Qué voy a querer recordar de este momento en diez años, qué añoro de mi vida anterior, qué es lo que quiero que sepas de mí, te voy a contar un secreto. Estas son algunas de las consignas de Aquí estoy, una experiencia performática que recoge conversaciones entre personas de Argentina y Bélgica a través de WhatsApp, para configurar un retrato colectivo multilingüe en contexto de pandemia. El proyecto se llevó a cabo durante el mes de julio y la compilación de textos en castellano y neerlandés puede leerse en la web (https://aqui-estoy.com.ar/), con audios de algunos fragmentos grabados por sus autores.
Manuela Méndez –investigadora, actriz, directora y docente– tenía planeado viajar a Bélgica este año para producir una obra de teatro junto a una colega de ese país. Por razones obvias el viaje no pudo concretarse, pero a Méndez le pareció interesante generar una deriva del proyecto madre, ya que la obra problematizaba los distintos modos de conexión e intercambio a distancia. “Todo surge de una necesidad personal de recoger relatos un poco más sensibles sobre la pandemia. El proyecto fue pensado en estos términos y en función de este momento particular. Había una necesidad de sensibilizar el discurso, porque todo lo que escuchaba estaba atravesado por cifras o por la dimensión política de la cuestión. La interioridad y la universalidad del fenómeno no aparecían en ningún lado como experiencias singulares sensibles”, explica la actriz en diálogo con Página/12.
Una persona confiesa estar enamorándose, otra descubre que quiere aprender a tolerar el amor sin cobardía, otra anhela ser madre y otra escribe cartas que jamás se atreve a enviar. Una mujer recuerda que cuando era chica odiaba que la vieran llorar, otra persona cuenta que está escribiendo un libro, alguien reconoce que no le gusta el pueblo en el que creció y otro fantasea lo que hará cuando su pareja ya no esté. Varios participantes dicen no tener ningún secreto y uno de ellos asegura conocer la receta de la felicidad.
Los textos publicados configuran un mosaico multilingüe y pluricultural, pero también revelan un interesante cruce entre lo privado y lo público, lo general y lo particular, el yo y esa otredad que escribe/traduce o codifica/decodifica con el único propósito de comunicarse: la dimensión individual y colectiva de un fenómeno universal. La intimidad que genera la experiencia permite que muchos de los participantes hablen sobre aquello que quizás ni siquiera se atreven a tratar con las personas de su entorno más cercano.
Méndez cuenta que la convocatoria fue lanzada en julio en ambos países: en Bélgica desde el Espacio Projecthuis Sinrumbo y en Argentina a través de su cuenta de Instagram. La gente se inscribía respondiendo un formulario con ciertas preguntas ligadas a sus gustos, y en función de esos datos se armaban los cruces. La idea original era convocar a treinta personas durante cinco días, pero el primer día se anotaron setenta y decidieron cerrar. Algunos de los participantes realizaron el intercambio pero no dieron su consentimiento para la publicación, así que en la página web figuran la mayoría de esos relatos, pero no todos.
Una de las premisas más interesantes de la propuesta está asociada a las ideas de traducción y alteridad: cada participante debía escribir en su idioma nativo y diseñar sus propias estrategias para decodificar y responder el mensaje de su interlocutor. “La traducción tiene un doble juego: por un lado, en su carácter lúdico da cuenta de la existencia de otro espacio con mucha claridad, porque en cuanto aparece un idioma diferente el mundo se abre en términos de dimensión perceptiva. Por otro, me parece que en ese gesto se pone en juego una voluntad muy clara de comunicación, porque los traductores más utilizados tienden a pifiar un montón y eso implica un laburo muy grande para tratar de comprender lo que el otro está diciendo y también para ajustar la propia redacción. En ese sentido, hay un rol muy activo por fuera de la escritura, una acción muy clara para tratar de conectarse con el otro”, puntualiza Méndez.
La investigadora viene trabajando hace años en el campo de la performance, actualmente se encuentra realizando su tesis de Maestría en Teatro y Artes Performáticas de la Universidad Nacional de las Artes, y se formó con docentes como Ciro Zorzoli, Maricel Álvarez, Guillermo Cacace, Lola Arias, Federico León y Analía Couceyro, entre otros. Cuando se le consulta por su concepción sobre la performance, dice: “No es posible trazar una definición muy acabada de la performance como entidad artística. Lo que a mí me interesa es justamente la posibilidad de correr los límites de lo definible. Es en esa hibridación entre las lógicas más convencionales del arte (literatura, teatro, artes multimediales) donde me interesa situar la idea de performance, al menos en este proyecto. Yo vengo de las artes escénicas; todo lo demás son derivas. La performance y la dirección me interesan, pero siempre las estoy pensando desde la actuación para problematizar cuestiones como la expansión de los límites, los textos, la condición de cuerpo, la aparición de nuevas tecnologías o la hibridación de lenguajes”.
Aquí estoy capitaliza el (posible) error en el proceso comunicativo interpersonal y lo convierte en potencia para generar algo nuevo, pero además construye un relato colectivo a partir de la intimidad creada entre las parejas. Las conversaciones se llevaron a cabo vía WhatsApp, pero el resultado final se parece mucho a los intercambios epistolares del siglo XIX; por momentos, hasta incluyen un tono poético. “Creo que estamos bombardeados por imágenes todo el tiempo, entonces para mí era muy importante hacer circular la comunicación interpersonal desde otras lógicas. El tiempo de la escritura es un tiempo reflexivo, no es el de la inmediatez de la imagen”, afirma Méndez.
El abanico de participantes es bien diverso: docentes, actores, bailarines, músicos, periodistas, gremialistas, arquitectos, funcionarios públicos, entre otros oficios y profesiones. Próximamente habrá una segunda edición que sumará a personas de Alemania y explorará relatos orientados al futuro. Hacia el final, la actriz señala un aspecto peculiar de los fenómenos actuales: “Todos estamos en la misma conga, pero es evidente que en otros lugares del mundo se habilitan otros tiempos y ocurren cosas muy diferentes. No es lo mismo una pandemia en Latinoamérica que en Europa, y me parece que está bueno dar cuenta de eso para no tener una mirada ingenua”.