Desde Washington D.C.
Hace solo una semana, el diario The New York Times publicó una investigación sobre el historial impositivo de Donald Trump. El presidente de los Estados Unidos había pagado solamente 750 dólares en impuestos federales en 2016, el año que ganó las elecciones. El escándalo ahora parece lejano, sepultado tras la confusión creada por el diagnóstico que sacudió a la política del país norteamericano: el mandatario tiene covid-19 y está internado “por precaución”. El equipo médico no sabe cuánto tiempo estará hospitalizado y las dudas rodean el estado de salud del magnate.
Trump tiene tos, congestión nasal y fatiga, según el parte médico que se dio a conocer el sábado por la mañana. Ya no tenía fiebre en ese momento, pero había tenido el viernes. Las funciones cardíaca y renal estaban bien, según el comunicado. No tenía en ese momento dificultad para respirar o caminar. La internación fue producto de una “medida de precaución”, dijo Sean P. Conley, jefe del equipo médico presidencial, a las puertas del centro Walter Reed.
Las palabras de Conley, que tendrían que haber llevado claridad sobre el estado de salud del presidente, no hicieron más que aumentar las dudas. Se negó a especificar cuántos grados de temperatura había tenido Trump. Habló también de un diagnóstico hecho “72 horas” antes, lo que habría ubicado la confirmación de la enfermedad el miércoles por la mañana. Entre ese momento y el anuncio oficial de la madrugada del viernes, Trump hizo dos viajes de campaña.
El médico emitió luego un comunicado escrito en el que aseguró que había querido decir otra cosa. “Esta mañana, al resumir la salud del presidente, usé incorrectamente el término ‘72 horas’ en lugar de ‘día tres’”, dijo. Según el memo difundido, Trump fue diagnosticado con COVID-19 la noche del jueves pasado.
Conley aseguró también que el presidente no necesitó suministro de oxígeno el sábado, pero evitó a toda costa responder si el mandatario lo había tenido el viernes. Una fuente del gobierno dijo a Associated Press que Trump había necesitado el suministro mientras estaba en la Casa Blanca y que a raíz de eso se decidió trasladarlo al hospital.
El estado de salud del mandatario había sido “muy preocupante” el viernes según el jefe de Gabinete de Trump, Mark Meadows. También son “críticas” estas 48 horas, según dijo el funcionario a la prensa, contradiciendo el parte optimista que dio a conocer el equipo médico. “Todavía no vemos un camino claro de recuperación”, sostuvo Meadows.
Las dos cuestiones sembraron más dudas alrededor del estado de salud de Trump. Los medios estadounidenses ahora se preguntan qué está pasando realmente y por qué reciben versiones contradictorias, además de señalar que esta confusión no hace más que demostrar la falta de credibilidad en la comunicación de esta administración.
“¡Voy bien, creo! Gracias a todos”, tuiteó por su parte Trump desde el hospital. También destacó el equipo “increíble” de profesionales del centro Walter Reed y dijo que con su ayuda se está “sintiendo bien”.
Por la noche, tuiteó un video. “Vine acá. No me estaba sintiendo muy bien. Me siento mucho mejor ahora”, dijo en una grabación de unos cuatro minutos en la que destacó el trabajo del equipo del hospital. También resaltó los distintos tratamientos contra el coronavirus, a los que llamó “milagros que vienen de Dios” y agradeció los mensajes de apoyo de líderes mundiales.
En el mensaje, el magnate se mostró confiado en volver “pronto” a las tareas de su campaña de reelección. “Esto es algo que pasó y que le ha pasado a millones de personas en el mundo. Vamos a ganarle a este coronavirus o como le quieran llamar y vamos a ganarle completamente”, enfatizó. “Me estoy empezando a sentir bien. No se sabe. Supongo que la verdadera prueba se dará en los próximos días. Así que veremos qué pasa en un par de días”, agregó.
La campaña sigue
Ya no son solo la primera dama, Melania Trump, y la asesora Hope Hicks las personas del entorno presidencial contagiadas con COVID-19. A la lista, se sumaron la exconsejera Kellyanne Conway, el jefe de la campaña de reelección, dos senadores y el ex gobernador de Nueva Jersey Chris Christie. También recibió un resultado positivo del test el presidente de la Universidad de Notre Dame, John I. Jenkins.
La mayoría de estas personas asistieron el sábado pasado al acto al aire libre en la Casa Blanca para anunciar la nominación de Amy Coney Barrett como candidata de Trump a la Corte Suprema. Ahora, el evento, en el que los asistentes no usaron máscaras y se reunieron por un tiempo bajo techo para un cóctel, está señalado como el posible momento en el que el virus se propagó y afectó a las principales figuras del Partido Republicano.
Otra de las sospechas está en la preparación de Trump para el debate presidencial. De ese equipo participaba Christie, quien ahora tiene síntomas leves. Tras consultar con su médico, el ex gobernador de Nueva Jersey también fue hospitalizado la noche del sábado como precaución por su historial de asma, según anunció por Twitter.
A pesar de todo, la agenda del partido y de la campaña sigue adelante. Con dos senadores infectados, el jefe del bloque republicano en la Cámara alta, Mitch McConnell, suspendió la actividad en el recinto hasta el 19 de octubre, pero habilitó las audiencias para la confirmación de Barrett para la Corte Suprema a partir del 12.
Este fin de semana, el partido continuó con los actos que tenía planificados. La noticia de que el candidato tiene COVID-19 no motivó a sus seguidores a cambiar su actitud. En los eventos, casi nadie usó barbijo.
También ya está en marcha también la “Operación MAGA” (por las siglas de Make America Great Again, el lema de la campaña de Trump). Una iniciativa “para llevar adelante la campaña hasta que el presidente vuelva al ruedo”, según un comunicado. Nadie sabe cuándo pasará eso.
Los dos hijos mayores de Trump y el vicepresidente Mike Pence tomarán ahora las riendas de la campaña y visitarán los estados clave para estas elecciones. Pence también participará este miércoles del debate vicepresidencial contra la senadora demócrata Kamala Harris.
Para ese encuentro, habrá cambios motivados por el diagnóstico de covid-19 del presidente. En lugar de los dos metros de distancia que hubo entre Trump y Joseph Biden, Pence y Harris estarán separados por tres metros y medio.
Tras conocerse el contagio de Trump, las medidas de seguridad del primer debate presidencial también fueron blanco de críticas. Al evento, el candidato republicano llegó demasiado tarde como para someterse al test de covid-19. Su familia, sentada en el público, se negó a usar barbijo durante los 90 minutos, tal como estaba establecido en las reglas. Los invitados de Biden y la familia del moderador, en cambio, mantuvieron sus tapabocas.
No se descartan otras modificaciones al debate después del caos del martes pasado. “Quedó claro que una estructura adicional debe ser agregada al formato de los debates restantes para asegurar una discusión más ordenada de los temas”, había reconocido la comisión que organiza los debates presidenciales después del duelo entre Trump y Biden. Esos cambios todavía no fueron anunciados.