La nueva comunicación entre los presidentes Alberto Fernández y Xi Jinping, esta semana, volvió a nutrir de contenido, y en el máximo nivel, una relación bilateral clave para Argentina en esta etapa. La maquinaria diplomática china no descansa. Como hace con todo el planisferio, pero con foco donde interesa más estratégicamente, como Argentina, China ha trazado un plan de largo plazo irguiéndose como líder del multilateralismo, la cooperación global y la búsqueda de una “comunidad de destino compartido”, como suele decir Xi. Y nuestro país, como tantos otros, necesitado de apoyos externos, infraestructura, créditos, tecnología, ya lo tiene como primer socio comercial tras años en que ese lugar lo ocupara Brasil.
China no es el único país que milita para que la mundialización de las últimas décadas no se frene, aunque sí revise su marcha -dominada por una impronta neoliberal- e incorpore lo que ignoró hasta ahora: un mejor reparto de los beneficios a las regiones y, sobre todo, a las sociedades involucradas. Pero China reluce más no sólo por la potencia imparable de su economía, sino porque enfrente tiene una Europa llena de incertidumbres y un Estados Unidos cuyo devenir en términos de modelo a seguir -si por ejemplo se calibra el nivel del debate electoral entre candidatos a presidente del martes- es bastante deplorable. De hecho fue, como nunca, un hazmerreír en las redes sociales. Sobre todo en Weibo, la más popular de China.
Alberto desde Olivos y Xi desde Zhongnanhai dialogaron 40 minutos por teléfono en su primer contacto de voz para revisar la cooperación mutua en la pandemia, los avances de la vacuna china contra el Covid-19 y proyectar cómo sigue la Asociación Estratégica Integral. En estos meses se habían contactado varias veces, pero por notas. Hasta de cumpleaños. Esta vez se escucharon solos, apenas con la mediación neutra de la intérprete Du Xiaolin, y hubo varias áreas de trabajo en la conversación que Página12 pudo reconstruir. Las siguientes.
Dado que hasta marzo/abril de 2021, cuando se liquide la próxima cosecha, hay una reserva más bien flaca de dólares, se podrán pagar en yuanes muchas de las importaciones de China. Un grupo fuerte de exportadores chinos aceptará yuanes que no surgen del swap entre bancos centrales (cuya renovación Alberto agradeció a Xi, pero que si se activa, paga intereses), sino de un margen disponible al efecto negociado por ambos gobiernos. Como marco general, China impulsa estos mecanismos para internacionalizar el renminbi, pero a diferencia de comercio directo en monedas locales como ya hace con Rusia, Nigeria y otros países, en este caso será como un puente hasta que Argentina mejore su reserva en dólares. El Banco Central ya aclaró que permitirá comprar yuanes para comercio exterior, no para ahorro, y que no prevé activar el swap.
En materia de proyectos de inversión, de acá a fin de año resurgirá el Diálogo Estratégico bilateral, reunido por última vez en 2017 y discontinuado por el gobierno de Mauricio Macri. Alberto y Xi hablaron de áreas de inversión, no de proyectos específicos. Si en el gobierno de Cristina F. de Kirchner se encararon en ese Diálogo 16 obras (represas como las de Santa Cruz y trenes como el Belgrano Cargas, parques eólicos, centrales nucleares, etc.) ahora serán unos 20, se estima, y como algunos de las mencionadas avanzaron, se retomarán las pendientes (por ejemplo las represas del Sur están relanzándose una vez se ordene el plan financiero con el Banco Chino de Desarrollo, se retomaron las conversaciones por la central nuclear, etc.) y se agretaran otras ligadas a Vaca Muerta (el tren que la conectaría al puerto de Bahía Blanca), corredores bioceánicos, gasoductos, líneas de transmisión, centrales termoeléctricas, puertos, proyectos de agua y saneamiento, vivienda, transporte o energía renovable (la planta solar Caucharí I, II y III en Jujuy ya inyecta energía y se habla de una ampliación a su IV y V series), todo buscando que impacten en la trama socioproductiva argentina. A China también le puede interesar el polo logístico en Ushuaia, de cara a la Antártida. Y quiere participar de la licitación por la hidrovía, entre los mayores emprendimientos.
