A Alden Ehrenreich no le lleva mucho tiempo hacerse cargo del Millennium Falcon en el salón. El actor pasó buena parte de 2019 trabajando en la adaptación televisiva de Un mundo feliz de Aldous Huxley, con la campiña galesa oficiando como la desolada, distópica tierra arrasada del futuro. Junto a Demi Moore, fue el único estadounidense en el set. "Fue muy útil", dice al teléfono desde Los Angeles. "Interpreto a un forastero, y me sentí un forastero.. Aunque ya estaba un poco acostumbrado porque...", dice, y hace una pausa. "Estuve un año y medio trabajando en Inglaterra antes".
Ese trabajo fue Solo: una historia de Star Wars, la desgraciada historia sobre los orígenes de Han Solo que fue filmada en Londres y parecía destinada a impulsarlo a las Grandes Ligas de Hollywood. Pero no fue así. Al interpretar a un joven Harrison Ford, Ehrenreich tuvo la nada envidiable tarea de casi imitar a una de las más famosas performances en la historia del cine, además de protagonizar un spinoff de Star Wars en un momento en el que se iniciaba cierta fatiga con respecto a la franquicia. La película, además, tuvo una producción dificultosa. Sus directores originales se fueron a la mitad de la filmación, hubo reportes (desmentidos por todas las partes) de que un entrenador de actores fue reclutado para mejorar la performance de Ehrenreich en el set, y al film le fue mal en la taquilla. Entonces Ehrenreich desapareció. Dos años después, Solo parece ser algo a lo que el actor solo alude vagamente, y ciertamente no lo menciona por su nombre.
De todos modos, se muestra sorprendentemente optimista. A sus 30 años, Ehrenreich puede ser muy gracioso, algo que probó cuando se robó la pantalla en la comedia ¡Salve, César!, realizada por los hermanos Coen en 2016: allí encarnaba a un actor espantosamente vacío que era incapaz de decir la línea de diálogo "Si eso fuera tan sencillo". También hay una cierta oscuridad inquietante en él. Parece una estrella de películas poco usual, mejor cuando interpreta a jóvenes atormentados o monstruos abyectos, el descuidado hijo de Cate Blanchett en Blue Jasmine o el pibe de secundaria cuyo buen aspecto escondía a un amante del sadismo y la crueldad en Stoker.
El personaje de Ehrenreich en Un mundo feliz, la nueva adaptación del desesperanzador clásico de ciencia ficción escrito por Huxley, aparece en un lugar más heroico del espectro. El actor es John, residente de las Tierras Salvajes, una contraparte oxidada e infernal de la serena utopía del Nuevo Londres. La ciudad es un mundo de rígido orden social y pastillas de felicidad instantánea, en la que la monogamia está prohibida y se desconoce la violencia. Un inesperado giro de las circunstancias lleva a John a trasladarse a Nuevo Londres, donde primero toma ventaja de sus placeres y luego inicia una revolución.
El show ciertamente llama la atención. Los personajes toman parte de interminables orgías coreográficamente elaboradas, que hacen pensar en una mezcla de Calígula con una clase de zumba; se visten con trajes en colores de preservativo que parecen salidos de un desfile de modas; los ricos hace tours por barrios asolados por la pobreza transformados en parques de atracciones. A menudo, Un mundo feliz toma las peores ansiedades de la humanidad y las empujan a lo obsceno y lo aterrador.
"Huxley realmente sabía cómo hablar de nuestros instintos, y dónde nos llevarían", explica Ehrenreich. "El programa está ambientado en un mundo sin incomodidades, pero te deja la pregunta de si tenés lo que creés que querés. Luego de cierto punto, ¿es bueno que haya mucho de algo? ¿No se vuelve todo lo mismo?". Ehrenreich aún reflexiona sobre eso. También admite que los temas de la serie se han vuelto más "agudos" en la 1ola del coronavirus, la muerte de George Floyd y el clima político que empeora. Con eso en mente, de todos modos, es difícil no ver el show en 2020 y asombrarse, de un modo muy culposo, de encontrar deseable el hecho de tomarse una píldora y quedar entumecido ante el mundo.
"Creo que una de las tareas para todos nosotros ahora es asumir el malestar", opone Ehrenreich. "Estamos experimentando todos estos cambios de paradigma y las convenciones que caen. Pero en lugar de correr hacia un sentimiento más fácil de certezas, o escaparse por completo, realmente necesitamos quedarnos y vivir en eso. Lo mejor que puedo hacer en este momento es seguir haciéndome cargo y quedarme en ese espacio poco confortable."
