Desde Mar del Plata
Mar del Plata ofrece la postal de una crisis histórica en el comienzo del octavo mes de pandemia. Desde donde se la mire, preocupa, y mucho: es uno de los once municipios que acumula más contagios de coronavirus en la Provincia de Buenos Aires, es la ciudad número uno en desocupación del país y es el cuarto distrito con mayor indigencia.
A un ritmo de 305 infectados por día, General Pueyrredón registró en septiembre el 71% de los casos que contabiliza a partir el 12 de marzo, la fecha en la que se oficializó la primera persona con Covid-19 a nivel local: hubo 9518 contagios que elevaron el número de enfermos a 12.862.
A pesar de retroceder el 28 de agosto a la fase 3 de cuarentena, y de cerrar la gastronomía y los comercios – reducidos al ‘takeaway’ y a la venta con el mostrador en la vereda –, la ciudad no encontró remedio para frenar la circulación viral. El sistema de salud, tanto público como privado, hizo lo que pudo y casi alcanza su punto límite: a principios de mes, se advertía que solo quedaban disponibles doce camas para cuidados intensivos.
Hoy, con más de 3470 pacientes activos, el escenario parece más o menos grave según quien lo analice. En la gestión de Guillermo Montenegro, por lo pronto, descartan el “colapso”: marcan que la ocupación de camas Covid es del 60% y aseguran que hay un “amesetamiento” en los casos. “Si hubiera colapso, habría desbordes y eso no sucede. Mar del Plata llevó sus números con esfuerzo, compromiso y gran inversión y siempre encontró respuestas”, ratifica Santiago Bonifatti, el secretario de Gobierno del municipio.
Sin embargo, en la Federación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales (Fecliba) afirman que las principales instituciones privadas tienen sus áreas de atención “llenas”. Inclusive, los directivos revelan que hubo centros que ya tuvieron que pedir respiradores en comodato al Estado. “No cambió nada en estas tres semanas; no estamos mejor. Y no podemos saber si habrá más lugar para internar en los próximos días”, señala Jorge Soria, presidente de la entidad.
La misma preocupación comparte Gastón Vargas, responsable de la Región Sanitaria VIII, quien sostiene que la ocupación de camas está por encima del 80% pero también tiene en cuenta los condicionamientos que imponen las bajas de personal, ya sea por contagios o aislamientos. “Preocupa que los casos sigan tan altos porque se ve que el sistema está cerca de llegar al límite por el agotamiento propio del trabajador de salud”, advierte.
Pero Mar del Plata no solo carga con más de 450 muertes en la pandemia sino con la triada récord del 26% de desocupación, 38,9% de pobreza y 12% de indigencia. Cada índice tiene la fuerza de un hito: el desempleo es el más alto en la historia de la ciudad – el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos la distinguen los relevamientos desde 1995–, la pobreza es la más grave de los últimos 17 años, mientras que la indigencia es el doble con relación a 2019 y solo es superada por los casos extremos de Concordia (28,9%), Gran Resistencia (18,2%), Gran Buenos Aires (13,6%) y Gran Rosario (13,3%).
Las estadísticas son testigo de un termómetro social y económico que también está cerca del límite. Y el empresariado ya traduce su “desesperación” en acciones contundentes. Bajo el resguardo de la “huelga a la japonesa” con la que había innovado la construcción el 11 de septiembre, esta semana tomó fuerza el impulso de rebelión para reabrir a toda costa.
Así, la ciudad recuperó – con protocolos que aplican y fiscalizan los mismos comerciantes – más del 80% de la gastronomía (cafés, bares y restaurantes); los locales de venta de indumentaria y otros artículos que permiten el ingreso de clientes; los principales shoppings; algunos gimnasios, estudios de danza y natatorios; los complejos deportivos con canchas de papi-fútbol; los artesanos de ferias ambulantes; y hasta hoteles alojamiento.
“Si no empezamos a trabajar y no tomamos riesgos y no hacemos lo necesario, de una forma u otra colapsamos. La cuarentena ya no la resisten las empresas. La ciudad tiene un récord absoluto en desocupación ¿Vamos a seguir esperando que venga el maná del Cielo? El plan que tenían fracasó porque lo mató la realidad entonces hay que ponerse a trabajar”, sostiene Avedis Sahakian, titular de la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica
El dueño del clásico restaurante “Manolo” habla de una “suerte de desobediencia civil” y la justifica en la falta de respuestas que acusa del Estado: “Todo lo que se planteó hasta ahora no sirvió y la situación es terminal. Desde ahora, actuamos en esa condición. Si no nos dan respuestas, nosotros mismos las generamos”.
