A una mujer así no le da vergüenza morir. Y es que ella, bruja poseída, ha sido de esa calaña: criatura solitaria, de doce dedos, demente. Anne Sexton, nacida en Anne Gray Harvey, en Newton, Massachussets, el 9 de noviembre de 1928, llegó a la poesía de la mano de la depresión que se ensañaba con las mujeres en la ultraconservadora sociedad estadounidense de la posguerra. A diferencia de su contemporánea Sylvia Plath, Anne Sexton no cursó estudios universitarios.
Descendiente de una estirpe de WASP -White Anglo-Saxon Protestant- que había prosperado en el sector bancario, completó el secundario con una formación en una de esas instituciones privadas cuya misión era preparar a las jóvenes de familia burguesa a su futuro rol de perfecta esposa y ama de casa. Tras unos breves pasos por una agencia de modelos, se casó a los 19 años con un hombre de su mismo núcleo, Alfred Muller Sexton alias Kayo. En 1953, Anne dio a luz a su primera hija, Linda, que más tarde se convertiría en novelista y en su albacea.
Al año siguiente se produce la primera manifestación del mal contra el cual luchará toda su vida: depresión nerviosa con impulsos suicidas. En 1955, nació su segunda hija, Joyce. Pero las frecuentes ausencias de Kayo por trabajo la dejan sola con sus ataques de pánico, y ya no puede ocuparse de sus dos hijas: “No se pueden construir pequeñas vallas blancas para evitar las pesadillas. La superficie se fisuró cuando yo tenía 28 años,” dijo en una entrevista. Si la moral burguesa, como argumenta Foucault, separaba, excluía y encerraba a las personas disidentes dentro del cerco de la locura, de la enfermedad, lo mismo ocurría con las mujeres que manifestaban una resistencia interna al lugar que se les asignaba.
En una organización social situada en el legado inmediato del macartismo, de Hiroshima y de Nagasaki, el culto al materialismo y al progreso apenas lograban contener el quiebre psíquico de las “american housewives”. Desde la casa del padre hasta la del marido, muchas mujeres hacían incursiones en el hospital psiquiátrico. Y así, deslizándose hacia el lado de la patologización, Anne Sexton se descubrió poeta. Todo empezó en la época de su primera hospitalización en Glenside, después de una tentativa de suicidio en 1956. El psiquiatra Martin Orne, con el que siguió una terapia durante ocho años, se interesaba por el psicoanálisis, había leído y trabajado a Freud.
Le dio en un primer momento el diagnóstico -hoy anacrónico- de “histeria”. Además, la paciente manifestaba alucinaciones y trastornos de la memoria, motivo por el cual el doctor Orne le aconsejó que tomara notas durante la sesión. Y un buen día llegó con un poema escrito, un soneto. La biógrafa de Sexton, Diane Wood Middlebrook, transcribe una entrevista de 1962 en la que la poeta-paciente cuenta cómo llegó a escribir su primer poema, después de escuchar en la radio una conferencia de un profesor de Harvard sobre el soneto: “Pensé, está bien, puedo hacerlo. Bajé las escaleras y escribí uno. Luego llamé a mi madre y se lo leí. Me sugirió que mejorara una imagen. Al día siguiente escribí otro y se lo llevé a mi médico. Dijo que eran maravillosos. Eso es todo lo que quería oír. Así que seguí escribiendo y escribiendo y dándole todo a él, sólo por transferencia. Seguí porque él me aprobaba".
A pesar de su toma de apuntes, Anne Sexton seguía a menudo sin acordarse de las palabras que había pronunciado durante la sesión, ya que a veces entraba en estados de trance - torrentes de vida en la escarcha-. Entonces el Dr. Orne empezó a grabar las sesiones para que su paciente pudiera, en esa escucha, enfrentar las verdades que se le venían encima: el acoso sexual por parte de su padre, las equívocas caricias de su adorada tía-abuela Anna Ladd Dingley alias Nana, la ambigüedad de su propia cercanía física con sus dos hijas, Linda Gray Sexton y Joyce Ladd Sexton. En el enfrentamiento de la paciente con aquello que succiona el aire - el lenguaje y su impacto- emergió la poeta.
