Una secta recorre la Argentina y es la del terraplanismo económico: los libertarios. Un grupo que ha proliferado y ganado visibilidad en los últimos años pero que hasta ahora poco se ha investigado y que parece funcionar como el grupo de choque más agresivo y reaccionario del neoliberalismo.
Con una imagen cercana a las vanguardias y que parece cuestionar al status quo vigente, que suma una pose rebelde y anti política, cercana al espíritu punk, vociferan para reivindicar lo que llaman el anarcocapitalismo: un mercado total, que nadie lo pueda regir y en el que el Estado se desvanezca. Pero que en los hechos terminan por representar la doctrina del liberalismo autoritario.
Lejos de la rebeldía, lo que suelen reclamar es disciplina, orden y que el empresariado lo rija todo, deviniendo en los hechos la vanguardia patotera del capital concentrado, a los cuales son totalmente funcionales. Ya que el gran empresariado y los multimillonarios nunca se ven cuestionados en sus discursos, sino incluso reivindicados.
Como la clásica derecha tiene un fuerte olor a rancio y está desprestigiada, por su identificación con los programas antipopulares, los ajustes y el endeudamiento, ahora aparece revestida de nuevas formas y, sobre todo, expresada por sectores de la juventud.
Enemigo
Si el marxismo históricamente promovió la dictadura del proletariado, los libertarios en cambio militan por la dictadura del empresariado, en la cual se pueda despedir y explotar trabajadores sin límite alguno y en la que todo esté privatizado.
Su enemigo principal es el Estado, al que consideran opresor por fijar normas y regulaciones o garantizar derechos, y detestan los impuestos, especialmente los progresivos, como Bienes Personales, Ganancias y a la herencia, a los que consideran confiscatorios.
Han proliferado en los últimos años gracias a Internet y las redes sociales, donde el anonimato y la lógica de odio que a veces existe allí, les permite plantear consignas e ideas que antes no era posibles, corriendo el sentido común y extremando los reclamos, diciendo lo que antes no estaba políticamente permitido decir.
Su alta intensidad en redes sociales contrasta con el bajo volumen político que representan, ya que en las últimas elecciones su principal candidato quedó atrás del voto en blanco. Una señal de que se manifiestan mucho, alentados por el odio interno que los mueve, pero también que sus economistas están sobrerrepresentados en los medios e Internet.
La composición sociológica que tienen parece estar definida. En su gran mayoría son jóvenes sub-30, casi todos hombres. Las mujeres son muy pocas y no suelen tener rol alguno. Salvo las mamás de muchos de ellos cuando los acompañan a algunos eventos.
El discurso económico además de violento es sumamente simplista, ya que en él nunca aparecen problemáticas como el subdesarrollo, la restricción externa, las mejoras sociales, los desequilibrios productivos típicos de un país sudamericano o qué hacer con respecto a la deuda externa. Suponen que mágicamente estas cuestiones se resuelven achicando el Estado o dejando de emitir.
Intolerancia
En el discurso libertario ya no se observan ni siquiera los restos del viejo sujeto liberal progresista, sino un individuo reaccionario, en el cual el microfascismo, la prepotencia y el narcisismo devienen centrales. Y en toda desviación a sus premisas pasa a ser identificada como estatismo, una dictadura y “un camino a ser Venezuela”.
Su propio lema “no me pises” (dont treat on me) y su símbolo (una víbora atacando) lo dice todo: se sienten oprimidos por el Estado (que supuestamente los pisotea) y por eso sienten que deban atacar, justificando su agresividad.
Cuestionan y les molestan los avances de los derechos sociales y políticos de otros grupos, lo cual es llamativo porque se oponen flagrantemente a la idea de ampliar las libertades y derechos individuales que tanto reclaman.
En el fondo les molesta cualquier forma de colectivismo (el feminismo, los movimientos sociales, los sindicatos, los derechos humanos) pues sienten que los subyugan y les “roban su libertad”. Con lo que queda claro que, a diferencia de otros movimientos autoritarios, no reivindican un sujeto colectivo detrás de sí (como la nación, la etnia, una religión o una cultura) sino simplemente la potestad irrestricta del individuo por sobre todo.
De esta manera nociones como la igualdad, la solidaridad o la preocupación por el prójimo están totalmente ausentes en sus lógicas, considerando que toda forma de integración social debe hacerse únicamente por medio del mercado. Así, suponen que alguien es pobre porque no le gusta trabajar o porque es oprimido por el Estado que lo coarta.
Agresión
De corte antiintelectual, no les interesa el debate o enriquecerse con otras perspectivas teóricas, sino simplemente agredir. Incluso, el rechazo al debate intelectual los termina de acercar al más duro terraplanismo, los movimientos antivacunas o protestar contra el 5G. Por eso no sorprende que algunos de sus enemigos centrales sean el Conicet o las universidades públicas, pero pretendiendo, a la vez, que sus ideas reaccionarias se enmascaren en un aire academicista.
