Entrenadores, profesores de gimnasia, trabajadores administrativos y dueños de gimnasios y centros de actividad física se manifestaron este viernes en la puerta de la sede del Gobierno de la Ciudad para exigir la reapertura de los establecimientos. “Queremos llevar tranquilidad a los hogares, tanto para quienes vienen a los gimnasios como para quienes trabajan”, señaló a Página/12 Marcelo Orlando, secretario general de la Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles (UTEDyC) Capital Federal, y aseguro que “los gimnasios tienen fecha de apertura”. En la Ciudad de Buenos Aires hay 1350 establecimientos, de los cuales dependen cerca de 17 mil trabajadores.
Cerca de las once de la mañana, frente a la Casa de Gobierno porteño, una fila de bicicletas fijas se intercalaba entre las banderas y los carteles. “Más allá de la salud física estamos hablando de salud mental. Muchos de nuestros alumnos se vieron afectados por la situación y el gimnasio es un lugar donde las personas van a descargar emociones”, señaló Glenda Cofachov, profesora de musculación en Megatlón. Sobre la calle Uspallata, profesores de gimnasia, entrenadores y trabajadores administrativos de distintas cadenas de gimnasios conversaban en pequeños grupos, e incluso algunos aprovechaban para elongar.
“Yo trabajo con adultos mayores y hay muchos que sin la pileta no pueden moverse porque afuera, sin el agua, les cuesta mucho. Si no se mueven, se contracturan, los huesos se van quedando literalmente duros. Es gente que necesita el gimnasio por una cuestión de salud”, explicó Yesica Marín Palacios, profesora de gimnasia y nutricionista, y señaló que “el ser humano es un todo, cuerpo y mente. La actividad física es el mejor hábito para estar bien. El estrés, por ejemplo, se calma principalmente con actividad física”.
Pablo y Fátima Goldberg llegaron temprano a la movilización. Son dueños de Goldfitness, un pequeño gimnasio en el barrio de Almagro, donde Pablo da clases de musculación y entrenamiento funcional. “Sabemos el nombre y apellido de cada uno que entra al gimnasio y podemos rastrear perfectamente si hubiera un contagio. Realmente no hay más riesgo de contagiarse del que hay cuando uno va al supermercado”, afirmó Fátima, que se encarga de la parte administrativa de la empresa, y advirtió que “no podemos tener cerrado ni un mes más”. El gimnasio, que a fin de año cumple los dos años desde su inauguración, fue un proyecto de Pablo, que trabajó toda su vida como empleado, dando clases de gimnasia en distintos establecimientos. Durante la cuarentena, para poder financiar la empresa, alquilaron las máquinas para que los clientes se las llevaran a sus casas, y ofrecieron clases online a voluntad. “En el gimnasio se forman parejas, grupos de amigos, es un lugar diferente a las grandes cadenas porque somos todos del barrio y nos conocemos”, relató el entrenador y añadió que “es gratificante ver cómo a la gente le cambia la vida por hacer actividad física, y en este momento es necesario volver”.
“Yo puedo reinventarme de muchas formas pero por amor al arte no se vive”, advirtió José María Cancini, profesor de aeróbica y baile, y señaló que “las alumnas se portan muy bien, hasta me mandaron cajas de comida, pero ya después de tantos meses no se resiste más”. Cuando él daba clases presenciales, el grupo más chico era de 30 personas. Desde que se decretó el aislamiento preventivo por la pandemia de coronavirus empezó con las clases virtuales, pero asegura que “no es lo mismo, y mucho más para mis alumnas que son personas grandes, con hijos y un montón de obligaciones”. Según él, “la actividad física es un derecho que se debe garantizar a las personas. Se trata de algo tan importante como relajarse y sentirse bien”.
Nicolas Schneider, como muchos de los y las manifestantes, llegó a la movilización en bicicleta. Es profesor de entrenamiento funcional y del salón de musculación del Club Atlético Huracán y trabaja con personas de distintas edades. Según él “la actividad física es un cable a tierra”. Si bien él tiene un puesto estable relató que muchos colegas que tenían contratos temporales se quedaron sin trabajo durante la cuarentena. “No hay diferencia entre abrir un bar y un gimnasio”, señaló el entrenador y advirtió que “hay mucha gente que lo necesita porque no tiene lugar para entrenar en la casa. Va más allá de lo físico, te ayuda a estar mejor anímicamente”. Uno de los argumentos que entrenadores, dueños de gimnasio y profesores de educación física señalaron es que uno de los efectos de la actividad física es la liberación de endorfinas, sustancias químicas que produce el organismo, y que son "lo que nos hace sentir bien”.
En todo el país, según el gremio que agrupa a trabajadores de entidades deportivas, hay cerca de 80 mil personas que dependen económicamente de los gimnasios, clubes y otros establecimientos deportivos, y otras 20 mil --encargados de limpieza y mantenimiento-- que dependen de forma indirecta. Tras movilizarse a la Casa de Gobierno porteño, Gustavo Gesualdo, secretario de Desarrollo Ciudadano de la Ciudad de Buenos Aires, recibió el petitorio que presentó el gremio junto a la Cámara de Gimnasios de la Argentina, donde reclaman la aprobación del protocolo para la reapertura de los establecimientos. Si bien Orlando aseguró que "los gimnasios tienen fecha de apertura", y estimó que sería "para el 12 de octubre", fuentes del gobierno porteño confirmaron a este diario que todavía no hay una decisión tomada al respecto.
Informe: Lorena Bermejo