Diego Schwartzman se metió en las semifinales de Roland Garros tras derrotar 7-6 (1), 5-7, 6-7 (6), 7-6 (5) y 6-2 a Dominic Thiem, el número tres del mundo, en una batalla de tintes épicos que se extendió por cinco horas y ocho minutos en el estadio Philippe Chatrier. Con esta victoria, que lo ubica por primera vez entre los cuatro mejores de un Grand Slam, el argentino se aseguró convertirse en top 10 del ranking ATP en la próxima actualización oficial. Como si fuera poco, además, se ubicó en el 8° puesto en la carrera anual rumbo al Masters de Londres, el certamen que reúne a los ocho mejores tenistas del año. Su próximo rival será otra vez Rafael Nadal, a quien viene de vencer en las semifinales del Masters de Roma, que anoche se impuso por 7-6 (4), 6-4 y 6-1 ante el italiano Jannik Sinner.
"Dominic es uno de los mejores del circuito y uno de mis mejores amigos. Había jugado muchos quintos sets aquí pero creo que puedo decir que merecí la victoria. Ganar era muy importante para mí", destacó Schwartzman apenas terminado el encuentro, uno de los más emocionantes en lo que va del torneo parisino.
La lucha de Schwartzman no fue sólo contra Thiem sino también contra sus propios demonios. Durante gran parte del partido quedó enganchado con algunas pelotas clave que falló en momentos calientes y hasta exhibió su malestar en voz alta. Hubo una bola muy importante que lo dejó atrapado por mucho tiempo: erró una derecha corta en el 5-4 del tercer parcial y encendió la radio personal. "Me quedé enganchado porque no puedo creer el game que perdí. No puedo parar de pensar en esa bola", comenzó.
Los tenistas no suelen exteriorizar los diálogos y las peleas internas que tienen durante los partidos. Schwartzman destrozó esa regla y demostró que no podía creer que no le salieran las cosas a pesar de su gran nivel de juego. Se hablaba a sí mismo y hasta charlaba de forma irónica con su entrenador Juan Ignacio Chela y su preparador físico Martiniano Orazi. "Dale, Marti, dale. Me tengo que alentar un poco más. Qué mala leche, boludo, por favor...", disparó en un momento. En otro pasaje, lo mismo hacia su box: "No me digan más 'vamos', estoy desquiciado. Perdí dos sets regalados".
La batalla mental creció y Schwartzman se mantuvo firme más allá de haber tenido a un jugador clase mundial del otro lado de la red, un hombre que venía de acceder cuatro veces consecutivas a semifinales en París -los últimos dos años fue finalista- y ganar el último Abierto de Estados Unidos. A medida que avanzaba el tiempo el Peque demostraba tener un poco más de piernas y lo demostró tras varios momentos de superviviencia. Estuvo sets iguales y 5-3 en el tercero pero lo perdió; estuvo 5-4 y 40-0 en el cuarto y cedió el servicio; y estuvo 1-3 abajo en el tie break del cuarto. El instinto de resistencia y la pulsión por pelear hasta el último suspiro, sin embargo, tuvieron más injerencia. Y Schwartzman, con la épica de su lado, forzó al quinto set y eliminó a uno de los grandes candidatos. Para exhibir la grandeza de esta victoria hay que remarcar que Thiem no perdía antes de las semifinales de Roland Garros desde 2015, cuando cayó en la segunda ronda ante el uruguayo Pablo Cuevas.
"Creo que pude dominar gran parte del partido. Sabía que no tenía que apurarme cuando Dominic usara el slice; fui paciente y subí bastante a la red cuando era el momento indicado. Pero cometí errores tontos en momentos clave del segundo y del tercero, algunas bolas fáciles, y por eso fue un partido increíble", analizó Schwartzman, quien intentó explicar que tuvo innumerables chances y dejó pasar muchas, pero que se impuso por consistencia hacia el final del match.
El logro de Schwartzman en París tiene doble mérito. El Peque ya pertenece al selecto grupo de tenistas masculinos que alcanzaron las semifinales al menos una vez en torneos de Grand Slam. Para ser más exactos, es el décimo que lo consigue. Antes ya lo habían hecho Guillermo Vilas (12 veces), Juan Martín Del Potro (6), David Nalbandian (5), Guillermo Coria (2), José Luis Clerc (2), Enrique Morea (2), Mariano Puerta (1), Gastón Gaudio (1) y Franco Squillari (1).
El segundo premio será el acceso al top 10 del ranking ATP, una gesta que apenas habían registrado once argentinos desde la creación del listado en 1973. Schwartzman se sumará como el 12° y compartirá el privilegio junto con Vilas (2°), Coria (3°), Nalbandian (3°), Del Potro (3°), Clerc (4°), Gaudio (5°), Mancini (8°), Guillermo Cañas (8°), Puerta (9°), Martín Jaite (10°) y Juan Mónaco (10°). Sólo resta saber en qué posición aparecerá el próximo lunes y dependerá de otros resultados.
Las sensaciones fueron muy sentidas en la rueda de prensa: "Cuando gané me emocioné un poco por todo lo que había logrado con este partido. Pero cuando tenía la toalla en la cara me dije a mí mismo: 'Esto sigue, estás jugando un huevo, ya va a haber tiempo para disfrutarlo'. Lo disfruto, sin dudas, pero sigo en el torneo y tengo muchas ganas de continuar".
Esta actuación se trata de una barrera más que consigue derribar Schwartzman en su vida personal y deportiva. Luchó desde muy chico contra la altura -mide un metro 70-, las dificultades económicas y los flashes que generaban sus compañeros de generación, la famosa camada 1992 de Argentina. Pero todo queda en la historia, porque cada semana que transita el Peque inmerso en la elite del tenis internacional convence a propios y extraños de que su techo todavía se vislumbra muy lejano. El Pequeño gigante, en definitiva, nunca deja de crecer.