Uno de los hechos más notables de esta primera pandemia de la era digital es el intenso ruido de fondo en el campo comunicacional, que dificulta el proceso que va desde la información hasta la comprensión del fenómeno, pasando por la puesta en funcionamiento del pensamiento crítico. Noticias falsas, operaciones de prensa, juegos alrededor de la grieta política, opiniones divergentes y de todos los colores de parte de los expertos, campañas negacionistas, conviven con un incomprensible retroceso comunicacional por parte del Estado, que deja la cancha libre para este juego irresponsable y peligroso.
¿Quién dirime en nuestro país en el campo de la comunicación? He aquí uno de los mayores problemas sanitarios actuales. Tal vez el mayor de todos.
La reacción del gobierno nacional fue firme y clara en un inicio: sin una vacuna segura y eficaz, y sin un tratamiento médico específico, solo quedaba (y queda) la promoción e implementación de medidas de cuidado sanitario básico para disminuir la circulación del virus y evitar la sobrecarga del sistema de salud, y el aumento concomitante de la mortalidad. El resultado sanitario inicial fue satisfactorio.
Pero la pandemia resultó mucho más larga y persistente que lo que se calculó en un inicio, y si en un primer momento la prioridad sanitaria fue la implementación de medidas epidemiológicas de restricción del movimiento, hoy por hoy la prioridad sanitaria debería rediscutirse. En nuestra opinión, la nueva prioridad debería ser doble: cuidar mejor a los trabajadores de la salud, y tomar la iniciativa en la comunicación social que habilite un nuevo capítulo de cuidados.
Luego de seis meses de trabajo ininterrumpido, todos los trabajadores y las trabajadoras de la salud requieren de urgentes medidas de sostén, medidas tanto objetivas como subjetivas de protección, de retribución y de reconocimiento. Se hace indispensable iniciar ya mismo la discusión sobre qué sistema de salud queremos como país a futuro, y qué lugar tendrían en él quienes se han formado para cuidar. La pandemia muestra con notable nitidez todas las carencias del sistema, justo cuando más se lo necesita.
Con una sociedad agotada de y por la crisis, una economía seriamente golpeada por la desaceleración mundial y una invitación constante a la negación del riesgo por parte de cierto periodismo corporativo, la iniciativa estatal en materia de comunicación se convierte en una estrategia indispensable, especialmente en un contexto de relajación generalizada de conductas de cuidado sanitario. Si el Estado falla en este intento, o si simplemente abdica en esta función esencial, el campo comunicacional queda librado al sector que medra con la confusión y con el caos, y la estrategia sanitaria fracasa. Es necesario comunicar solidaridad, construcción de comunidad, destino común, proyecto colectivo. Comunicar que el cuidado sanitario nos permite sobrevivir y planificar.
La prioridad sanitaria en este momento es el diseño de una política de comunicación estatal que unifique, que conduzca y que informe. Que conciba a la responsabilidad sanitaria no solo como una libre decisión individual, sino principalmente como el resultado de una apelación a construir tejido social a partir de la consideración del otro, de la ternura hacia el otro, del amor por el bienestar de todos y de todas.
Y ello se logra con palabras, con metáforas y con gestos dirigidos al conjunto. Esta operación se llama comunicación social, y es la pieza clave que nos está faltando. Porque el trecho que falta es aún largo, y requiere de un nuevo compromiso entre el Estado y la población.
Presidente de APSA, Asociación de Psiquiatras Argentinos.