El actor señala que es consciente de su priviliegio y buena fortuna, lo que tiene sentido si se tiene en cuenta su propia historia en Hollywood. Hijo de una diseñadora de interiores de Los Angeles y un contador, Ehrenreich fue descubierto en el bar mitzvah de un compañero de clase, cuando un sketch de comedia que hizo con amigos capturó la atención de uno de los invitados, un tal Steven Spielberg. El realizador lo conectó con un agente y Ehrenreich actuó de manera intermitente a lo largo de la escuela secundaria. Su trabajo en películas también fue bendecido. Francis Ford Coppola lo eligió para lo que fue su debut, Tetro (2009), y encontró un mentor en Warren Beatty, quien lo dirigió en 2016 en la comedia romántica La excepción a la regla. El hecho de que sus más fuertes aliados en la industria sean hombres muy viejos no se le escapa.
"Crecí sintiendo una mayor pertenencia creativa a películas de los setenta", explica. "Mi familia siempre miraba viejas películas, y me asombraban realizadores como Warren, o Coppola, Scorsese, John Cassavetes. Con lo que, cuando pude conocer a algunos de ellos, sentí que eran mi gente, incluso al punto de que cuando empecé a trabajar ellos estaban cerca de sus setenta años. Siempre sentí un parentesco con cosas un poquito menos convencionales."
Como resultado, Ehrenreich siempre pareció un poco fuera de tiempo. Ha hecho pocos films situados en el presente, más cómodo en el futuro lejano o, en dos de sus películas, en el Hollywood de los años '50. Es una cualidad que también se refleja en su vida personal. No tiene cuenta en redes sociales, apenas usa internet y no tiene smartphone. Considerando lo curiosamente controversial que es buena parte de su filmografía, debe ser una bendición. Estuvo el ruido arededor de Solo, por supuesto, pero también los juicios que rodearon a La excepción a la regla (los inversores aseguraron que su horrible performance en taquilla fue culpa de la deficiente promoción), y literalmente todo lo que ocurrió con Woody Allen desde Blue Jasmine.
"Estoy al tanto de todo, pero menos que lo que estaría si estuviera activamente enganchado a internet", dice él. "También estoy harto y escéptico para ingerir una visión del mundo -sea sobre una película que hice o el mundo en general- a través del modo en que funciona internet. Estamos absorbiendo constantemente esta información que está diseñada para mantenernos prestando atención todo el tiempo. Tiene que reformular todas sus narrativas para hacerlas lo más ostentosas posibles, y trerminás sintiendo que ese es el mundo, y siempre es la mirada más dramática posible sobre todo lo que sucede".
Lo que lleva a La Película Que No Debe Ser Nombrada. Hubo una tensión en el aire durante la gira de promoción de Un mundo feliz, o al menos una notoria indiferencia toda vez que se le preguntó por Baby Yoda. ¿Es el más ruidoso dato del pasado de Ehrenreich un tema tabú? "¡No, para nada!", se ríe él. "Quiero decir, es parte del asunto. Lo sé. Lo entiendo. Asumo que estás hablando de...", y hace una pausa otra vez, dudando en decir el título. "Ya no es una parte importante de mi vida. Pero mi sensación es que hubo una clara desconexión entre el modo en que fue realmente recibida y las historias que salieron después, que tuvimos una producción problemática o lo que sea. Y no fue un fracaso. No hizo mil millones de dólares pero le fue bien y a la gente le gustó... pero eso no es interesante. Lo interesante es 'Esta es la mayor película de la historia y fue un absoluto desastre'. Yo sabía que, pasara lo que pasara, me estaba poniendo en una situación en que la gente diría cosas de mí. Pero honestamente, toda la experiencia se sintió como una aventura en alta mar".
De pronto está luchando por contener la risa.
"Aun en los puntos más bajos, como todo el drama de eso. En última instancia no tiene grandes consecuencias, y yo siempre soñé con esto. El mero hecho de que estemos hablando... esta es exactamente la clase de vida que quería cuando era chico, ¿se entiende? Ser un actor, estar en películas, vivir las alzas y bajas. No sería interesante si no hubiera puntos bajos."
Piensa en Beatty, que será siempre recordado como una leyenda y no por los desastres de taquilla que tuvo. "Cuando alguien llega al final de su carrera la gente habla de sus éxitos, y no de todos sus fracasos", dice Ehrenreich. "Ciertamente lo tuve en mi cabeza antes, y me sentí abrumado en algunas coyunturas pero... recuerdo a Dustin Hoffman diciendo en una entrevista que 'en el momento todo se sintió como un fracaso'. Y es verdad. Pero lo usás, y profundizás, y te volvés mejor".
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.