Detestan lo que llaman “ideología de género”, al Che Guevara, y su planteo se entremezcla culturalmente con el negacionismo del genocidio de la última dictadura militar. Cualquier práctica que se desvíe de sus premisas es caracterizada como “comunismo”. El insulto preferido es “zurdo empobrecedor” o “liberprogres” aunque algunas veces pueden gritar “keynesiano de mierda”.
La apuesta libertaria por augurar el desastre, vender apocalipsis y meter miedo permanentemente termina por fragilizar las subjetividades y volverlas más vulnerables. Y así, al sentirse indefensas, hace que muchos sectores de la población sean propensas a salidas autoritarias al estilo Bolsonaro o Trump, ya que el miedo es un gran disciplinador social. Además, termina convirtiendo a la clásica derecha liberal como la de Larreta o Macri en simples moderados frente a este extremismo.
El espíritu reaccionario en términos económicos se traduce no sólo en recuperar ideas monetaristas y que han terminado en fracasos catastróficos en la historia del país bajo gobiernos liberales (tales como la experiencia de Martínez de Hoz, la convertibilidad o las Lebacs de Sturzenegger), sino que suelen abogar por destruir al Banco Central, e incluso por volver a un régimen monetario del siglo XIX como el patrón-oro.
Doble vara
Dicen que se oponen a todo estatismo pues militan el ajuste y detestan las regulaciones. Pero a la vez dicen que deben garantizarse los derechos de propiedad, las reglas de juego, que se pague la deuda externa y reclaman castigo y punitivismo. Es decir, en el fondo quieren un Estado fuerte pero solo al servicio de garantizar los derechos al gran empresariado.
Suelen amenazar con que van a dejar el país, paradójicamente, convirtiéndose en lo que más detestan: en inmigrantes y extranjeros, que van a “robar” trabajo a otros países.
Cuando compran divisas por un canal no autorizado hablan de “dólar libre” pero si los sectores vulnerables ofrecen productos en la calle dicen “venta ilegal”. Plantean que en los “países serios no es joda evadir”, pero si aquí la AFIP ejerce controles hablan de “persecución” y “ahogo”. Reclaman contra la toma de tierras en los barrios humildes pero si el Estado reclama por las tierras usurpadas por countries y barrios privados, hablan de “guerra contra los ricos”.
En línea con el macrismo, reivindican la meritocracia, la cual increíblemente es propiciada por herederos millonarios, mientras que a la par se aponen a la educación estatal y a las universidades públicas, precisamente, que son herramientas excelentes para el progreso social y la movilidad ascendente vía el esfuerzo.
Personajes
Las fuentes intelectuales de los libertarios los pinta de cuerpo entero. Recuperan a los padres de la escuela austríaca de economía, como Von Mises y Von Hayek, dos personas que se la pasaron hablando contra la improductividad pero que eran dos aristócratas que vivían de rentas. Otra referencia intelectual es el monetarismo de la escuela de Chicago, en la cual sobresalía Milton Friedman, que fue asesor del dictador Pinochet.
Aunque sus representantes locales no se quedan atrás en hipocresía. José Luis Espert, el candidato a presidente por los libertarios en las elecciones pasadas, increíblemente financió casi el 100 por ciento de su campaña con fondos estatales. Diego Giacomini cobra un sueldo como empleado público en la UBA, donde dicta un curso.
O inlcuso Javier Milei, su representante más conocido, no sólo cobró su sueldo gracias al ATP del Estado, sino que fue postulado por el exdiputado salteño Alfredo Olmedo, un reconocido homofóbico, que reivindica la dictadura y que incluso fue encontrado con trabajadores esclavos en sus campos, para ser su ministro de Economía.
Una de las pocas mujeres libertarias que tiene visibilidad, Lilia Lemoine, fue la responsable de agredir al móvil de C5N mientras cubría una marcha anticuarentena. O incluso el periodista cordobés conocido como El Presto, que fue detenido unas horas hace algunas semanas por amenazar de muerte a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y que se presenta también como otro mártir de la libertad y los derechos individuales, por que quedó expuesto cuando se conocieron sus fotos junto a Videla.
Así son los libertarios, supuestos defensores de la libertad, de la productividad, y combatientes contra el Estado pero que, en realidad, no practican lo que dicen, sino que solo proclaman ilusiones reaccionarias.
* Economista. Doctor en Ciencias Sociales (UBA/UNDAV/Conicet). Autor del libro Las crisis económicas argentinas. De Mitre a Macri.