El Reino Unido planteó instalar barreras flotantes en el Canal de la Mancha para bloquear la llegada de inmigrantes en bote desde Francia. También enviar a los migrantes al medio del Atlántico o crear olas para hacer retroceder embarcaciones. Estas son sólo algunas de las medidas que evaluó tomar el gobierno de Boris Johnson según informaron medios británicos. Desde el Brexit el Ejecutivo del Reino Unido hizo del control a la inmigración uno de sus caballos de batalla. Este año unos 6.200 migrantes intentaron atravesar el canal de la Mancha desde Francia en embarcaciones precarias, señalaron autoridades de ese país.
La administración Johnson consultó a la asociación Maritime UK si era viable colocar vallas para frenar el avance por mar de presuntos solicitantes de asilo, según un documento que publicó el diario Financial Times. La asociación había respondido que no sería posible legalmente en virtud de la Convención internacional de seguridad en las aguas, indicó ese medio. Otra idea del gobierno británico fue enviar a los migrantes a pleno Atlántico sur, específicamente a las islas volcánicas de Ascensión o Santa Elena, donde murió Napoleón. También pensaron en desplegar barcos para generar olas y de esta manera forzar a las pequeñas embarcaciones a retroceder a aguas francesas. En paralelo el diario The Guardian afirmó que el gobierno británico sopesó construir centros de tratamiento de solicitantes de asilo en Moldavia, en Marruecos o en Papúa Nueva Guinea. El Ejecutivo incluso planeó retener a los migrantes en plataformas petroleras en desuso, antes de optar por transbordadores fuera de servicio, que echarían el ancla en alta mar, agregó el Financial Times.
Sin confirmar ninguna de estas informaciones, el ministerio del Interior británico admitió que estudia opciones para detener la llegada de inmigrantes en barca desde el Canal de la Mancha, situado entre Francia e Inglaterra. Los números de este año superan ampliamente a los 1.890 de todo 2019. En total uno 34.000 inmigrantes pidieron asilo en el Reino Unido en la primera mitad de 2020.
Para muchos críticos, tanto en la oposición como entre los defensores de Derechos Humanos, estas propuestas se inspiran directamente del muy controvertido sistema australiano, condenado por la Organización de Naciones Unidas. Australia no acepta refugiados en su territorio, incluso aquellos que cumplen con los criterios del derecho de asilo. Los que no son rechazados en el mar, terminan en centros especializados en las islas del Pacífico.