La parte china la coordina la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, poderosa en el organigrama de poder en Beijing, y la local, los ministerios de Economía, Desarrollo Productivo y Secretaría de Asuntos Estratégicos, junto con Jefatura de Gabinete y con coordinación federal. Ambas partes evaluarán un banco de proyectos y otro de comercio exterior, pudo averiguar este diario. En el Presupuesto que el Ejecutivo envió al Congreso hay partidas previstas para algunas de esas obras, como ferroviarias y de energía atómica.
Sobre la Iniciativa La Franja y la Ruta (BRI), tanto el embajador en Beijing, Luis Kreckler, el canciller Felipe Solá y la vicepresidenta Cristina o, ahora, en este diálogo telefónico, el propio Alberto Fernández, manifestaron voluntad de adherir. Ya no es sí o no, sino cuándo. China tiene más de cien países adheridos al plan maestro de su ascenso global, incluidos latinoamericanos, pero ninguno de los tres con mayor PBI: Brasil, México y Argentina. Por eso ansía sumar a nuestro país, que asimismo avanza en la adhesión a una institución paralela, el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura. Con ese paquete, se facilitarían créditos para obras de conectividad.
Si el presidente pudiera viajar en noviembre a la mega feria de importaciones de Shanghai, la CIIE, ese hubiera sido el escenario del ingreso a la BRI. Pero por la pandemia, prácticamente se descarta: la CIIE funcionará más virtual que física (salvo para importadores chinos) y habrá que ver cómo podrá hacerlo el propio canciller, aunque Solá mostró su voluntad en el acto del miércoles pasado por el aniversario de la fundación de la República Popular China. Otra fecha posible es abril de 2021, cuando en un nuevo foro de la BRI acaso pueda ir Alberto.
En todo caso, la escena se va gestando. Un buen anticipo fue la participación virtual del mandatario argentino a otra feria de servicios reciente, también online, la CIFTIS de Beijing, donde habló inmediatamente luego de Xi como único líder latinoamericano presente, toda una señal.
El combate a la pobreza tan exitoso en China, en un tema agravado ahora en Argentina, la importancia del multilateralismo y el intercambio comercial con el país asiático ya en primer lugar para Argentina ocuparon otros tramos de la charla.
Finalmente, en un contexto más geopolítico y geoeconómico, y aunque no se habló de ello por teléfono, es obvio que la tensión que generan EE.UU. y sus aliados con China sobrevoló el diálogo por su impacto regional, así sea más mediático que real. En EE.UU. se agita por la inminencia electoral, pero hay una cuestión de fondo: desde 2017 Washington abiertamente designó a China, y a Rusia, como sus rivales estratégicas en seguridad y defensa, lo que exacerba ahora en las bravatas de Donald Trump y su canciller Mike Pompeo. Y aliados suyos como Australia también complican el comercio chino. Todo ello abre para Argentina, que compite con esos dos países en exportaciones agropecuarias, una ventana de oportunidad. De hecho China ya expresó interés en comprar más alimentos y con mayor valor agregado a la Argentina ante el nuevo escenario.
Sin embargo, al margen de esas posibles ventajas, un mundo así sensibiliza el escenario para América Latina, cuyo proceso de integración y su calidad democrática pasan por el peor momento en décadas. Más allá de lo electoral, EE.UU. presiona todo lo que puede para alejar a China de la región, con inquietudes puntuales como la carrera por el 5G y el acceso a la “internet de las cosas”, donde China sacó ventaja. El margen de maniobra de los débiles países del Cono Sur disminuye en tanto escala la puja de los dos grandes poderes mundiales. Un ejemplo fue la reciente, e insólita, elección del nuevo jefe del BID; por primera vez en la historia de ese Banco hay un estadounidense en un cargo reservado a un latinoamericano. No votó desunido sólo el Mercosur (Brasil completamente alineado a Washington, Argentina honrando su historia diplomática en defensa de más autonomía y soberanía regional). También los países del Pacífico, más afines al Norte, se dividieron. Xi le transmitió a Alberto que Argentina acerque más las posiciones del Mercosur y de la CELAC con China.
El gobierno argentino tiene claro el valor del equilibrio en la diplomacia y de un marco estable para que esta no agregue problemas -al contrario, que sume aliados, divisas, articulaciones cooperativas y multilaterales- al ya de por sí grave cuadro interno, el heredado por los desmanejos de 2016/19 al que la pandemia sumó dramas. Pero también sabe que China ofrece un potencial incomparable de alianzas en un vastísimo abanico de temas clave.