Hugo Arana era de esas personas que actuaba como vivía y vivía como actuaba. Lejos de las estridencias, cultor de la sencillez, el actor nunca dejaba de pensar en el otro. No es causalidad ni afirmación oportuna: la comunidad artística argentina hoy lo despide unánimemente con respeto, admiración y amor. Los argentinos, también. La palabra “compañero”, en todas sus acepciones, definía al actor que supo conmover y hacer reír tanto arriba de un escenario como adelante de una cámara, con personajes que asomaban con un registro naturalista arraigado al ser nacional. La excepción a esa construcción, en todo caso, fue uno de sus personajes más populares: su recordado “Huguito Araña”, esa caricatura homosexual en Matrimonios y algo más que divirtió a una sociedad muy distinta a la actual.
Hugo Arana odiaba las sentencias, las verdades absolutas. Nunca le gustaron los encasillamientos. Por eso compuso personajes tan variados, de distintos géneros y formatos. Trabajó en cine, televisión y teatro sin prejuicios. No perseguía el prestigio ni el clamor popular. Su búsqueda, incansable y prolífica, fue siempre la de disfrutar la tarea del hacer, de construir personajes pero también formar elencos con los cuales tener ganas de encontrarse a diario, de compartir charlas sin libretos ni apuntadores.
Desde su debut en el cine en El santo de la espada, la película dirigida por Leopoldo Torre Nilsson y protagonizada por Alfredo Alcón sobre la vida de José de San Martín hasta su último papel en Tu parte del trato, la ficción de Polka donde hizo de padre idealista del personaje de Nicolás Cabré, Arana acompañó a varias generaciones de argentinos. En publicidad, fue el padre primerizo y emocionado de la publicidad de vino Crespi de comienzos de los 70 que medio siglo después se sigue recordando. También participó de películas icónicas del cine nacional, como La tregua, La historia oficial y Made in Lanús. Pero iba ser en la pantalla chica donde iba a dejar su huella, con personajes en Matrimonios y algo más, La banda del Golden Rocket, Buenos Vecinos, Los sónicos, La Leona, Los exitosos Pells, Graduados, Viudas e hijos del Rock and Roll, Resistiré, Cuéntame cómo pasó, Tiempo final y Mujeres asesinas, entre otros ciclos.
Dueño de un humor campechano al que siempre le dio rienda suelta, Arana se enamoró de la profesión de grande, cuando para su cumpleaños 22 años se regaló a sí mismo la inscripción a un instituto actoral con la idea de “ser actor de cine”, único medio al que había asistido hasta ese entonces. Desde ese momento, vivió actuando hasta el año pasado pero con la sapiencia de no vivir para actuar. “Qué se yo hasta cuándo voy a actuar. No soy de los que dicen que quieren morirse arriba de un escenario. Me preocuparía la conmoción que causaría desplomarme adelante de mis colegas y del público. Prefiero ahorrarles ese mal trago”, le dijo Arana hace un par de años a este cronista. Como siempre, cumplió con su palabra. Pero no pudo evitar el nudo en la garganta que hoy embarga a millones de argentinos.
Nos dejó un buen actor y un gran tipo. Lo vamos a extrañar.