La admiración fue instantánea: apenas terminé de leer los cuentos de Nadie es más de aquí que tú, supe que Miranda July era distinta, una combinación de naif y contemporaneidad retorcida que no había encontrado en otros/as autores. Al poco tiempo leí El primer hombre malo, una novela suya de menor voltaje, pero buen libro al fin. De todos modos, más allá de la fascinación que me despertó leerla, tardé bastante tiempo en ver sus películas porque no encontraba links con subtítulos en castellano.

Durante ese espacio temporal, transcurrido entre la exploración de su palabra escrita y la exploración de su palabra filmada (finalmente vi sus dos largos: The Future y Me and You and Everyone We Know), quise escribirle por Instagram o por Facebook para decirle que la admiro profundamente y que sueño con ser el personaje de alguno de sus cuentos o, yendo más lejos, trabajar como extra en sus películas. Una fantasía nomás.

Fantaseaba con eso porque siento que ella como artista está ahí, entre nosotros, y a pesar de ser reconocida a nivel mundial, pertenece a un mundito más pequeño y accesible, cero mainstream. Pareciera no importarle la fama, sus creaciones son disruptivas y sensibles, corridas de la pretensión sonsa (tanto en el cine como en la literatura), y a diferencia del aparato cinematográfico pochoclero, es dueña de una voz auténtica, con reflexiones y abstracciones existenciales muy interesantes.

La imagino –con sus ojos transparentes y sus rulos bien peinados– diciéndoles a la cara a los de Hollywood: “Yo soy esta persona, soy Miranda July, esa chica rara que ven bailando en Instagram. Miren lo que puedo hacer desde el living de mi casa”. En mi imaginación lo dice con luminosidad, sumergida en su intimidad más íntima. Por eso me genera admiración: porque es ella misma en todos lados.

En The Future, Sophie (ella misma) y Jason (Hamish Linklater), una pareja de treintañeros con trabajos grises y aburridos, deciden adoptar a un gato (Paw Paw) al que le quedan seis meses de vida. Cuando van a buscarlo a la veterinaria, les dicen que deberán esperar un mes para poder llevárselo a su casa --un departamentito lleno de ropa apilada y posters pegados con cinta adhesiva en las paredes--. La buena noticia es que el gato podría llegar a vivir mucho más, hasta cinco años si lo cuidan bien. Lejos de contentarse por la noticia, Sophie y Jason caen en la cuenta de que después de ese lapso, ellos tendrán casi cuarenta años y van a estar más cerca del fin: la inexistencia. El paso del tiempo hacia la muerte del cuerpo.

Tan acostumbrados están a esa vida, que Sophie y Jason terminan corroborando el hastío y la incertidumbre que acecha su vínculo. De repente, ninguno de los dos sabe qué hacer. Se quedan observando al vacío espiritual con ese estilo contemplativo que Miranda July explota en su obra. Sophie lo hace a través de una webcam con la que pretende ganar fama en las redes sociales (¡Tan ella, tan su performance en las redes sociales!); por su parte, Jason lo hace ante las negativas que recibe al vender árboles con el objetivo de ayudar a recuperar el medioambiente destruido.

A partir de ahí, la película –que parecía realista y plana– se vuelve un fantástico surreal, delirante, ecológico y pos apocalíptico: Jason habla con la luna y concibe el poder de detener el tiempo con solo tocarle la cabeza a Sophie. Mientras tanto, ella ve cómo sus amigas crecen a toda velocidad, rompiendo la línea temporal que rige lo real y lo separa de la ficción. Eso es el universo de Miranda July: la ficción puesta en función de la realidad. No al revés.

The Future se convierte en una pieza chiquita pero brillante, con pinceladas del estilo narrativo de Charlie Kaufman y de las primeras películas de Jim Jarmusch, con clarísimas referencias al paso del tiempo, al futuro inexistente y al descontento con este presente estereotipado: una gran crítica amarga de la modernidad.

Mientras miraba la película se me vino a la cabeza uno de los cuentos de Nadie es más de aquí que tú. Como no quería salir tan rápido de su universo, agarré el libro y releí “La hermana”: un anciano intenta presentarle a su hermana a un amigo. La cosa es que la hermana no existe, era un invento del tipo, y en el final del cuento los ancianos terminan tomando éxtasis y cogiendo en un sillón. Así son sus historias: descaradas y maravillosas, con desenlaces sorpresivos y muchas veces místicos.

Además de sus libros y sus películas, Miranda July sube videos performáticos a las redes sociales, videos graciosos y medio freaks. Algún día voy a escribirle para decirle que la admiro profundamente y que me gustaría trabajar de extra en su próxima película. No importa si responde: con que vea el mensaje me conformo.

Denis Fernández nació en Buenos Aires, en 1986. Publicó El adiestrador de peces (2015, Colección Leer es Futuro, Ministerio de Cultura de La Nación); Tucson, Arizona (2016, Tammy Metzler), Monstruos geométricos (2016, 17Grises); y Cero gauss (2018, Notanpuán). Colabora para distintos medios culturales. Desde 2016 dirige la editorial Marciana.