El mundo entero 7 puntos
Argentina, 2020
Dirección: Sebastián Martínez
Guion: S. Martínez y Valeria Groisman
Fotografía: Diego Poleri
Duración: 78 minutos
Estreno en Cine.Ar jueves 8 de octubre a las 20 y días subsiguientes disponible en Cine.Ar Play.
“Un vano millonario acumula estatuas, huertos, palacios, piletas de natación, diamantes, vehículos, bibliotecas, hombres y mujeres”, enumera Borges las posesiones terrenales de Charles Foster Kane en El ciudadano. Francisco Piria tuvo la vanidad de inventar de la nada una ciudad cuyo nombre es un autohomenaje. También construyó un palacio, un hotel que en su momento estuvo entre los más lujosos de Sudamérica y un ferrocarril propio. Poseyó una cantera que producía ciento veinte mil adoquines al mes y una bodega que proveía 360 mil litros de vino por año. Como Charles Foster Kane, fue dueño de un periódico y enfrentó a políticos poderosos, aunque no llegó a inventar una guerra en su propio beneficio. A diferencia del magnate wellesiano, a quien no se le conocieron intereses que no fueran materiales, este uruguayo hijo de genoveses no se conformó con el mundo visible y buscó en la alquimia --y según dicen también la magia, la masonería, el hermetismo y el rosacrucismo-- un modo de trascendencia. Francisco Piria, fundador del balneario de Piriápolis, es el self made man rioplatense, capitalista autor de un libro llamado El socialismo triunfante y “hombre infinito” cuya verdad busca develar El mundo entero. Como el reportero de El ciudadano, lo que el realizador Sebastián Martínez encuentra a cambio es un rompecabezas de hechos, versiones e interpretaciones cuya inmensidad parecería desafiar la razón.
Hombre emprendedor nacido en 1847, tras quedar huérfano y perder poco más tarde esposa e hijo, Piria, por entonces un muchachito de 20 años, se conchaba como rematador en el Mercado Viejo de Montevideo. No se conforma con cuadros despintados o vajilla usada. Vende algunos de los primeros relojes pulsera, comercializa joyas y diamantes “garantidamente falsas” y se dedica al teñido de perros, vendiéndolos azules, rojos y amarillos. Recomponiendo un poco la línea de tiempo (Martínez la presenta de modo acronólogico), del mercado Piria pasa a la ciudad, que por entonces se hallaba a medio camino entre la colonial y la moderna. Proyecta la construcción de 200 manzanas con la intención de lotearlas, con líneas de crédito que extendía hasta 150 cuentas, 12 años de pago sin intereses. Al gobierno no le gusta nada, le bloquean el proyecto y el emprendedor encuentra en una tierra desolada, entre los montes y el mar, el lugar soñado, que levanta como los griegos sus pirámides y corona, ya pasados los 70 años (murió a los 86) con la mole del Hotel Argentino, para la cual se hace traer mármoles de Carrara, vitrales franceses, estatuas, vinos, porcelana de Limoge, gárgolas, herrería y ornamentos. Administrado por el Estado, El Hotel Argentino (más precisamente, Argentino Hotel) sobrevive orondo hasta el día de hoy, con la marca de la excentricidad de su creador: sin que se sepa por qué, en todos los pisos falta una habitación, de modo que la numeración salta. Al balneario le iba a poner Heliopólis, Ciudad del Sol. Pero el Sol era poco, así que le puso Piriápolis.
Desde la propia presentación del personaje en voice over, Sebastián Martínez --que tiene dos excelentes documentales previos, París-Marsella (2007) y Centro (2012)-- deja ver su admiración por el personaje, y los hechos narrados parecen darle la razón. Piria aparece como una fuerza de la naturaleza, capaz de sobreponerse a orfandades, muerte de seres queridos, incendios, pérdidas enteras de capital, enemigos enquistados en el Estado y en la Iglesia, proyectos mal pensados (cuatro columnas en medio del salón de baile del Hotel Argentino, cuya única función parecería ser obstruir la vista). A cada calamidad Piria respondía más enchufado que nunca. Fue, sin duda, una clase de criatura que no suele abundar en las tierras del sur: un bigger tan life, un tipo que parecería más grande que la vida misma. Estos personajes suelen ocultar un rincón oscuro o más, y allí está para certificarlo Charles Foster Kane, que a veces se comportaba como un hijo de puta, y otras como un grandísimo hijo de puta. Tal como la transcribe El mundo entero, la figura de Piria parecería elevarse hacia el cielo, tal como él mismo pretendía hacer desde el último piso del hotel, desde el cual tomaban vuelo las proyecciones astrales.