El sufrimiento y el goce estaban unidos por un mismo vínculo: "El lenguaje no tiene nada que ver con el pensamiento racional", argumentó. "Por eso la racionalidad me confunde y me enoja […] creo que el lenguaje es hermoso. Llegué incluso a pensar que la locura (la raíz del lenguaje sin duda) es hermosa. Sólo que es doloroso.” Gloria y miseria del lenguaje. Anne Sexton recurría al uso de palíndromos, convirtiendo a las ratas en estrella (rats-star), y a dios en perro (god-dog), y se declaraba artesana de las palabras: “Todo lo que soy es el artificio de las palabras escribiéndose a sí mismas”. Siguiendo el estímulo de su terapeuta, se inscribió en las clases de poesía de John Albert Holmes en 1957, y en las del poeta Robert Lowell en 1959. Su primer poemario, Al Manicomio y Casi de Vuelta (To Bedlam and Part Way Back, 1960), se dio a conocer como parte de una corriente literaria estadounidense nacida en los años sesenta, cuyo iniciador fue Robert Lowell: la poesía confesional.
El género confesional dialogaba con la psiquiatría, con la depresión y con una forma de auto-testimonio que integraba una representación del inconsciente. Aunque permitía que las mujeres pudieran salir de su lugar de objeto para pensarse y expresarse como sujeto poético, Anne Sexton recusaba la noción de confesión y decía de su poesía que era “personal”. Aquella persona franqueó los límites de la confesión y se adentró en un territorio pocas veces explorado en poesía. El útero, el ciclo menstrual, el cáncer de mama, el aborto, vinieron a formar parte de un lenguaje propio que a su vez brindaba una crítica de la teoría freudiana del complejo de Edipo, y de todo lo de que representaba en tanto que desconocimiento del sujeto femenino. En lugar del frustrado deseo de la niña por su padre, el supuesto deseo del pene, plantea el deseo del padre incestuoso por su hija y el confinamiento de ésta en la casa simbólica del padre.
Sin embargo,los padres tienen pensamientos bizarros, pensamientos como una sierra diestra. Estos son versos del poema “Un-ojo, dos-ojos, tres-ojos”, habla de una niña “primitiva” a merced del Edipo, cuyo tercer ojo no se cerró. El poema es parte del libro Transformaciones (1971), donde Sexton subvierte y reescribe los cuentos de Grimm, siendo una de las primeras en revelar la alienación del sujeto femenino en aquellos cuentos. No solo denuncia el sometimiento de las heroínas expuestas al deseo de posesión de los hombres, sino que avanza una clave de lectura y de representación onírica del incesto y del androcentrismo radicalmente innovadora. La combinación de rigor clásico con lenguaje oral, fluido, inesperado, de imágenes llamativas de elementos tanto íntimos como universales, todo aquello ofrecido en una poesía rítmica, desgarradora, valiente, le ha valido una gran popularidad.
A pesar de las críticas misóginas a su arte, de ama de casa depresiva se convirtió en una poeta famosa citada en antologías, invitada a dar talleres de escritura en universidades, premiada con becas, agasajada con títulos honoríficos. Y con el grupo musical que formó, "Anne Sexton and her Kind", llenaba salas enteras y derrochaba carisma en el escenario. Aun así, no pudo salvarse. El título Live or Die (1966), su tercer libro, premiado con el Pulitzer en 1967, se inspira en una frase de la novela Herzog (1964), de Saul Bellow: “Vive o muere pero no lo envenenes todo”. En aquel momento estaba dispuesta a mantener la muerte a cierta distancia y a resistir a las vocecitas que le susurraban al oído que lo estaba envenenando todo. En ese libro se encuentra el poema “Huye en tu burro” (Flee on your donkey), que evoca su paso por el psiquiátrico.
En medio de la experiencia de un intenso dolor psíquico, aún existe la posibilidad de salvarse. El título del poema se inspira a su vez en un verso de Rimbaud. Un día en que volvía a su casa deshecha después de una consulta con el Dr. Orne, sufrió una crisis de lágrimas y, al buscar en su bolsillo un pañuelo, descubrió un pedacito de papel donde había transcrito parte del poema “Fiestas del hambre”, de Rimbaud: Mi hambre, Anne, Anne, / huye a lomos de tu burro. En los versos de nuestra Anne, la poeta alerta a la mujer: Anne, Anne, huye en tu burro, huye de ese triste hotel, lárgate sobre una bestia peluda, galopa de vuelta, aprieta tus nalgas a su cruz, adaptate a su paso torpe como sea. ¡Lárgate por cualquier viejo camino que te plazca!
Un mes antes de cumplir los 46, se largó finalmente por el viejo camino del suicidio, el 4 de octubre de 1974. Se tomó unos tragos de vodka y, vestida con el tapado de piel de su madre, se subió al volante de su Cougar rojo y encendió el motor hasta asfixiarse. Ese camino le habrá dado tiempo suficiente para escribir diez libros de poemas y, como dijo su gran amiga, la poeta Maxine Kumin, para cosechar su lugar en el canon gracias a su profunda franqueza.