Para tratar de entender el porqué de la guerra mediática e ideológica que tiene lugar en México, expresada en una creciente campaña de desprestigio, nacional e internacional, emprendida en contra de la gestión y la persona de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es útil tener en cuenta al menos dos fenómenos.
1. El conflicto político en el país va más allá del que suele existir cuando hay un cambio de gobierno. Se trata del enfrentamiento entre los representantes y beneficiarios del modelo neoliberal, dominante en México por casi cuarenta años, y un nuevo proyecto de país -de izquierda y nacionalista- conocido como la Cuarta Transformación.
Opuesta al esquema anterior, la 4-T y cuyos objetivos principales se sintetizan en el lema “Desarrollo con justicia y democracia”, tiene en su centro el combate de la monstruosa y creciente corrupción que hubo en las décadas anteriores y que dejó al país con más del 50 por ciento de su población en pobreza, las finanzas públicas casi en bancarrota, un altísimo endeudamiento y el sistema de salud muy disminuido.
2. El otro elemento por considerar es que desde 2006 la candidatura de López Obrador venía siendo obstaculizada por la elite política dominante.
Sin embargo, en 2018, la congruencia mostrada por López Obrador en su larga vida política logró aglutinar amplios sectores de la población y de movimientos sociales de origen y pensamiento muy diversos, pero unidos por el hartazgo hacia los partidos tradicionales, promotores directos de los trágicos saldos del dominio del esquema neoliberal y de la ineficiencia, corrupción, crecimiento del crimen organizado e inseguridad que lo acompañó.
La copiosa votación y el triunfo del candidato de la coalición Juntos Haremos Historia con el 53,19 por ciento de los votos emitidos, mientras su más cercano adversario solo alcanzaba el 22,27 por ciento, no dejaban margen para algún intento de manipulación fraudulenta de los resultados, como había sucedido en 2006 y 2012. AMLO asumió el poder público de la República.
En adelante, empero, sufriría un mayor y creciente embate de los poderes fácticos conservadores, tanto internacionales como nacionales. Entre los primeros están las calificadoras de riesgo, los empresarios ligados a la corrupción y/o aquellos con fuertes intereses en los sectores petrolero y bancario. Entre los segundos, se halla una franja del sector empresarial, sobre todo los dirigentes de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), políticos desplazados y dueños de medios de comunicación tradicionales, junto con sus intelectuales y comentaristas.
Están también aquellos personajes que reivindican su pertenencia a la izquierda pero son feroces críticos del gobierno. Algunos porque creen que su papel, como en el pasado, es el de enfrentar al poder presidencial; otros, debido a su justa demanda de aplicar una política macroeconómica distributiva o en su reclamo enjuiciar y castigar a los funcionarios públicos del pasado, en particular a los ex presidentes.
En ese contexto la oposición ha aplicado, casi al pie de la letra, las cinco partes del llamado "golpe blando", definido por Gene Sharp en el libro De la dictadura a la democracia. Un sistema conceptual para la liberación:
1. Ablandamiento.
2. Deslegitimación.
3. Calentamiento de calles.
4. Promoción del clima de ingobernabilidad.
5. Fractura institucional.
El objetivo es debilitar hasta eliminar la esperanza en el cambio, suprimir su base social, generar miedo y preparar el camino para una posible intervención de las fuerzas armadas nacionales o aún de otro país.
Cuando apenas empezaba a implementarse el programa de la 4-T, irrumpió la pandemia de la covid-19. La oposición conjetura entonces que tiene la gran oportunidad de debilitar y hasta de obtener la salida de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Con tales propósitos, arrecia su actuación golpista blanda, incluso en contra del programa de sanitario que combate la pandemia. Es algo inconcebible.
Exitosamente para enfrentar la embestida, AMLO ha promovido la transparencia y el dialogo continuo con la sociedad, prácticas que han acompañado desde el inicio a su gobierno. De este modo, cada mañana tiene una conferencia de prensa donde ofrece información de diversa naturaleza, fija su posición sobre distintos temas y da respuesta a las preguntas de reporteros de diferentes medios. Otro tanto hace cada noche, el vocero oficial de la campaña sanitaria.
Si alguna duda hubiera en torno a los objetivos de la 4-T, como pretende inducir la derecha opositora, basta con revisar el espíritu y las medidas que AMLO formuló en el G-20 y en su programa de reactivación económica. En la reunión virtual de los jefes de Estado propuso que para promover la recuperación internacional, la ONU intervenga para garantizar a “todos los pueblos, y los países por igual, el acceso a medicamentos y a equipos, que (…) están siendo acaparados por los que tienen más posibilidad económica”, así como para que “no haya especulación en compras de medicamentos, equipos, ventiladores, todo lo que se requiere.“ Igual pidió a “las grandes potencias” que hagan una tregua para “evitar políticas arancelarias unilaterales, (…) los monopolios comerciales, revisar (el) manejo del precio del petróleo (…), ayudar a estabilizar los mercados financieros y atajar la especulación.” Finalmente hizo un llamado en contra del racismo y la discriminación.
A la vez, el Presidente ha advertido claramente que el objetivo del programa de reactivación para el bienestar y el empleo es “proteger la economía popular, sobre todo proteger a los pobres, los más débiles ...”. Tenemos que procurar una distribución equitativa de la riqueza, explica.
Además ha informado que no se volverá a repetir lo que se hizo en las crisis económicas financieras previas, cuando a la población se le decía “ni modo, hay que apretarse el cinturón”, en tanto se pactaban nuevos acuerdos con el FMI, las grandes empresas y los bancos eran rescatados, se concedían privilegios fiscales, la deuda privada se convertía en deuda pública, el precio de los combustibles y de los servicios públicos se elevaba, caían los salarios, los trabajadores eran despedidos y la seguridad social se reducía.
Las disposiciones anunciadas, en efecto, representan un cambio radical respecto a la política anticíclica. Unen una mayor inversión pública en los grandes proyectos sexenales y el aumento del empleo, con recortes en los ingresos de los altos funcionarios públicos. No incluyen nuevos impuestos, ni aumento del precio de la gasolina. Además de otras medidas, destaca que el grueso del apoyo económico va hacia familias y personas, así como hacia pequeños y medianos empresarios del sector formal e informal, a través de créditos.
La respuesta no se ha hecho esperar e inmediatamente que el jefe del Ejecutivo presentó su programa, sus opositores inundaron las redes sociales con tuits que ya piden su renuncia, tal como lo establece el manual del "golpe blando".
En contraste, AMLO afirmó que “a nadie engañamos, lo que estamos haciendo es lo que hemos sostenido desde hace años. Es por lo que votaron millones de mexicanos … un modelo económico que solo beneficia a minorías no produce bienestar general, engendra miseria publica y violencia.”
* Posgrado en Economía, UNAM.