Desde San Salvador de Jujuy
La alerta de los mensajes de whatsapp no dejaba de sonar, una víctima de femicidio, y otra, y otra, y una más. Las pibas buscadas ya no estaban desaparecidas, ahora estaban muertas y sus cuerpos fueron descartados, abandonados en lugares recónditos de la provincia de Jujuy.
El dolor nos inundó y el llamado a las calles rebasó cualquier antecedente de pedidos de justicia, una enorme parte de la comunidad comenzaba a mirar la violencia machista de manera estructural, la sociedad comenzaría a cuestionarse porque las pibas desaparecían y eran asesinadas.
Jujuy no sería la misma después del #30S, la idea de ser asesinadas por su condición de mujer comenzaba a tomar fuerzas en una provincia que volvía a ubicarse a nivel nacional, con el índice más alto de mujeres víctimas de femicidios.
Desde principios de septiembre habíamos vuelto a las calles, pero este fenómeno -cercado por la cuarentena y una crisis sanitaria sin precedentes en la provincia-, se había iniciado en una ciudad que nunca antes había marchado por una mujer. El brutal femicidio de Cesia, una joven de 20 años a quien las autoridades no buscaron, la aparición de su cuerpo sumergido en un tanque del ex matadero Municipal de Abra Pampa 10 días después, fueron la semilla que daría lugar al #NiUnaMenos que estalló poco tiempo después.
El último día de septiembre teníamos 3 pibas menos y una desaparecida, al menos 10 localidades se sumaban al pedido de Justicia y búsqueda desesperado. El #NiunaMenos había llegado a las calles de Jujuy como consigna fundamental del movimiento que surgía del dolor de las ausencias.
Más de 12 mil mujeres, niñas, niños, mujeres adultas mayores, familiares y hombres, avanzaban en enardecidas columnas por las calles de Yuto, Fraile Pintado, Libertador General San Martin, San Pedro, Perico, El Carmen, Huecalera, Humahuaca, Purmamarca, Maimará, Palpalá. Muchas nos reunimos en la capital jujeña y entendimos que no era paz lo que en la provincia vivíamos, era silencio.
Y aquella complicidad del silencio había roto el contrato con los violentos. Repentinamente en un despertar de la sociedad -acostumbrada a encuadrar a las exageradas, locas, feminazis, aborteras, zurdas-, comenzó a pedir justicia por las muertas; gritaron que el Estado era responsable, y dejaron de lado aquellas malas constumbres de justificar la violencia bajo las buenas o malas víctimas, las miradas se transversalizaban.
Lo que entre los movimientos feministas era conocido y repudiado, se abría paso hacia la sociedad que lograba relacionar de manera consciente que detrás de los femicidios hay un Estado cómplice por omisión. Bastó realizar un breve repaso por la condición de la Justicia en Jujuy, y el pedido de intervención por falta de transparencia y el tráfico de poderes emergió, junto a ello el recuerdo de denuncias por violencia sexual y faltas a los deberes de funcionarios públicos, removieron hechos que eran concebidos como aislados y hoy se articulan como el panorama que provincia ya vivía.