La gastronomía es uno de los espejos más claros de la crisis: en la ciudad ya cerraron al menos diez locales como “Pancho Villa”, la parrilla “Pehuén”, la cervecería “Brew House”, una sucursal de McDonald’s, dos sucursales de la Fonte D’Oro, la parrilla “Los Chicos de Europa”, el restaurante “La Nueva Caracola”, la pizzería “Dopo”, “Ave César”, “Wok”, entre otras marcas con trayectoria.
El intendente Montenegro no quiere cercenar el derecho de protesta y comparte el diagnóstico de los diferentes sectores; por eso insiste con definir una “fase marplatense” acorde a las necesidades que urgen en la ciudad. Y si bien asegura que el diálogo es bueno y constante con el Gobierno de Axel Kicillof, lo cierto es que, públicamente, la respuesta que se hace llegar desde la Provincia es que hay que ir hacia una “cuarentena más estricta”.
En el bloque de concejales del Frente de Todos no hablan de sanciones contra los comercios pero sí reclaman mayor “control y prevención” del Municipio. “Cuando falta eso, cada uno hace lo que quiere y se derriba el acuerdo social de cumplir con determinadas normas”, alerta su presidente, Marcos Gutiérrez, y cuestiona: “El Gobierno local sigue con un modelo de campaña de comunicación que solo menciona cuestiones lindas; para gobernar también hay que saber reconocer errores y dar malas noticias”.
“En este sistema de fases no está la solución. Esperamos que nos escuchen para que entiendan el tratamiento diferencial que necesitamos. La pobreza y la desocupación revelan una situación límite”, defiende Bonifatti, quien ante la falta de avances, aclara: “Vamos a apostar siempre por el diálogo. Queremos comprensión y acompañamiento de la Provincia para resolver en conjunto. Nunca trabajamos como una isla. Para nosotros, el camino es salud y economía y no tener que optar por una cosa o la otra”.
El titular de la Región Sanitaria VIII, mientras tanto, considera que el fenómeno de rebelión comercial tendrá repercusión directa en el número de contagios de los próximos diez días. “Seguro que vamos a ver un número distinto por esto. La única certeza que da esta pandemia es que a mayor circulación de gente, mayor contagio. Por algo el ministerio insiste con reducir la circulación al máximo posible”, apunta.
¿Y la temporada?
Todos coinciden en que, de alguna forma u otra, habrá verano y habrá turismo. Nadie lo duda aunque tampoco nadie se atreve a develar lo más inquietante: cómo. Es que algunos empresarios están más preocupados por “sobrevivir hoy con el mayor trabajo posible”. “Todo el privado está haciendo un esfuerzo inmenso para cuando haya trabajo: llámese temporada o lo que sea. Y por cómo están las cosas, se ve muy lejos”, lamenta Sahakian.
El Secretario de Gobierno, por su parte, considera que hay una obligación y “responsabilidad” por delinear los destinos de la temporada: “Será distinta porque habrá menos gente, más cuidados y porque aún no se resolvió en el país la prohibición del turismo que estableció el presidente. Pero no podemos dejar de trabajar en un modelo de temporada más allá de la coyuntura”.
Hasta este tramo de octubre, los que intentan llevar alguna certeza son los balnearios: ya prepararon un protocolo pero aguardan por el aval de la Provincia. Plantean el uso obligatorio de tapabocas, tanto en carpas o sombrillas, con una ocupación máxima de seis y cuatro personas, respectivamente. También reducen en un 50% el uso de los vestuarios y se comprometen a adecuar un sector de aislamiento para casos sospechosos de Covid-19.
Pero falta, falta mucho: tampoco hay protocolo aprobado para la playa pública y ni siquiera está claro cómo se controlará el ingreso de los turistas. Montenegro hace poco dijo que pediría hisopados a cada visitante pero Bonifatti no descarta el uso de otro método. “Hoy, el hisopado es el requisito para el no residente que quiere entrar acá. Mientras no cambie eso, no habrá otra modalidad. Pero cuando el turismo esté permitido, veremos si hay otras herramientas para trasmitirle seguridad a quienes nos elijan”, aclara.
Otros barajan alternativas frente a los peores pronósticos en plena temporada: el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación propuso readecuar cuatro hoteles del complejo de Chapadmalal para utilizarlos como un centro de aislamiento para alojar visitantes con complicaciones de salud, teniendo en cuenta que cada uno aportaría más de 600 camas.
El concejal Gutiérrez, además, cree “necesario” que el oficialismo avance en acuerdos sociales con nuevos actores multisectoriales para “construir semana a semana una agenda de trabajo” que permita trazar cierta previsibilidad. “En Europa vemos esto pero a los tirones: avanza Barcelona, y cierra Barcelona; avanza Londres, y cierra Londres. Deberíamos implementarlo pero como un método, anticipándonos en la planificación”, insiste uno de los referentes de la oposición.