El 8 de octubre de 1980, salió a la venta Remain in Light. Además de convertirse en un punto de inflexión en la obra de Talking Heads, el cuarto álbum del grupo neoyorquino es considerado uno de los mejores discos de los ochenta y uno de los manifiestos más profundos y originales de la cultura pop. Al punto de que hoy es objeto de estudio incluso por el psicoanálisis. Aunque el ciudadano de a pie no registre que “Once in a Lifetime” es la canción más conocida de ese repertorio, y para muestra local está el cover que hizo Cienfuegos junto al Chango Spasiuk en 1998, seguramente todos recordarán su video, en el que un personaje con aspecto de administrativo de un ministerio, encarnado por David Byrne, líder del cuarteto, no para de temblar a lo largo de casi cuatro minutos. Pero no se trataba de un tributo a los pacientes con epilepsia o a la paranoia, sino a la representación del trance en las religiones del Africa Occidental y una crítica a los predicadores. Tan brillante como educativo. Sin embargo, al igual que toda obra maestra, el entramado de su confección fue complejo.
Para comenzar, la banda llegó en crisis al estudio. Si bien sus anteriores tres discos resultaron ser exitosos, la grabación de Fear of Music (1979) los enemistó. Sobre todo al baterista Chris Frantz y a la bajista Tina Weymouth, quienes a su vez eran pareja, con David Byrne, a causa de su control excesivo en la superación musical y en el armado de las giras. Debido a que ella tenía al frontman entre ceja y ceja, su compañero le propuso, aprovechando el descanso que el grupo se había tomado, irse de vacaciones al Caribe. Y vaya que fue una gran decisión. Durante el periplo estival, el tándem estuvo en ceremonias de vudú, descubrió instrumentos percusivos de la región y entró en contacto con la base rítmica más famosas de Jamaica: el baterista Sly Dunbar y el baterista Robbie Shakespeare (actuaron en Buenos Aires en 2017), quienes han trabajado con Peter Tosh, Serge Gainsbourg y los Rolling Stones. Pero a Tina y Chris todavía los esperaba Nasáu, qua conocieron cuando Talking Heads grabó su segundo disco, More Songs About Buildings and Food (1978), y donde terminaron comprando un departamento.
La antesala de este álbum advertía que los astros se habían puesto de acuerdo para su desenlace. Antes de aterrizar en la capital de Bahamas, el guitarrista Jerry Harrison venía de trabajar con la cantante de funk experimental Nona Hendryx (prima de Jimi, por más que modificara su apellido, fue parte de los invitados del disco). Mientras que Byrne sumó fuerzas con Brian Eno en el disco My Life in the Bush of Ghosts, que salió un año más tarde y donde el binomio probó con la electrónica, los samples y con un rasgo que atravesaría a Remain in Light: el afro funk. Eno se había vuelto muy fan del nigeriano Fela Kuti, mentor del afrobeat, lo que contagió a Byrne. Y más específicamente el LP Afrodisiac (grabado en 1973 en los estudios Abby Road, contó con la participación del baterista Tonny Allen, quien este año murió de coronavirus), que se tornó en el modelo a seguir. A pesar de que el ex Roxy Music estaba muy reacio a producir una vez más al cuarteto, al encontrarse con ellos en la isla antillana se dio cuenta de que se encontraba frente a un repertorio que cambiaría el paradigma del rock.
Tras arreglar sus diferencias en la nación insular, Talking Heads se aferró a dos propósitos para encarar su cuarto disco: sacrificaron sus egos y empezaron a zapar en torno al primer guiño de la banda hacia la música africana, “I Zimbra”, incluido en Fear of Music. Eso decantó en sesiones experimentales en las que cambiaron su nombre a Melody Attack (tomado de un programa japonés de concursos), donde fue ganando la polirritmia. Si algo tenían bien claro es que no pretendían emular los estilos africanos, sino fusionarlos con el rock que curtían. O sea, con el post punk, el funk, la new wave y hasta con el incipiente rap (esto lo patenta “Crosseyed and Painless”, contemporáneo a “Rapture”, de sus colegas de Blondie, publicado al mes siguiente), que advenía una transformación profunda de la música popular contemporánea. De regreso en Nueva York, Byrne comenzó a componer las letras. Primero intentó improvisarlas sobre las bases instrumentales, pero no resultó. El bloqueo creativo se destrabó después de que contrataran al violero Adrian Belew, para que aportara su guitarra sintetizador.
Ahí fue que Bryne empezó a mirar a Africa en busca de respuestas. A partir de darse cuenta de que los músicos africanos improvisaban cuando se les olvida la letra, el frontman empezó a crear rimas sostenidas por onomatopeyas. David Gans, amigo de la banda, le sugirió a Byrne que fuera más libre y menor literal con los significados. Cuando salió Remain in Light, cuyo diseño fue confeccionado por Weymouth y Frantz (la tapa está inspirada en Melody Attack, en tanto que la contratapa, con aviones volando sobre el Himalaya, tributa al padre de Tina, almirante de la Armada estadounidense), el artista escocés reveló el significado de las letras. A través de un comunicado, explicó que se basó en el libro African Rhythm and African Sensibility (1981), del profesor John Miller Chernoff, que examina el mejoramiento musical de la vida en las comunidades rurales del continente. Ocho temas componen la edición en vinilo del álbum (tres en el Lado A y las restantes en el Lado B), a las que se sumaron cuatro más en su versión extendida en CD.
El repertorio abre con “Born Under Punches (The Heat Goes On)”, joya sermoneadora que Byrne rescató para el musical American Utopia, que presentó en Buenos Aires en 2018 y cuya película, dirigida por Spike Lee, se estrenará el 17 de octubre en HBO. Al tiempo que cierra con “The Overload”, iluminada por la suposición de cómo debía sonar Joy Division, sin ni siquiera escucharlos. Pero también hubo premio para Belew, cuya guitarra en “The Great Curve” le permitió fichar para la nueva encarnación de King Crimson y componer “Elephant Talk”. Justamente, el violero se unió con Jerry Harrison y la banda neoyorquina de funk Turkuaz para celebrar estas cuatro décadas. Aunque el COVID-19 les aguó la fiesta. Mientras que Byrne desmentía cualquier reunión de Talking Heads, Remain in Light en 2017 fue reconocido por la Biblioteca del Congreso estadounidense. Algo similar a ser parte del patrimonio cultural de ese país. En aquel entonces dijo: “No se puede escribir para complacer a una audiencia imaginaria. Pero si el gusto se superpone con el del público, entonces es probable que uno tenga suerte de vez en cuando”.