos sos un personaje” y no, yo soy tímido, me pongo en payaso como protección. Y muchos argentinos tenemos eso de ir al frente con lo que podemos.