La localidad de Jan Seijun, en la provincia de Idlib, fue el escenario esta madrugada de uno de los episodios más dramáticos de la guerra civil que devora desde hace seis años a Siria. Un ataque con armas químicas mató a 67 personas, 20 de ellas niños, y dejó más 200 afectados. La oposición siria instó a la ONU a tomar cartas en el asunto.

El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos responsabilizó a la Fuerza Aérea del gobierno de Bashar Al-Asad por el ataque contra la población civil, aunque no descartó la participación de la aviación rusa, aliada del presidente sirio. Las víctimas sufrieron vómitos y asfixia mientras dormían.

Por su parte, la Coalición Nacional Siria,  principal grupo opositor a Asad, instó al Consejo de Seguridad de la ONU a "convocar una reunión de emergencia, abrir una investigación inmediata y adoptar las medidas necesarias para asegurar que los funcionarios, los perpetradores y sus respaldos rindan cuentas".

El gobierno de Asad ya había usado gas sarín en Guta, un distrito de Damasco, en 2013, y tras las críticas internacionales, accedió, con el visto bueno de Estados Unidos y Rusia, a desprenderse de su arsenal químico. Desde entonces, su ejército usa cloro en gas, menos letal. Sin embargo, la cantidad de muertos que produjo el ataque de la jornada indicaría el uso de otro químico mucho más potente.

La matanza coincidió con el inicio en Bruselas de una campaña para financiar la reconstrucción del país, organizada por la Unión Europa, con el apoyo de la ONU, Kuwait, Qatar y Noruega. 

También coincide con el cambio de posición de Estados Unidos en el conflicto. Mientras Barack Obama insistía en que Asad dejara el poder, Donald Trump afirmó, a través de su secretario de Estado, Rex Tillerson, que Siria no es de su incumbencia. Lo cual coloca a Washington más cerca de Rusia, aliada de Al Asad durante todo el conflicto.