"Maternidad" es un subgénero de las artes figurativas que tuvo bellas representaciones (más allá del arte sacro donde se origina) en las tradiciones pictóricas y escultóricas del arte moderno rosarino. Es también el título de la exposición de dibujos recientes en técnica mixta sobre papel por la artista plástica y performer Silvia Lenardón (Rosario, 1975) que se habilitó ayer al público en la galería de arte Diego Obligado (Güemes 2255) y podrá visitarse en horario comercial durante todo el mes, siempre con las precauciones sanitarias requeridas para protegerse de la pandemia de covid-19.
"Una taza/ cuando se cae/ se parte/ en unos cuantos/ pedazos/ ¿podrá ser/ la misma/ cuando intente/ unirse/ de nuevo? (¿Se puede explicar el CRASH de la maternidad?) / Salen gotas rojas/ blancas/ de algo/ en alguna parte/ otras zonas arden/ titilan/ laten/ Un trazo deforme de línea recta/ nada/ De esa parte de uno/ sale otra/ se despega/ pero deja/ un agujero/ que chilla/ cómo chilla/ qué kawaii". Esto escribe Cecilia Lenardón (artista, psicoanalista y también madre, en este caso de lxs sobrinxs de Silvia, ya que ambas autoras son hermanas) en el poema que sirve de texto de catálogo a la muestra.
La última palabra del poema también es el título de la serie de dibujos. Formado por dos caracteres del japonés clásico que significan literalmente "amor tolerable", Kawaii es un adjetivo japonés que no tiene equivalente exacto en castellano (en inglés sería traducible aproximadamente como cute) y que reúne las connotaciones de bonito, tierno, lindo, inocente, infantil... Más que calificar una clase determinada de objetos (bebés, animalitos, cachorros de toda especie, personajes de animés y una amplísima gama de seres naturales o artificiales), kawaii nombra y expresa una emoción muy precisa, que suele manifestarse con una vocal indefinida tirando a ronroneo y a medias articulada en una entonación ascendente y descendente, interjección contagiosa y más aceptable socialmente si la pronuncia una mujer joven, o incluso una serie de ellas.
Sin embargo, estos dibujos de Silvia Lenardón no son kawaii, por suerte (estéticamente, en Occidente, lo kawaii representaría una forma específica y pop del kitsch). La relación palabra-imagen puede leerse aquí en una clave irónica, más bien como alusión a eso de la maternidad que no se dice: lo siniestro que coexiste con la ternura, el dolor del parto como "crash" o despedazamiento, la demanda del nuevo ser como "agujero que chilla".
Desde su período de formación en el taller de un Juan Grela y una Aid Herrera ya muy mayores y plenamente abocados a desplegar imágenes naturales fragmentarias como de ensueño, en lo que sería un biomorfismo surrealista (pareja fundante a la que Silvia honró en 2019 con su performance de "teatro de figuras" La quemada, en colaboración con Emiliana Arias, Guillermo Martínez y Soledad Verdún), Silvia Lenardón viene explorando en un tono lírico y lúdico los lenguajes del modernismo rioplatense y mundial.
"Maternidad" establece una línea de continuidad con la compilación de historietas artísticas La bohemia (Iván Rosado, 2016), libro que dibujó Silvia con textos de su madre, la escritora Gloria Lenardón. Tanto aquí como allá, bajo el aspecto juguetón de cada escena subyace una rigurosa composición en equilibrio dinámico, donde con formas puras se construyen figuras que navegan sin fondo por el espacio. Si hay lo infantil en estas obras, es un infantil mediado por la síntesis cubista de un Pablo Picasso. En esa síntesis se condensaba una poesía visual. El siguiente paso fue narrar con imágenes, una novela gráfica en el tiempo. Al introducir el espacio, los acontecimientos saltan a la escena, sumando el cuerpo de la performer. Pero estas otras formas no constituyen "personajes", como Silvia suele decir, sino un poco más y un poco menos que eso. Si algo representan, son esquirlas de un propio cuerpo estallado por una experiencia intraducible. Paradójicamente, la maternidad resulta inexpresable en lengua materna.
Ernst Gombrich, en su libro The Story of Art, explica que tanto Picasso como un niño dibujan lo que saben, no lo que ven. En esta serie, Silvia Lenardón dibuja lo que siente, en y con el cuerpo. Se trataría de esa categoría estética que Herbert Read, en Educación por el arte, llamó "lo háptico". Son afectos e intensidades que no tienen nombre, que sólo afloran en la interjección; plásticamente, en el punto. Si tanto Juan Grela en pintura como Erminio Blotta en escultura trabajaron una maternidad secular, no religiosa, hoy Lenardón aporta a aquella tradición local la obra de una artista contemporánea mujer.