Gran parte del momento maravilloso que vive Nadia Podoroska, sobre todo durante estas dos semanas en Roland Garros, tiene que ver con el aspecto emocional, una pata muy importante en el crecimiento de un tenista profesional. El camino de la estabilidad mental para la rosarina después de tantos obstáculos tuvo origen un año atrás, cuando decidió trabajar con Pedro Merani, un coach de bowling argentino que vive en Doha, dirige a la selección nacional de Qatar y desarrolló un método para el juego mental basado en dos pilares: el bompu zen y la neurociencia.
Podoroska entiende, en ese sentido, que logró la capacidad de abstraerse del entorno desde que apostó por Merani: "En el aspecto filosófico me hizo muy bien empezar a trabajar con un entrenador mental que apunta más al budismo zen. Eso me enseñó muchas lecciones para aislarme del contexto, por ejemplo, de jugar los octavos de final y tener la posibilidad clara de llegar a cuartos. En lugar de mirar el entorno intento aprovechar cada pequeña chance y ponerme positiva. Todas esas cosas las aprendí gracias al zen, aunque parece medio loco decirlo así (risas)”.
La filosofía parece ser una porción fundamental en esta etapa de Podoroska, cuya influencia en la materia está ligada con su madre Irene. En relación a este tema, por caso, Nadia leyó hace poco La sociedad del cansancio, un libro del ensayista surcoreano Byung Chul Han, de formación alemana, que habla de la evaluación de las personas en cuanto su productividad más allá de los factores de afuera: uno mismo es el regulador del propio rendimiento. En definitiva, ya no se puede pensar en un mundo con límites impuestos por el exterior porque ya desaparecieron. No parece ajeno, en efecto, a la trascendental actuación de la Peque en París